-Dicen que vienen tres barcos
cargados de alimentos.
Algunos avanzan la información
con total seguridad.
-Están en alta mar…Pronto
llegarán a Puerto Cabello.
Por fuera del supermercado, la
cola era una calamidad de larga. Estaba estacionada desde hacía cuatro horas en
la mañana. Se esperaba no sé qué artículos, ¡algo!
Toda calamidad es un terreno
propicio para los rumores: se alienta la imaginación, se impulsa el respingo
profético con el ansia de que se cumpla lo rumoreado.
-¿Cómo es la calamidad, si
Antonio Ecarri[1]
dice que “la crisis ya pasó. Ahora estamos en el colapso”?
-Entonces hasta que veamos
pasar el colapso. Es lo que nos queda como un ritual de cargo. Sin embargo
otros invitados a Radio Caracas Radio (RCR) 750, aseguran que estamos en el
pre-colapso, y vendrán otros que como videntes asegurados pronosticarán el
post-colapso.
En la cola del supermercado
teníamos tiempo para oír todo género de comentarios.
Parece que esta vez, ni las
palabras tienen la magia suficiente que algunas culturas les tribuyen para
referirse al cumplimiento exacto de las cosas.
Algo profundo sobre Venezuela
indican los barcos que vienen a alimentarnos: nuestra vergüenza. Venezuela
dispone de un territorio de valles fecundos para las hortalizas, los tubérculos
y raíces (la mandioca o yuca, la planta caribe por excelencia), y llanuras
bajas para una extensa ganadería; surcada de ríos con bosques y selvas para el
riego y el abastecimiento de agua y producción eléctrica para alumbrar a un
país poco habitado (cerca de 30 millones de habitantes en un área de 916 mil
kms2); definida por ser el único país que sin abarcar un continente como
Estados Unidos y la Federación Rusa tiene todos los recursos naturales
deseados: petróleo, carbón, oro, coltán, hierro, diamantes…
Pero le falta el recurso social
más importante: el trabajo humano. Lo poco que de “cultura del trabajo”[2]
se había conseguido hasta el siglo XXI, el actual sistema político lo
desperdició al destruir el aparato productivo a todo nivel: agricultura,
ganadería, industria, agroindustria, y la industria metalmecánica, y
profundizar al máximo el populismo.
Sin capacidad para obtener los
recursos de alimentación, medicinas e instrumentos de trabajo y trasporte, la
sociedad ha sido despojada de lo necesario para poderse mantener en el nivel de
su existencia. Existirá población pero no sociedad, habrá supeditación pero no
libertad, habrá recolección pero no producción trasformadora. Así muere un
pueblo, un país, una nación para salvar una utopía encarnada en un supuesto
héroe. Siempre a un héroe impuesto se le califica con la categoría de un dios
salvador, y se justifica la condena a muerte del pueblo entero[3].
Este proceso de desigualdad en
la relación de héroe/pueblo que ocurre en Venezuela “a costa del pueblo”, lo
muestran los barcos que vienen a disimular nuestra agonía. Es el mentís
representado en la Venezuela del siglo XXI, siglo de las sociedades en ascenso
y de los derechos humanos a realizarse, tal como lo presenta el proyecto de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) desde 1948.
Barcos de comida, medicinas, de
artefactos… Barcos de vergüenza que no anuncian sino crisis humanitaria,
colapso social, destrucción y muerte de un país. La existencia de lo social
pasa por la vigencia de la moral. Hay que tener vergüenza para ser moral, y
tenemos así el sentido noble de la palabra como sinónimo de honor; pero está la
acepción de entender el uso innoble del término como de baja moral o falta de
moral como la deshonra o deshonor. La precisión de su uso depende de su examen
por la cultura, que debe reconfirmarse por la vida en sociedad y su ética del
derecho.
Daniel Lara, uno de los
conductores del programa radial “Y así nos va” proponía, en la técnica de
evaluación de la encuestadora DATOS, que se debía colocar para que la gente
midiera la gestión gubernamental, el ítem de la vergüenza a continuación de
mala, muy mala, pésima, de vergüenza. “Para indicar si el gobierno tenía
vergüenza o no”[4].
Un almirante de nación que no
recuerdo, ante una crisis bélica en el mar donde se perdieron barcos en el
conflicto, interpretó la acción con su célebre dictamen moral: Tal nación
prefiere honra sin barcos que barcos sin honra.
En la antropología del honor[5],
tener vergüenza coincide con la órbita del honor cuando la contrabalanza del
deshonor coincide con la desvergüenza. Pero en un momento de práctica inmoral,
la calificación de vergüenza contiene una carga de negatividad suma al atacar
por la espalda al corazón del honor. Llegada la coyuntura de esta tentación mafiosa[6]
lo que queda es el retiro o correr con las consecuencias
del abuso
desenfrenado.
Cuando Carlos V de Alemania y I
de España renuncia a su cargo, el escritor contemporáneo francés, Montaigne,
dictamina que “la abdicación y retiro de Carlos V fue el acto más hermoso de su
vida”. Era el primer emperador y rey que pudo decir que en su imperio no se
ponía el sol porque en su reinado se midió lo que suponía el descubrimiento de
América: el acontecimiento de dar la primera vuelta al mundo en 1521.
Si es verdad que todas las
sociedades sobreviven dentro de una crisis permanente, asunto que en positivo
se reconfirma por otra parte en pensar la sociedad como proyecto, asunto al que
hay que estar atento y cuidarlo como tal, en la situación actual de Venezuela
el problema consiste en proponer que la crisis de sociedad se encuentra
políticamente programada con el objeto de destrucción de todo posible proyecto
de sociedad. La vergüenza (desvergüenza) es que en la lucha del estado contra
la sociedad, aquél se colocó en extrema ventaja de suerte que ésta se ubica en
una contramarcha tan desventajosa que le obliga a una sobreproducción de valor
tal que le es necesaria, primero, para poder sobreponerse a sí misma y luego
para vencer y subordinar al estado como lo que es: un recurso para su dominio
societario.
En Venezuela actualmente el estado prefiere su política sin honra, al mismo tiempo que escamotea la renuncia o retiro justificando este acto como el más desvergonzado de su política de estado.
El problema se profundiza
cuando los poderes culturales del pueblo venezolano muestran una capacidad
disminuida para identificar, primero, y aceptar después su propia situación de
crisis negativa. Entonces la perplejidad social está construida con tal grado
de desorientación que, sin la ayuda de líderes comprometidos (minorías activas),
puede conducirla a un colapso total hasta de sus capacidades reactivas. Aquí se
puede opacar la crisis problemática al aparecer ésta como una confusión que no
permite ver cómo la gestión gubernamental intencionalmente pretende armonizarse
con la aceptación de la indolencia de una sociedad esquiva a entrar en razones
consigo misma. Por ejemplo, que por ser de cultura recolectora el pueblo
venezolano puede pensar que la importación de bienes se entienda como una
producción de bienes, complejo cultural que se reafirma en sí mismo desde la
situación de emergencia de la crisis humanitaria y el colapso social.
Este laberinto[7]
paradójico de sentidos conduce a una confusión liminal en la que de los valores
culturales que orientan la normalidad de la vida venezolana, desactivan los
valores que deben llevar a cambiar nuestra mala suerte (crisis negativa y
colapso) por un destino mejor asociado a una calidad de vida digna de seres
humanos, esto es, por lo que debe ocurrir. Esta proposición del deseo de un
destino mejor propulsa un poder ser una sociedad que como proyecto es capaz de
dictaminar sobre valores morales no consecuentes con sus porósitos, como puede
ser una política irresponsable con relación a la solución de la crisis
social.
¿Cuándo unos barcos y su mar se
imaginan que traen en su carga la vergüenza de un país?
[1]
Antonio Ecarri es el presidente de la Fundación Arturo Uslar Pietri, en su
conversación dentro del programa radial
“Buen Provecho” con Francisco Olivares y Thais Peñalver en Radio Caracas Radio,
26 de febrero de 2016, con ocasión de cumplirse los 15 años de la muerte de A.
Uslar P., gran escritor e intelectual venezolano
[2]
Véase en Samuel Hurtado Salazar: “La Cultura del Trabajo en Venezuela y la
Modernidad”. Revista Venezolana de
Análisis de Coyuntura, Vol. V, N° 2,
julio-diciembre, 1999, 71-92. Si se quiere completar bien todo el sentido
cultural consúltese del mismo autor “Felices aunque Pobres. La cultura del
abandono en Venezuela” en la misma revista venezolana, Vol. VII, N° 1,
enero-julio, 2001, 95-122.
[3]
Ay de los pueblos que necesitan de un héroe para vivir. Tal es la idea de un
dramaturgo del siglo XX de cuyo nombre no quiero acordarme, porque era
comunista.
[4]
Conductor del programa con Neomar Hernández, En Radio Caracas Radio (RCR) 750,
jueves 25 de febrero de 20016.
[5]
Esta antropología fue desarrollada por Julián Pitt-Rivers y J. G. Peristiany,
fundamentalmente. Es célebre de Pitt-Rivers el libro Antropología del Honor o Política de los sexos, ed. Grijalbo,
Barcelona, 1979. Este tipo de
antropología identifica a las sociedades históricas del mediterráneo, cuya
cultura orienta sus sentidos a la edificación de la sociedad. Ver la
compilación de J. G. Peristiany: El
Concepto del Honor en la Sociedad Mediterránea, Ed. Labor, Barcelona, 1968.
[6]
Tomo a préstamo el concepto de la obra de A. Gruson y V. Zubillaga: Venezuela: la tentación mafiosa,
Universidad Católica Andrés Bello, Caracas, 2001.
[7]
José Manuel Briceño Guerrero explica a nivel de los discursos filosóficos este
laberinto venezolano: El Laberinto de los
Tres Minotauros, Monte Ávila Editores, Caracas, 1984. A nivel sociológico y
cultural, Samuel Hurtado Salazar explica este laberinto como la metáfora del
complejo cultual (matrisocial) en que se debate la vida venezolana. Su metáfora
a veces es el de una agonía (lucha a muerte) entre la cultura y la sociedad.
Véase su libro Contratiempos entre
Cultura y Sociedad, Ed. de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales,
Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2013.
El dramaturgo y poeta es el alemán Berthold Brecht (1896-1954) que entre sus célebres frases existe la siguiente: "Desgraciado el país que necesita héroes"
ResponderEliminarEsa es una de nuestras rarezas contemporáneas profesor, la sin-vergüenzura, como ejemplo, es ya común que personas que han calificado al gobierno como lo que es, un gran error en resumen; aún sabiendo que su testimonio está grabado, salen ahora a defender algo más descompuesto que aquello que en su momento criticaron.... o el decir una cosa y hacer otra, tan típica de los funcionarios de los últimos años...hay también escasez de vergüenza.
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