En esta obra se presentan algunos ensayos de Antropología Política Latinoamericana que intentan dilucidar una clave interpretativa: el concepto de pueblo. El pensamiento popular se abre de un modo inmediato a las constelaciones históricas de lo social y lo político; sus relaciones se elaboran en conexión directa con los viejos usos de la sociedad civil. El pueblo no es un “buen salvaje”, ni una “clase que representa la barbarie dentro de la civilización”, ni un “jeroglífico indescifrable para el entendimiento del civilizado”, juicios suelen aplicarse al pueblo haciendo gala analógica de los que ya Marx endilga al campesinado. Campesinos y pueblo son actores sociales y constituyen un escenario de salvación para las sociedades gastadas por la pérdida de la imaginación y el maravillamiento, por el desarrollo defectuoso de la comunidad y el mal gobierno. Aun cuando el pueblo vive lo político como un drama mágico-religioso, lo político es también imprevisible para el pueblo; resulta grave que su descuido por este aspecto lo lleve a auto-abandonarse como pueblo (Briceño Iragorri). Es aquí cuando la élite dirigente debe entrar a jugar su papel, como parte de la constitución del pueblo, y la fatalidad para éste es que la élite no exista o que, de existir, no cumpla con su papel doctor, o que se inhiba ante las hambres ancestrales del pueblo (María Zambrano).Aun en su desamparo, el pueblo es un reservorio político por sus capacidades de montar el espectáculo festivo-comunal y por su poder de escenificar su ritual de rebelión.
viernes, 21 de mayo de 2010
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