Caracas: valle y montaña de El Ávila, la montaña de la nostalgia. |
Aquí no hay
bosques. Lo que se consiguen son selvas. Impresiona cómo hicieron desaparecer
las selvas húmedas de Caracas. Como sustituto en esta ecología tropical
revienta el matorral cuya difusión selvícola es favorable a las relucientes
quemas en las noches de la estación seca de cuaresma.
Oh, el bosque, evocación de un
orden monocultural.
Sorpresiva la selva, seducción
de la maraña policultural.
Con los
matorrales como monte, “regresan los lobos”[1].
Bueno, si no hay lobos aquí, será la anaconda, el cunaguaro (tigre americano),
la guacharaca (gallina voladora), el araguato…Todos ellos sitiarán nuestras
incertidumbres, arrinconándolas entre las ansiedades de nuestra existencia
personal y social.
Surcando las
selvas, entre montañas verticales y
umbrosos valles, llegan las aguas de una ideología y se cruzan con las aguas de
otra. Ahí en el corazón de la selva (y la ciudad), se juntan sin mezclarse con
sus acciones y pensamientos. En un momento de sofoco, configuran un río crecido que mostrará la posible
catástrofe política de la nación.
Así en el
alma de la Adequidad[2]
tardaron en fusionarse las aguas exacerbadas de la política comunista del
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y el tenebroso aborrecimiento al
pueblo venezolano de parte de las ideologías populistas[3].
¡Ah, el
populismo, qué placer! Y para más ñapa el populismo latinoamericano.
En el empuje
de mis búsquedas y críticas, venezolanas, recuerdo a mi llorado Simón Sáez
Mérida,[4]
mi profesor de Historia de Venezuela, tutor de mi libro Ferrocarriles y
Proyecto Nacional en Venezuela, 1870-1925, cuando al final de los años 1970
teníamos aquellas tertulias improvisadas sobre tópicos políticos del país. Él
atisbaba como si fuera un formidable profeta con su experiencia
histórico-política que a la vuelta del siglo, el proceso político de Acción
Democrática, el partido de la supuesta modernidad venezolana, nos llevaría a un
desastre político semejante al que ocurrió con el Liberalismo Amarillo en 1899.
Presumía como avezado observador de la política venezolana que se produciría,
tal como iban las cosas, un ritual de repetición política debido al desastre a
que nos conduciría la Adequidad. Así me aparece la profecía cumpliéndose por sí
misma, cuando en 1999 sube al poder un velado dictador correspondiéndose con la
dictadura del partido del Liberalismo Restaurador de Cipriano Castro y Juan
Vicente Gómez empezando el siglo XX.
La condición
de haber fijado la conjetura cumplida del profesor Sáez Mérida, es que una vez
oída la cargué en las alforjas de mi viaje crítico de la situación económica y
política que comenzó a sentirse como problema en el paso del boom placentero
del “ta’barato dame dos” y “Miami nuestro” (1980)[5]
al viernes negro del 18 de febrero de
1993. Negrura que comenzó a ser intensa con el caracazo[6]
del 27 y 28 de febrero de 1989. Siguió la postración política con el golpe de estado (fallido) del teniente
coronel Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992, que repercutió el 24 de noviembre
del mismo año con otro grupo de militares. A salto de mata fue balanceándose la
crisis financiera de los años 1994-1995, para precipitarse con fondo cada vez
más negro en el período actual con el chavismo
que comenzó en 1999, y que continua en el abismo hasta el día de hoy.
Cuando me
propuse (1995-1998) ahondar en su raíz el fundamento sociológico y establecer
la episteme comprensiva para Venezuela antes del fin de siglo, me encontré con
un ejercicio de doble código recorrido por el análisis del conocimiento. Tal
hemos ido dibujando la realidad venezolana como un tejado a dos aguas: lo
afirmativo cultural se afianza desde su propia negación a ser una nación
moderna, la del vivir del trabajo.
Nada es
extraño, porque todo es y se vive como lo más propio, esto es, como siguiendo su vida desde su cultura
matrisocial correspondiendo con su ganarse
la vida a partir de su estructura social recolectora. Desde aquí se afirma
al ser, a lo que somos, negándole las
oportunidades asociadas al deber ser,
a su mejoramiento. Porque en el trascurso de un polo a otro se anulan los
deseos posibles del querer ser y los
esfuerzos eficaces del poder ser. Al
quedar guindando el ser sin puentes
con el deber ser, esta proyección
ética se obscurece como una cosa abstracta y enajenante.
Así nos
quedamos retozando en el descanso de lo
que somos (cultura), cercados por un matorral selvícola con lobos,
anacondas, cunaguaros, guacharacas, araguatos… aparecidos todos desde cualquier
sitio como la policultura animal, al mismo tiempo que vividos como una incomparable
megalomanía prolongada en nuestros comportamientos mágicos en la economía y la
política (como vaya viviendo vamos viendo,
porque en el camino se enderezan las
cargas, y se sale del problema como
quien no quiere la cosa).
Pero al
incorporarnos del descanso bajo el
samán de Güere[7],
para emprender el viaje de la sociedad,
no atinamos a cruzar jardín alguno elaborado por las relaciones de sociedad.
Nos detuvimos, pues, para quedarnos en el descanso
(del viaje) para sentirlo placenteramente como un refugio, a veces como un
enclave del cazador, para asaltar a los pasajeros que pretendan sembrar
vergeles en el viaje de la sociedad.
En choque
entre el cazador real y el jardinero posible, sin ni siquiera suponer al
guardabosque, propulsa conflictos que lucen naturales, como de lógica
silvestre, a la que hay que aceptar casi con inocencia, pero que en realidad se
trata de una fuente de incertidumbre a la que acompaña una dosis de ansiedad
considerable. Ambas se instalan en el interior de las personas y también,
aunque de un modo crecido, en el interior de la sociedad.
Incertidumbres,
ansiedades, miedos como corolario, derrumban personas y sociedades. Porque las
debilitan en sus resistencias normales, para después intervenirlas
sugestivamente y dominarlas. Así las paralizan, y las reducen a un reposo
permanente de pasividad. Está claro que el desencadenamiento de la
incertidumbre es el objetivo del poder de dominación (no de gobierno) que
pretende mantenerse en su sitio por siempre y sin fin. Así su política es no
informar; al mismo tiempo que disminuir las posibilidades de la información
paralela: cierre de canales de TV y de la radio o su compra por personas afines
al gobierno, negación de divisas para la compra de papel para la prensa
periódica, y al final alzarse abusivamente con la hegemonía comunicacional.
Difícil se
ve cómo podría modificarse la situación para mantener la libertad de acción. El
supuesto es que las personas y la sociedad pasen de un estado de reposo a un
estado de movimiento, de la pasividad a la activación por preguntarse sobre los
desacuerdos provocados por la incertidumbre, y sobre las huídas tocantes a marcharse del país (emigrar). Difícil, porque el
poder pretende que aceptemos nuestra derrota actualizando la culpabilidad
social que nos proviene de nuestra bastardía social (falta de paternidad) y de
nuestra poca constancia en el comportamiento social (aquí no se puede hacer nada).
¿Cómo
cambiar nuestra suerte?
Poca cosa es
pensar que reducir la incertidumbre
va a librarnos del estado de reposo y dependencia. También insuficiente
imaginar que con evitar la
incertidumbre, no va a tocar a nuestra puerta el problema de la ansiedad. Lo
correcto es pensar como ineludible el enfrentar el conflicto, y mejor aún que
lo perfecto es crear el conflicto
para controlar y organizar la incertidumbre de un modo protagónico, para que la
incertidumbre juegue a nuestro favor.
La reducción
implica mantenerse en la conformidad con lo que ocurre: se amortigua el
conflicto pero el problema sigue. La evitación supone imaginar que la situación
ha entrado en un estado de normalización del conflicto, por lo tanto éste, al
hacerse costumbre, se disuelve y deja de representar un problema. La aceptación
del conflicto (para enfrentarlo) y aún la producción del conflicto, dan la
pauta para activar un punto de innovación, como principio del cambio social que
transcienda la incertidumbre negativa. Allí donde no había conflicto, la
innovación se encarga de crear uno mediante la intensificación de las
divergencias sociales. Tal es la condición indispensable para empujar un estado
de dependencia y mentira, a un estado de libertad y verdad.
La
evaluación de un cambio auténtico en Venezuela pasa por una acometida contra el
conflicto actual desde una postura de innovación. El sujeto que la
desencadenaría no puede sino referirse a la generación de la base social de una
minoría activa; minoría nómica cuya actuación no se apoya en una posición de
privilegio social, ni en su competencia de autoridad (desde arriba), sino desde
su reconocimiento desde abajo, de donde emergiera aún su liderazgo visible. Se
trata de generar un contra-poder, que desencaje la normalización de los
compromisos o componendas, las negociaciones y las concesiones mutuas, para
proponer otras opciones con criterios bien definidos. Esta definición asegura
la posibilidad de otro comportamiento con una base firme de acción que canalice
los interrogantes que se suscitan en la mayoría poblacional, perpleja ante el
incremento de sus propias incertidumbres.
Es así como
la minoría activa, disidente, puede producir un efecto de demostración que
permita la justificación de un proceso de innovación social. No importa si la
minoría sigue utilizando el mismo lenguaje, y se continúan haciendo los mismos
actos, empero el contenido de desempeño (performance)
es otro, uno nuevo. Es lo que se conoce como reconversión en un proceso de cambio total. Puede que la innovación
luzca como conformismo, cuya correspondencia sería la recuperación, cuando en
realidad la minoría activa innovadora está proponiendo un contra-conformismo,
cuyo resultado será el de un movimiento social con efecto sobre la sociedad
como un todo. La autenticidad de esta minoría es que se inscribe en lo nómico
del orden para crearlo de nuevo como tal desde dentro; no es una minoría
anómica, ni subversiva ni perversiva.
La
consolidación innovadora radica en que la perturbación causada por la
incertidumbre, se incorpore a la acción conflictiva, no sólo para controlar el proceso
conflictivo, sino para curarlo en sus efectos
perversos ubicados en el interior de las personas y de la sociedad. Estos
sujetos tienen que trabajar la incertidumbre y la ansiedad asociada en ellos
mismos para generar resistencias al miedo que les pretende sitiar. Se trata de aprender
de la incertidumbre con orientación al desarrollo de la capacidad de la
innovación propuesta por la minoría activa.
En este
engranaje, la transformación obedece a distinta medida: si es personal o si es
social. Es decir, la medida de la acción se ejecuta si es un área de acción
micro (pequeña, la del in-group) o si es la de un área de acción macro o del
movimiento social. Si no se manejan bien estas medidas o niveles, puede
permanecer la incertidumbre negativa en la acción transformadora, y con ello la
frustración y la vuelta a la inercia y la pasividad (aquí no pasa nada, aunque esté pasando de todo).
La sociedad
venezolana tiene una ocasión de oro para aprender su viaje a la sociedad, con
ocasión del estado de destrucción social y política actual del país. Es
necesario salir del descanso cultural matrisocial y ponerse a trabajar la selva
haciendo de ella un jardín, y domesticar sus anacondas, cunaguaros, guacharacas
y araguatos (aún en la ciudad). Se trata de abrir en la selva no ya conucos[8]
ancestrales, sino haciendas agroindustriales, y aprovechar las aguas de ideas
promotoras para producir energía de industria cultural, sembrando así el
petróleo. Pero por sobre todo, la sociedad venezolana necesita producir minorías activas, que estimulen los deseos de ser en la gente, para que ésta
se reconozca en sus poderes de ser, y
llegue, al fin, en el viaje de la sociedad, a donde debe ser y estar.
[1]
Referencia al título del libro de Luis Díaz Viana: El regreso de los lobos, con cuya imagen elabora una investigación
sobre la respuesta de las culturas populares a la era de la globalización.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Madrid, 2003
[2]
Así se titula el libro de N. Acostas y H. Gorodeckas que analiza la gramática
política del Partido de Acción Democrática, partido socialdemócrata miembro de la internacional socialista. Centauro,
Caracas 1985.
[3]
“¿Qué frase retrata hoy al país? –En la Venezuela de hoy hay un gobierno que no
quiere a los venezolanos” Final de la entrevista a Moisés Naín por Patricia
Spadaro G. El Nacional, sección de Siete Días, 19 de julio de 2015. La
ocasión de la entrevista es por la publicación del libro El fin del poder, donde analiza los límites del poder. En dicha
entrevista, Moisés Naín enjuicia al populismo como catástrofe en tiempos de
modernidad, es decir, del trabajo; lo manifiesta cuando dice: “Venezuela lo
único que tiene que mostrar es una década en la cual a muchos venezolanos el
gobierno les regaló la posibilidad de sobrevivir sin trabajar”.
[4]
Inició su militancia política en las filas de Acción Democrática en los años de
1960. Fue líder dentro de la juventud adeca, y junto con Domingo Alberto Rangel
y Moisés Moleiro fundaron el Movimiento de Izquierda Revolucionaria,
separándose del grueso del partido y asumiendo la lucha armada. Su práctica se
concretó siendo uno de los jefes, el político, en la revuelta del Carupanazo
(Carúpano es una ciudad costera del oriente venezolano). En la pacificación del
presidente democristiano Rafael Caldera el año 1970, se dedicó a sus enseñanzas
de historia y a su actividad política universitaria. Como mente lúcida nunca
aceptó las propuestas del teniente coronel Hugo Chávez que significaron para él
el cumplimiento de su conjetura. Aunque ya no recordaba su conjetura, tuve la
ocasión de recordársela en los primeros años del siglo antes que unos malandros
le causaran la muerte con un hierro lanzado sobre su vehículo automotor desde
el puente Longaray en la autopista Valle-Coche. El se extrañó mirándome a fondo:
“¡yo dije eso!”, para volver a pensar en su trayectoria de vida, salpicando.la
conversación con suspicacias críticas al chavismo en auge.
[5]
Compra de segunda vivienda en Miami para el disfrute vacacional por parte de la
clase media.
[6]
Se refiere a los saqueos de supermercados y fábricas por parte de los sectores
populares de los barrios ocurridos en la ciudad de Caracas como respuesta a los
ajustes económicos que propuso el gobierno de Carlos Andrés Pérez, que suponían
un duro golpe a la economía basada en el populismo y que incidía fuertemente en
los sectores populares. Aunque considerable volumen de la clase media también
se aprovechó del ambiente de los saqueos.
[7]
Árbol de copa inmensa que alberga una sombra fresca en la vega tropical. Güere
es un sitio de producción de samanes en el estado Aragua que se ha establecido
como un mito histórico: en el descansó el Libertador Simón Bolívar en la guerra
de independencia. Cuando se ha querido evocar la culminación de la
independencia por diversos gendarmes históricos se ha ido a juramentar bajo el
Samán de Güere. Así ocurrió con Hugo Chávez y su coalición militar para
justificar el compromiso del golpe de estado.
[8]
Es un claro en la selva; como unidad de producción representa al sistema de agricultura
itinerante, de trabajo extensivo o natural, y de un pluricultivo de dieta rural
(tubérculos y raíces), en el que las plantas se mezclan según un orden
selvícola con objeto de defenderse de la lluvia, el sol, las plagas, insectos y
la excesiva humedad. Por oposición al huerto que guarda una semejanza con un
orden de bosque, con su trabajo intensivo y sus productos especializados para
la dieta urbana (las hortalizas), orden monocultural al fin, aunque sumen varios
cuadrantes en el universo del huerto.
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