"Por Caracas he servido al Perú; por Caracas he servido a Venezuela;
por Caracas he servido a Colombia; por Caracas he servido a Bolivia;
por Caracas he servido al Nuevo Mundo y a la libertad,
pues debía destruir a todos sus enemigos
para que pudiera ser dichosa:
mi primer deber es hacia ese suelo
que ha compuesto mi cuerpo y mi alma
de sus propios elementos,
y en calidad de hijo debo dar mi vida
y mi alma misma por mi madre"
(Simón Bolívar).
El nombre de pila de aquella ciudad castellano-leonesa: Santiago de León de Caracas. Asentada en
un valle precioso, el de un paisaje monumental con su montaña de El Ávila y su
río de El Guaire corriendo entre su vocación de selva de alta montaña.
“La idea que ahora nos interesa de
las Etimologías de Isidoro es la diferencia que establece entre ciudad y colonia. “Ciudad es aquella
que edificaron, no los extraños, sino solamente los allí nacidos”. “Colonia la
que por falta de indígenas se forma con nuevos agricultores”. Al darle a las
colonias hispanoamericanas los vínculos y la cohesión de la cívitas sería un
tema predominante en tiempos de Felipe II” (Vegas, 115).
Por
eso nunca hemos nombrado la colonia de Caracas, sino la ciudad de Caracas con
su comarca administrativa titulada Provincia de Caracas, una de las siete
provincias de la Capitanía General de Venezuela de 1777.
Este asunto representa uno de los perfiles
“del
alma hispanoamericana tan importante como el español: el lenguaje y el arte de
hacer ciudades” (Vegas, 116). Estas son nuestras verdades, pero se
encuentran formuladas en la historia y su devenir, su derecho, su arquitectura,
sus instituciones sociales. También en su arquitectura que es el problema de
Vegas, aunque con gran interés en los problemas culturales de la ciudad. Para
nosotros como sociólogo antropológico con perspectiva de urbanólogo, Caracas es
una ciudad pero no urbana: obtenemos esta relación social del análisis de las
situaciones y conductas de los pobladores de la ciudad, descendientes de
indígenas y conquistadores de hace 500 años (año 1567).
Fíjensen a continuación en los motivos que
se señalan dentro de los siguientes extractos de la introducción de nuestra
investigación en desarrollo: El Animal
Urbano: de las piedras al proyecto urbano en Caracas.
“Al
presentar el libro Fervor de Caracas,
la compiladora de los textos, Ana Teresa Torres, habla de Caracas como de una
ciudad nunca hecha del todo, y que no se termina de hacer. El plan urbanístico
llamado eje Rotival, que iba a reorganizarla completamente, no se llevó a cabo.
Caracas es una ciudad utópica, a la que se estima por dos de sus cosas
naturales, la montaña de El Ávila y el clima. A partir de su obra antológica,
concluyó diciendo que al fin Caracas alcanzó su estatuto literario[1]”.
Este fervor que imita a Borges sobre Buenos
Aires no está a la altura de su conocimiento científico-social. ¿Acaso lo demanda?
¿Quizá nuestra filosofía de la ciudad comience con la ficción del mito, como
alude García Bacca al comienzo mítico-poético de la filosofía griega? Veamos
los motivos de intelectuales caraqueños en torno a la competencia etnocultural
de los pobladores de la ciudad caraqueña y su evaluación.
“¿Qué
arte practica la ciudad de Caracas para, al parecer, estar rehaciéndose a sí
misma? ¿Es un arte con que se rehace como objeto o como obra, dentro del mito
de un Ave Fénix? Hay artes para fundar ciudades, para pensarlas, para analizar
su vivir; artes de arquitectura y de urbanismo, artes de hacer la imagen de la
ciudad y también el de su marketing contentivo de sus industrias culturales, el
arte de su condición social como la mujer de Gogol[2]…¿En
qué arte se encuentra la práctica de la ciudad de Caracas para saber de su
estatuto urbano? ¿Tendrán los moradores de Caracas los recursos etnoculturales
necesarios para desarrollar el estado del arte de lo social y poder hablar de
sociedad urbana de Caracas?
“Caracas
fue fundada con todos los rituales políticos y jurídicos que se alínean en las
legitimidades civilizadas, y con ello se quedó como herencia de la historia
venezolana. Negar dicha legitimidad es retornar regresivamente a la ilusión historiográfica o caer en la
tentación de un complejo de inferioridad: no pudimos, mejor, así celebramos
nuestra identidad fuera de juego (outsider). La afirmación del hecho histórico
y su afán de civilidad confronta la experiencia de cómo el caraqueño vive,
actúa, piensa, con su ciudad, y en definitiva la incorpora a su subjetividad
porque la hizo sujeto de su porvenir.
Colocamos el
pensamiento de tres autores caraqueños como una muestra motivacional, fuera del
relato del principio histórico u operativo de la investigación. Son María
Fernanda Palacios (humanista), Federico Vegas (arquitecto) y Arturo Almandoz
(urbanista). Más allá de su entusiasmo imaginario, estos autores tienen motivos
para enjuiciar el grado de subjetividad de la ciudad de Caracas.
“María
Fernanda Palacios (2002) en su libro Ifigenia.
Mitología de la doncella criolla (2001), desprende un punto sensible para
nuestra conjetura sobre lo urbano de la
ciudad de Caracas.
No
sé si existen en América otros pueblos como el venezolano donde haya sido tan
precaria la relación con la ciudad, es decir, donde la ciudad sea un ámbito
psíquico tan desalmado, y el alma, la que teje y espera, la que conversa y
recuerda, se queda resguardada, con la tenacidad y ferocidad, con que defiende
lo virginal[3]
“El
alma como lo urbano se queda y se resguarda, es decir, se detiene y aún
retrocede ante los embates de lo natural de la cultura (lo virginal). Cultura
que venimos precisando como primitiva de carácter matrilineal. Este nivel
enterizo de etnicidad matrisocial dura acomete sin pausa contra el sentimiento
social de lo ciudadano hasta despojarlo de su civilidad urbana, despellejarlo
con ferocidad silvestre hasta dejarlo sin alma urbana.
“Federico
Vegas (2007) en su libro La ciudad y el deseo
toca este punto ciego, que ha presentado en un juego sensible de significados,
donde pretende aclarar la reflexión del habitante de Caracas sobre el lugar
de lo urbano en su ciudad, que es por lo
que pregunta nuestra conjetura.
Los
aspectos felices de Caracas la hacen privilegiada, pero se trata de un inmenso
bienestar que no ha sido creado por nuestra familia urbana. Es un placer que se
percibe con los ojos cerrados porque está en el aire, o desde muy lejos porque
está en nuestra geografía. Cuando decimos: adoro esta ciudad, su clima, su
Ávila, su luz, estamos alabando cualidades que preceden a la llegada de su
fundador Diego de Losada (p. 83)
“De
nuevo el mundo de la ciudad se percibe desde muy adentro en su lejanía
eco-psíquica y desde el afuera total en su lejanía geo-social. Todo el deseo
(inconsciente) se despliega en el discurso. La creación social es paradisíaca
donde la ciudad no es más que una realidad sobrevenida, pues para alcanzar el
bienestar placentero, la ciudad no ha tenido, ni tiene motivos para su
existencia, una vez que el deseo se cumple en la adoración natural. La
posibilidad de lo urbano de la ciudad queda a merced de la vivencia natural de
una cultura altamente asilvestrada. .
“Para
reafirmar la detección del punto sensible a nuestra conjetura de lo urbano
sustantivo en Caracas, un tercer motivo lo proporciona Arturo Almandoz (2010)[4].
El género de la entrevista sobrecoge al entrevistado y en su trance dentro del
intercambio, suelta sentidos que como autor no precisa tan sucintamente en el
trascurso de sus tomos publicados con base en los insumos literarios sobre
Caracas.
La
ciudad venezolana se asume como urbana porque le gusta la aglomeración y no
porque tenga una cultura urbanizada (…) No vamos a refugiarnos allí [está en el
comentario de la arqueología del derrumbe de Cabrujas] para disculparnos por no
tener una cultura de lo urbano, que también tiene sus propios códigos de
convivencia…No me gusta el término de caos, pues se ha banalizado. La sociedad
es anárquica y el venezolano lo celebra, bajo la excusa de que las ciudades se
han convertido en metrópolis en pocas décadas (…) nos costó asimilar ciertos
códigos de lo público (entendido como el patrimonio común)… la urbanización
cultural es un proceso más complejo, que pasa por valores y actitudes, por la
asimilación de lo público y la construcción de la ciudad. En parte, mi
investigación trata de exponer esto.
“Almandoz
equivale urbanizado y urbano, cuando en nuestros axiomas lo diferenciamos: el
que ha sido modelado como urbano desde la lógica del otro y el que tiene y
produce lo urbano desde su autonomía social sustantiva. Aunque la noción de
estos términos indica sociedad de orden y al parecer de orden refinado frente a
la sociedad venezolana anárquica, la convivencia de ésta tiene una lógica
propia de disfrute del desorden. Señalado el punto sensible para avalar
nuestra conjetura, la excusa y aún la disculpa enmarcan el discurso de
Almandoz. Pero la problemática de lo urbano en la ciudad de Caracas está apuntada.
Basta ampliar y fundamentar el fenómeno dentro de la estructura social de lo
urbano como proyecto de sociedad y explicarlo en términos particulares de la
cultura matrisocial venezolana.
“Poetisa,
arquitecto y urbanista, estos autores bordean la franja de la etnocultura
venezolana al tocar el problema de lo urbano en la ciudad de Caracas. El
criterio cultural les permite aflorar el punto sensible en cuya dirección se
orienta nuestra conjetura. Llama la atención cómo se vive y se piensa la ciudad
de Caracas desde un pensamiento natural (étnico), que puede sugerir la
posibilidad de un modelo de análisis histórico de ciudad bárbara por oposición
a una ciudad o metrópoli urbana.
“Aunque
las publicaciones de estos autores aparecen en tiempos del régimen bolivariano,
con sus trazas políticas de la anti-ciudad (Negrón, 2004), sus proposiciones no
tienen carácter historicista. Sus marcos referenciales están colocados en la
lejanía presente del tiempo mítico, es decir, total, por oposición a los
tiempos históricos y sus épocas parciales. Para no quedarnos solo en el motivo
de textos escriturarios, la telenovela de Ibsen Martínez, Por estas calles, coloca el problema de Caracas en el corazón de la
ciudad, sus calles, y su cénit, las conductas de los moradores a partir de su
situación política y económica, reducidas
las conductas y las situaciones, a la sobrevivencia cultural como fondo del
inconsciente colectivo práctico. El régimen bolivariano exacerba esta
reducción, que puede sesgar la recolección de los datos, únicamente corregido
por el rigor de la argumentación teórica del modelo conceptual del animal urbano.
El papel del imaginario de Animal en la
metáfora conceptual del Animal Urbano es la de una luz ultravioleta de material etnocultural arrojado a lo
urbano, pretendiendo eliminar de lo urbano su fondo de proyecto de sociedad. ¿Cómo
argumentamos la explicación de este drama social en la ciudad de Caracas? El
resumen del argumento se encuentra a continuación en Caracas no urban city. Nuestro planteamiento de ciudad no urbana
trae consigo el problema de crisis de ciudad, similar a la que Mario Briceño
Iragorri dirá “crisis de pueblo”[5]
REFERENCIAS
Almandoz,
Arturo (2010): “La sociedad es anárquica y el
venezolano lo celebra”. Entrevista por Michelle Roche
Rodríguez. El Nacional, 20 de
marzo.
Briceño
Iragorri, Mario (1972): Mensaje sin
destino.
Ensayo sobre nuestra crisis de
pueblo. Monte Ávila, Caracas.
Hurtado,
Samuel (1999): “Castilla-León y América Latina. El desencaje
Del proyecto histórico-político
de Venezuela. En Tierra Nuestra
Que estás en el Cielo, Ed.
Consejo de Desarrollo Científico y
Humanístico, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 217-232.
Palacios,
María Fernanda (2001): Ifigenia.
Mitología de la
doncella criolla. Ed. Angria, Caracas.
Palacios,
María Fernanda (2002): “Frente al complejo virginal”.
Entrevista por Milagros Socorro. El
Universal: Verbigracia,
n° 21, año V, 23 de febrero.
Vegas,
Federico (2007): La ciudad y el deseo.
Ed. Fundación Bigott, Caracas.
[1]
Entrevista a Ana Teresa Torres. El Nacional, 7 de noviembre de 2015. El eje
Rotival lleva el nombre de su diseñador urbanístico de origen francés.
[2]
Tommaso Landolfi: La mujer de Gógol. Cuento de relato breve gracioso donde la
mujer se llama Caracas, reflejando la época de la inmigración a Caracas en los
años 1950. (Véase Vegas, 177-181).
[3]
María Fernanda Palacios: “Frente al
complejo virginal”. Entrevista por Milagros Socorro. El Universal: Verbigracia,
n° 21, año V, 23 de febrero de 2002.
[4] Arturo
Almadoz: “La sociedad es anárquica y el venezolano lo celebra”. Entrevista por
Michelle Roche Rodríguez. El Nacional, 20 de marzo de 2010.
[5]
Véase sobre este problema nuestro capítulo “Castilla-León y América Latina. El
desencaje del proyecto histórico-político de Venezuela”. En Tierra Nuestra que estás en el Cielo,
Ed. del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Universidad Central de
Venezuela, Caracas, 1999: 217-232.
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