Eran días atravesados por los
símbolos. Tuve un
cordero negro. He olvidado su
mirada y su nombre.
Al confluir cerca de mi casa, las sebes
definían sendas
que, entrecruzándose sin conducir a ninguna
parte,
cerraban minúsculos praderíos a los que yo
acudía con mi cordero. Jugaba a extraviarme
en el pequeño laberinto, pero sólo hasta
que el silencio
hacía brotar el temor como una gusanera
dentro de
mi vientre. Sucedía una y otra vez; yo
sabía que el
miedo iba a entrar en mí, pero yo iba a las
praderas.
Finalmente, el cordero fue enviado a la
carnicería, y
yo aprendí que quienes me amaban también
podían
decidir sobre la administración de la
muerte.
Antonio GAMONEDA: De “Lápidas”. Antología
poética, Alianza Editorial,
Madrid,
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