La Gran Sabana con los tepuyes al fondo en la Guayana venezolana |
DE LA NECESIDAD DE AYUDA ESPECIALIZADA DEL PAÍS VENEZOLANO.
[Venezuela]
es también una tierra,
Pero
una tierra sólo no es un país;
un
país es la tierra y sus hombres.
Y
un país sólo no es una patria;
una
patria es, amigos, un país con justicia.
Antonio
GAMONEDA. “Ferrocarril de Matallana”. Exentos I.
En
Edad. Madrid: Cátedra, 1987, 149.
--Otro
que también necesita de ayuda especializada y de él es que vinimos a hablar con
usted, es el país.
--Ay, eso sí está complicado. El país se ha enredado mucho, ha perdido
su simplicidad, su sencillez. Es un enredo retórico, es una confusión de
términos gigantesca. El país perdió su modo de expresarse. No sé si antes era
más claro pero al menos era más correcto. Se entendía lo que decía. Ahora el
país no sabe hablar. Y así nadie sabe a qué atenerse. Se habla de una
revolución y la revolución no se ve en ninguna parte. Se hablan de nuevos
hombres y somos todos los mismos, están, estamos, los mismos hombres de siempre.
Están los mismos vicios que acumuló la política nacional en los últimos 40 años
de poder. No se ha ido ninguno. Los deseos de poder son los mismos y en
Venezuela se le tiene un gran miedo al poder. Esa es una de las enseñanzas del
general Juan Vicente Gómez: hay que tenerle miedo al poder.
--¿Será por eso que todos
quieren el poder? La lista de candidatos a cualquier cosa crece y crece…
--Claro, porque con
poder puedes conjurar el miedo que el poder despierta.
--¿El intelectual también siente miedo?
--El intelectual está
igual que el país: confundido y miedoso. Cuando cayó la otra mitad del mundo,
la mitad socialista, entramos en un completo estado de desorientación. Y es que
las cosas eran muy sencillas cuando era blanco y negro. Del lado blanco estaba
la justicia y el bien, y del negro la injusticia y el horror. A uno le bastaba
con señalar con un dedo dónde es que estaba cada cosa. Esa mitad se nos cayó
encima y nadie estaba mirando para arriba. Nadie se lo esperaba. Aquello
parecía sólido, perpetuo, eterno, se vino abajo como si fuera virtual.
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Fragmento de la Entrevista de
Rubén Wisotzki a Salvador Garmendia (2000). “El pueblo no sabe hablar”. El
Nacional, Caracas, 23 de julio. Al año siguiente moría el gran novelista. Había
nacido el año 1928 en Barquisimeto, estado Lara. Era uno de los narradores más
sólido de la literatura venezolana actual.
En PUNTO DE VISTA, otro intelectual nos
narra qué es lo que pasa con la mitad que se cayó que se nos cayó encima, la
Rusia soviética, y por donde anda ese país después de 10 años que se cayó (1989
– 1999) con sus conflictos y síntomas. Es nuestro caso de comparación con
Venezuela y su ausencia de buenos conductores de país: los intelectuales.
No
existe viento favorable
Para
aquél que no sabe a dónde va
(Séneca,
filósofo hispanorromano, siglo I).
“¿Por qué ha dejado de
funcionar el enorme país? Entre otras razones por la mezcla explosiva que
pueden formar siete décadas de comunismo y una década suplementaria de
corrupción. El Estado no sabe lo que ingresa, lo que gasta, lo que debe.
“En el seminario de la Universidad Internacional de Santander (Europa a
los diez años de la caída del muro) se sostuvo que los occidentales no debieron
financiar a Rusia hasta ver restaurada la clase intelectual, físicamente
suprimida por los leninistas en 1917; altos y medios funcionarios, profesores,
periodistas, investigadores… Sin la referencia de quienes producen pensamiento
a largo plazo, todo pueblo vaga en el vacío. En esto, el comunismo chino fue
diferente. Chu En Lai, nacido en el mandarinato, gobernó durante 30 años la
República Popular. Hoy los profesores rusos mueren de hambre mientras los
columnistas cantan las excelencias de sus señores. No ya el malestar: el
sufrimiento se extiende en Rusia a millones de ciudadanos. Por cada año de
desorden serán necesarios cinco de paciente restauración”.
Darío VALCÁRCEL (1999). “Daguestán, un nuevo síntoma”. ABC, Madrid, 13
de agosto (Fragmento)
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