PRESENTACIÓN AD LÍBITUM EN FAVOR DEL EMIGRANTE
Hay pérdidas que pueden
revertir en posibilidades de ganancias. Es como decir que la destrucción puede
llevar al aprendizaje, si nos disponemos a aprender de la desgracia. El
resultado se origina cuando el individuo al fin se ve forzado a saltar los
límites en que está atrapado, y salta para enfrentar el futuro con sentido de
riesgo; riesgo que le impulsa a emprender cosas como protagonista de sí mismo.
El símbolo del arraigo suele jugar el papel de una situación de atrapamiento.
Si se encarama sobre éste, el ser humano se coloca en una alternativa de
producción de realidad impensable. La nueva situación se define por el símbolo
del intercambio: éste impulsa al individuo a forzar la barra de las relaciones
sociales, y hacerle sentir el momento que le convoca a la innovación.
Es el escenario en
progreso del emigrante, del exiliado, de la diáspora. Frente al nativo,
limitado a su pequeña medida de intercambio tranquilo, el emigrante se encuentra
en una situación de privilegio arriesgado, (tal es la base de su transvaloración):
la medida del intercambio es mayor y su calidad superior. Su soledad crecida hace
que su encuentro con el otro sea tan fecundo que genera en la sociedad de
llegada un valor social original. Desde su extralimitación nativa, primero, y
política después, el emigrante se resitúa en el alargue de sus posibilidades
sociales; realidad extra que, en torno a él, configura un “país ulterior” que
pretende la vitalidad de todos los sitios.
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