martes, 10 de junio de 2025

EL LOCO DE LA TORRE. GENEALOGÍA DE LA "MIRADA DESDE LEJOS"

 

                         corro y torre de San Juan en Paredes de Nava (Castilla y León)

Admonición: He aquí la saga o justa que celebra el 15 aniversario de este blog. No es un simple potpurri, pues los temas se suceden en un drama que desarrolla el autor como un desafío de penetración científica, y en ello le va el alma y su resurrección en obras. Gracias por asistir a esta justa socio-científica de la mirada del loco, del testimonio de autor y del proyecto que remonta la utopía.

El Loco de la Torre. Genealogía de la ‘Mirada desde lejos’

Dedicado al Grupo

“Gerenciando la salud mental”

Trabajo Social de la Asociación de

Profesores de la UCV.

 

El viejo pueblo de la infancia

fantasma en llanura adormitado

con soledad de cielo.

 

Hunde en la nava la cigüeña sus zancas;

desde el humedal su vitualla al aire que gira

su vuelo al ventanal anidado;

torre de San Juan, sin espadaña, eminente;

espía plano caballero.[i]

 

Había una vez un loco en el pueblo que decía que subir a la torre de la iglesia era llegar y estar en una montaña. Porque desde allí podía ver toda la llanura de la nava, que era ver a todo el mundo. Aquella meseta de tierra y su humedal guardaba cigüeñas, cernícalos, ovejas en rebaños y manada de mulas con su mulatero como pastor del ganado.

Así de atrevido, yo me subí a la torre esa, de la iglesia de San Juan, y lo hice con un poema. En éste sentía viéndolo como giraba la tierra que dicen que es redonda, y entonces me vi allí columpiándome, como si estuviera en un columpio del parque de la ciudad; ese mundo citadino que imaginé después como soñado desde el pueblo cuando iba de compras con mi madre en el tren a la ciudad de Palencia.

Después no he sabido como también me ha ido dando vueltas la cabeza que en su locura me llevó a ir a vivir a un mundo extraño, allá ‘a lo lejos’ visto, y que casi, como a Elcano, a dar la vuelta a la tierra por primera vez, y así organizar en mi inconsciente la vida fantasmal de la aldea de Villorido, y detenerla en aquel paraje que se contiene en sus tojas al pie de páramo castellano. La torre de San Juan era mi locura; subida a las alcándaras de mi imaginación, se ubica en la fachada de mi inconsciente étnico y social presidiendo como clave de interpretación la portada del libro de mi autobiografía.

Yo soy un enamorado de las torres, las que me vienen a la imaginación se encuentran como expresión edificada de la comarca de Tierra de Campos, hoy dicha para el turismo Campos del Renacimiento (español, por cierto). La torre nos refiere la altura, construida con arte, y cuyo objetivo social, es mirar al mundo desde arriba montado sobre uno mismo como virtud de posición ética. En mi caso, también diseña la perspectiva o proyección con el significado pro-activo de la excelencia en el ver y en el pensar. 

En este momento el giro de seguir al vuelo de una cigüeña que vino a posarse en su nido en la buhardilla de la torre se me convierte en un espiral de la memoria, por todo lo que la imaginación de la ‘mirada a lo lejos’ puede identificar la laguna de la nava, el canal de Castilla y los puentes con sus rozaduras en las piedras como señales del paso de las barcazas tiradas por las sogas de hierro, dejando atrás la dársena de la Casa del Rey. Luego subiéndome sobre mi mirada imaginaria recorría las mesetas altas de los páramos donde estaban las tojas de la aldea de La Balbuena y de la Ciudad (de Intercacia), las de los majuelos de Santo Coloma y Carrospino. En las orillas de aquellas tojas, manantiales y humedales habitaron las tribus Vacceas de los Celtas; luego vino otra agua, traída como corriente, el canal de Castilla, ingenieril e histórico atravesando la meseta irredenta de Tierra de Campos, mostrando un proyecto de desarrollo al interior de Castilla que aspiraba a conectarse con ventajas al mar de los cántabros, al norte.

La invitación a expresar un estado de ánimo que se nos hizo al grupo de jubilados “Gerenciando la Salud Mental” de la Asociación de Profesores de la UCV, se tornó en un desafío de actividad mental, que cada uno podía libremente inventarse según el motivo que le diera su inspiración. Quisiéramos o no, la orientación de los psicólogos-guías es que íbamos a dar con algún fundamento de nuestra realidad personal sea histórica, cultural política, científica… Con valentía asumí el reto y recordé al antropólogo, Ralph Linton, en sus estudios de Cultura y Personalidad cuando atina en su referencia:”No te vuelvas loco, pero si te empeñas en inventar algo con ideas, no tendrás otro modo de hacerlo sino según tu cultura”.

Bajo esa orientación del antropólogo me subí a la torre de San Juan en Paredes de Nava, y ensayé, en clave del desarrollo de locura, a mirar no ya ‘a lo lejos’ sino a probar para obtener una ‘mirada desde lejos’ y con ello remontar otro tipo de mirada con otra trasportación imaginaria e intelectual. Ya la altura de los oteros, como las ‘torres’ que ofrece la naturaleza, señalaban el espacio elevado para mirar a las lejanías, allí vinieron asentándose los poblados ancestrales, que todavía ocupan pueblos y villas, hasta también se vivieron como puertos las cimas de los oteros para dar señales de acontecimientos naturales y/o sociales, que de lejos se aproximarían.

En esos escenarios donde se produce el poder natural de la mirada se inscribe mi inconsciente étnico que pudo, desde su humilde altura natural, originar las espirales de ponderarse sobre otra forma de mirada, trasportada hacia una conciencia social que regresaría sólo para dar cuenta del recorrido intelectual acontecido. Ahora podía reconocer antes de bajarme de la torre la capacidad protocolar de vocablos poblacionales como Tordesillas, Tordehumos, Torquemada, Torrelobatón, Torrejón, Torralba… era término ‘tor’ que hacía de pre-fijo y que traducía el vocablo latino de ‘turris’ (torre en romance), hilándose a su vez con el vocablo celta de ‘oter’[ii], como autóctono tal como también serán los vocablos de ‘nava’ y ‘toja’. El pequeño cerro en solitario en la inmensa llanura se identificaba como ‘otero’ tal como lo recoge el diccionario castellano, pero asociado también en su matiz de significado diferencial con loma, alcor, alto, serrijón, ladera, teso, collado, promontorio…

Desde esta levedad del territorio, que apenas toma altura en la excesiva meseta de Campos, la subida a la torre de San Juan, con arte edificada, me permitió pasar de la ‘mirada a lo lejos’, política y de control del espacio, a irme  a la ‘mirada desde lejos’, sociológica y del conocimiento, es decir, trasportarme a la América del Sur, a sus costas del mar caribe con sus elevadas sierras y montañas, a aquellos hombros de América del Sur, que así calificara como metáfora el gran poeta Alberti, y desde aquellas alturas y lejanía, mirar con otros ojos al mundo, también a los nuevos parajes que veía introducidos a mi memoria existencial, histórica y cultural. La lejanía de la meseta política ahora se transfiguraba en lejanía del conocimiento que iba y venía a mis requerimientos cognitivos como una centrífuga del pensamiento.

Con la ‘mirada desde lejos’ en mi panóptico imaginario pensante, me quedé contemplativo sobre el mapa de las calles y casas del pueblo, y solamente al llevar la mirada de cerca a las otras tres torres que se erguían en ese mapa, cada una con su base en los templos de las iglesias, me revolví en mi imaginación para adquirir la potencia de una mirada otra, la ‘mirada desde lejos’. Entonces la mirada se tornó intelectual, subida a las alcándaras del pensamiento. Las tojas dejaron de estar simplemente ‘a lo lejos’ del pueblo, pues cobraron suficientemente hondura étnica, como un topónimo que indica un hidrónimo prerromano, que permitía la vida sedentaria a sus orillas de las tribus vacceas; derivada de la base indoeuropea ‘tugia’ (lugar fangoso) implicaba la condición del asentamiento rodeado del encinar que cubría el páramo con el frío cierzo del otoño y el caluroso bochorno del verano.

Asimismo la nava se perdía por espacios en la meseta mostrando el rostro de sus charcas expandidas, sin profundidad, de suerte que la imaginación popular lo entendiera como laguna, cuando en realidad la nava en su acepción auténtica es un humedal, de aguas que le vienen concentradas y emergentes del subsuelo. Más que un barrizal, la nava viene asociada con lo umbrío que del monte crecido asociado al humedal vienen las humedades. El vocablo de Pallantia (Palencia) viene a significar lugar umbroso y húmedo, como lo sabemos del lugar de la aldea de La Palencia y de su cerro cercano así también llamado, en la geografía oriental de Venezuela.   

Cuando he tenido que volverme loco para ver de nuevo, y por lo tanto en retrovisor de la ‘mirada desde lejos’ los campos y su geografía social y cultura hasta donde abarcaba la presencia de la ‘mirada a lo lejos’ subido a la torre, no se me venía como referencia ningún lugar atrayente de la península donde tuve experiencias intensas como junto al río Tormes en Salamanca. El pensamiento volaba a la fábrica de hacer “miradas desde lejos” como una nueva y original forma de ver mi inconsciente étnico en la leve patria nativa, de la cual uno no se puede despojar, ni tampoco arrumbar a un lado, porque como dicen los psicoanalistas (Jung), los etno-psiquiatras (Devereux) y los sociólogos (Touraine), echada afuera de tu conciencia la etnicidad, estás seguirá funcionando, y en ese caso impunemente, sobre tu pensamiento y este producirá conocimiento científico siempre tiznado de tu etnicidad.

¿Qué nos queda? Sencillamente “gerenciar nuestra acción mental”. Y aquí viene el asunto complejamente, es decir, aprender a gerenciar la mente. No sé como se podrá aprender esa gerencia mental si nos encontramos en plena locura, inventando además miradas nuevas y originales, como es la ‘mirada desde lejos’ cuya elaboración y ejercicio está contaminado subjetiva y objetivamente también, por la etnicidad que tenemos colada en nuestra mirada cercana, étnica, experimentada de presente ‘a lo lejos’ subido a la torre, al otero, al alcor de nuestra vivencia histórica esencial.       

Si desde los puntos de vivencia personal no daban lugar atrayente en la península, como cuestión trascendental tuve que empinarme en los hombros de América del Sur, mi patria ulterior, y enriquecer mi etnicidad inicial para potenciar ese pensamiento urgente de una producción crítica de mi conocimiento científico. Así se reorganizó etnohistóricamente cómo las tojas cobraron significativa hondura étnica en sus aguas de manantial y lluvia, y las navas siendo humedales siguieron pensados como lagunas en medio del mar de trigo de Castilla, y el canal de agua ingenieril fuera vivenciado con su dársena como un puerto del mar océano. La espiral de la memoria no cabía en los giros de la “ancha es Castilla” étnica y geográfica, que tenía que imaginarse en la realidad de una “ancha es Castilla”, social e histórica.

Así la espiral de la memoria devino en la espiral de un pensamiento trashumante, que a su vez se hizo camino al andar por la Venezuela, y remansar como referencia nacional la mirada bajo las laderas de la montaña del Ávila, señera de la fundación de Santiago de León de Caracas. Eso sí que era ‘torre’ y cumbre de verdad, más allá del otero que divisa a lo dejos con su mirada de locura por ver lo halagüeño que viniendo del futuro, recoge en su visión la mirada primigenia de pasado. La locura da para todo lo imaginable, hasta lo utópico que encierra la verdad de todo proyecto de vida, y construir un testimonio viable para “gerenciar la salud mental” referida a una realidad que se haya vivido de cercanía actual, aún a lo lejos, porque se ha pensado en la lejanía de la memoria, aún y a lo mejor desde lejos.

En conclusión, la mirada ‘desde lejos’ que involucra otra lógica del mirar difiere de la mirada ‘a lo lejos’. Por lo tanto, aquélla consiste en potenciar un panóptico con carácter centrífugo para observar con otra intensidad, más escrutador, para la conceptualización de la realidad. Mi etnicidad en su inconsciente tembló cuando de la ‘mirada desde lejos’ con otra energía se la impulsó a enriquecerse con insumos extraños que implicaban una mayor capacidad para su reconfiguración y desarrollo. La locura tenía su razón de ser ante aquél desafío, vinculado a lo impensable.

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[i] SHS: “Sentimiento del pueblo desde la distancia”. La Ciudad Consolada en 'Labrado del Lugar'. Caracas: Ediciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, UCV, 2018, 36.

[ii] Tordehumos: según la toponimia antiguamente se llamaba ‘Oter de Fumos’. Es decir OTER sería Tore o Torre. Así es como el torque se convierte en torre de señales o de avistamiento u ‘oteamiento’ y ello genera el verbo ‘otear’ (mirar a lo lejos). De igual manera Tordesillas proviene su cristalización como vocablo de ‘otero del río’. El étimo de turre se origina en el término latino de turris (torre, castillo, fuerte militar) cuyo acusativo para derivar al romance castellano se declina como turrim.  

TESTIMONIO DE AUTOR


 

Resumen de Ponencia en las XIII Jornadas de Investigación, Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, 2 al 6 de junio de 2025.

S. Hurtado

Universidad Central de Venezuela

samuelhusa@gmail.com

La ponencia cumple función de conclusión en libro[i] cuyas secciones: depresión, emigración, desatención de país, se solucionan en las secciones: salvación y valentía de país, Venezuela. El motivo del ‘dolor de país’ atraviesa los capítulos, y de cuya debilidad surge la fuerza de la ‘valentía de país’. En la hondura de este paso emergente  está el problema del testimonio identificando una fuente epistémica (más que motivo) de la producción del conocimiento. Su originalidad implica un comenzar de nuevo a partir del dolor que se inscribe como un principio metodológico, pues el sufrimiento se presenta como desafío para expandir  el conocimiento. Se trata de padecer la realidad bajo forma doliente; en este caso, padecer la ‘crisis del país’ derivada en ‘dolor de país’ pretende mostrar la autenticidad crítica del conocimiento, porque se asiste a hacer de testigo que certifica con su proyecto de vida el anuncio del proyecto de país. Ello pasa a ser una imagen testimonial que refresca el entendimiento. El etnopsicoanálisis involucra una subjetividad sin sujeto, donde el actor doliente se sumerge en el dolor general, y en ese cometido obtiene la objetividad de autor con proyecto de vida que le compromete a cumplir lo que propone como valoración al adoptar la ‘valentía de país’. Así el método psicoanalítico demanda la existencia de los otros, subjetividad esencial para realizar en la sumersión del yo la realización testimonial. Tener un proyecto de vida duele, porque obliga a moverse hacia su reconfirmación en y por los demás; tal atrevimiento que como desafío despega un plusvalor, es fuerza y energía que indica la valentía, necesaria en tiempos de crisis del país para adquirir nuevas capacidades que implicará el comenzar de nuevo la producción de conocimiento.

Palabras claves: Conocimiento, testimonio, sufrimiento.

CODA. Soledad y viandancia me llevaron hasta formular para entender el testimonio de autor en un país lleno de cambios y al mismo tiempo en la misma inercia de saber y entender, según su etnocultura. Mi singularidad de científico (sociólogo y antropólogo) equipado con una mirada desde lejos de ese país, y al mismo tiempo desarrollada en la práctica científica, me llevó a trabajar en la soledad, y al mismo tiempo protegerla, al revés que Kafka (Moeller, III, 348), pero no como autodesarrollo de la subjetividad en sí, algo así como una auto-justificación, sino como una búsqueda de la verdad del país, -la verdad, hoy día tan denostada-, -y país donde yo logro consolarme y remediarme-, según el sentido del según Isaías, capítulo 40 del Consolámini, consolámini, que anuncia la esperanza del país y con ello la esperanza de mi esfuerzo en obras.

En ese empeño, se iba empoderando mi pensamiento viandante de sí mismo y del inconsciente del país. Era la marcha del mismo en la lógica de un nomadismo del pensar, ya no del pensamiento discursivo (Moeller, III, 359), sino de un pensamiento de la acción práctica sociológica y con atuendo antropológico, distante pues, de la especulación, lo inerte contemplativo, de asunto filosófico y de crítica cultural literaria. Ha sido algo que ha rezumado un proyecto de vida como anunciando un proyecto de país perseguido aunque fuera con un pensamiento viandante, a lo aristotélico. 

 

Referencias de la Coda

Moeller, Charles. Literatura del Siglo XX y Cristianismo.

III La Esperanza Humana.  Madrid: Editorial Gredos

, 2ª edición revisada y aumentada, 1960.



[i] SHS. Valentía de País con Coraza Doliente. Cómo salvar a un pueblo en su depresión, emigraciones y desatención. Caracas: Doctorado en Ciencias Sociales. Universidad Central de Venezuela, 2022.  En publicación.

PROYECTO Y UTOPÍA EN DESENCUENTRO

Un proyecto es una idea, una irrealidad, a la que una vez constituida, dejamos que nos impulse, nos guíe, nos sugiera o nos obligue a invertir en ella tiempo, recursos, atenciones. Un proyecto dista de ser una utopía, o un plan, programa o diseño. Es una pauta que ayuda a buscar metas, planes, a encontrar objetos, a lograr cumplirlos, y a inspirar ocurrencias que desarrollen la creatividad y la creación de lo proyectado. Es un pro, un adelanto que nos proponemos de lo que vamos a hacer, esto es, un favor o protección que nos damos por adelantado.

La utopía no exige inversión de tiempo, ni de inversión otra, porque no está orientada al quehacer de la acción, ni a transformar laboriosamente la realidad; obliga a permanecer en una espera trascedente en una contemplación que pudiera indirectamente desencadenar una eclosión social, pero no la pretende porque no emplea las racionalidades o recursos que la procurarían. En la utopía no se encuentra el deseo de actuar por parte del sujeto que la porta, sino que éste espera que la acción venga de fuera, que sea trascendente.

En el proyecto hay control de la acción, en la utopía no. Pero antes de entregar el control al proyecto, hubo posibilidades de elección, y, después, aún bajo las pautas del control proyectivo, el sujeto conserva su libertad en la conducción misma del proyecto, en el fondo del cual se expresan sus gustos, sus emociones, sus luchas y negociaciones, es decir, las expectativas de una creación de realidad, de mundo, y esto le hace al proyecto diferenciarse también del plan, del programa, del diseño.

Estos últimos procedimientos se generan desde una representación descriptiva que explicita una guía u orientación para obtener un objetivo o realizar una tarea. El proyecto es anterior a estos procedimientos, pues antes hay que saber lo que se va a hacer, y entonces comenzamos a imaginarnos cosas, y a ponerlas delante de nosotros, y así hacerlas problemas, crearlas como objetos. Plantear un problema es un acto creador de realidad. Ya el mismo proyecto es en sí mismo misma invención como  problema que se planea en tanto realidad pensada frente a la realidad cruda, de mundo a ver y crear en su objetividad. Hacer un proyecto es crear, y específicamente con ello, al crear problemas en ciernes de objetividad, es para el autor del mismo crearse problemas de subjetividad objetivante y también hacérselo a su misma subjetividad en soledad. Pero también el cómo se formula el proyecto es una demostración (previa, y también posterior) de la acción proyectada y emprendida.

He aquí, cómo de la formulación del problema al emprendimiento de su acción resolutiva, tiene lugar la gestación del proyecto.

En las investigaciones de la organización social venezolana, encontramos que la existencia de lo público presenta verdaderas dificultades en las representaciones colectivas. Si decimos, como conclusión desganada, que lo público es un problema, puede inspirarnos un proyecto de investigación según lo canalicemos en una teoría en cuanto la pretensión de su explicación. Pero es una inspiración que es necesario trabajar para que el proyecto no se quede en una idea o en el vacío de la idealidad, y por lo tanto sin transcendencia, terreno fértil para las ideologías donde pueden caber los talantes utópicos sin remedio alguno.

Si tomamos la intención de hablar de la sociedad como un proyecto, a diferencia de sistema u organismo, teatro o viaje, es porque nos facilita el empleo de la idea de sujeto que produzca o diseñe la sociedad como obra a realizar y a ser responsable de la misma, siempre abierta a su creación y controlable a su juicio razonable, y además de un sujeto ejecutante de esa obra. Dicha actividad subjetiva dista de los procedimientos como el plan, el programa, la promesa, etc. (Hurtado, 2000: 21). Por otra parte si hablamos de la sociedad como utopía, estamos expuestos a caer con el’ proyecto de sociedad’ en una ideología, y por lo tanto de entendernos deficientemente con lo utópico como posibilidad de analizar lo real y lo posible, así como de no diferenciar bien la correspondiente relación entre lo imposible y lo impensable, por lo que nos refiere Bourdieu en su Sentido Práctico, merced al ‘privilegio de la totalización’ (2008: 131-133; Cf. Bourdieu, Chamboredon y Passeron, 2011: 78, 82-83, 84-85).

Henri Lefebvre que toma la orientación analógica de la utopía, este concepto aparece como desorbitado en su manejo. Así cuando le enfrentan en la entrevista (Lefebvre, 1972)[i] tiene que lidiar con los distingos de sus adjetivaciones ejecutando los sub-fijos para referirse diferencialmente a las situaciones de realidad tanto de lo real como de lo posible y lo imposible-impensable. Así cuando el entrevistador lo califica de ‘utópico’, se siente tratado como un ideólogo; entonces apela a reelaborar el término de utópico como ‘utopista’, partidario de lo real posible, y cuando la realidad está contrahecha o segregada en su estructura, y ni siquiera lo real se realiza como objeto virtual, emplea el vocablo de ‘utopiano’[ii]. Ello le obliga a una invención ad casum de modelos de análisis entre los vocablos de la tricotomía: utópico, utopista y utopiano, para señalar fronteras entre los sentidos que se imbrican tan fluidamente[iii]. Al fin, la idea de proyecto queda desactivada ubicándola en la de procedimiento, dentro de los imperativos del plan y el programa (Lefebvre, 1972: 141).    

En conclusión, a diferencia del plan, programa, idea al aire u ocurrencia, que se asocian con lo artesanal y el conocimiento (no epistémico, como lo señalado como popular y lo superficial), el proyecto participa, se resuelve como un arte, un concepto, porque se vincula con el pensamiento y su subjetividad, esto es, con una episteme, en la que el pensamiento se hace reflexivo, razonable y controlable en la producción conceptual tanto para la producción filosófica como para la producción científica.

Si queremos ser positivos y trabajar con ventajas, tenemos que decir que la utopía a de reconfigurarse con lógica de proyecto si pretende tener consecuencias de realidad objetiva en la creación de mundos de conocimiento. En esta perspectiva el proyecto, como figura analógica, contiene una potencialidad metafórica que favorece el camino a la entrada del entendimiento[iv], mientras la utopía como símil, analogía o metáfora puede decir demasiado pero no lo suficiente para el pensamiento, como acepta el mismo Lefebvre (1972: 226), y entonces embrolla el camino de las ideas no despejando, más bien opacando,  por su exceso de imaginería, la luz en que necesita ocurrir el entendimiento del mundo a representar.  

Bibliografía

Bourdieu, Pierre (2008). El Sentido Práctico. Madrid:

Siglo XXI en España.

Bourdieu, Pierre, Jean-Claude Chamboredon y Jean-Claude

Passeron (2011). El Oficio del Sociólogo. Buenos Aires:

Siglo XXI.

Hurtado, Samuel (2000). Élite Venezolana y Proyecto de

Modernidad. Caracas: Ediciones del Rectorado,

Universidad Central de Venezuela.

Lefebvre, Henri (1972). La Vida Cotidiana en el Mundo

Moderno. Madrid: Ed. Alianza.

Lefebvre, Henri (1975). El Derecho a la Ciudad. Barcelona:

Ed. Península.

Lefebvre, Henri (1976). Espacio y Política. El derecho a la

ciudad II. Barcelona: Ed. Alianza.



[i] “Puesto que no ratifico las coacciones, las normas, los reglamentos y las reglas, puesto que pongo el acento en la apropiación, puesto que no acepto la realidad, y que lo posible, para mí, forma parte de lo real, soy un utopista. No digo utópico, dese cuenta, utopista, partidario de lo posible” (Lefebvre, 1972: 231).

[ii] “El derecho a la ciudad, contemplado en toda su extensión, aparece hoy en día como utopiano (para no decir peyorativamente: utopista. Y sin embargo, ¿acaso no se debe inserir dentro de los imperativos, como se suele decir, planes, proyectos, programas? Su precio puede parecer exorbitante…” (Lefebvre, 1976: 21).

[iii] “Quedaría, por descartado, la socialización, es decir, que el pueblo en su totalidad, transgrediendo las relaciones de propiedad, ocupase y se apropiase del espacio social. ¿Acaso sería, hoy en día, una consideración utopiana? (Llamo utopiano, poniéndolo en contraposición con utópico, lo que no resulta factible hoy por hoy, pero que puede llegar a serlo el día de mañana” (Lefebvre, 1976: 143)

[iv] “Camino del proyecto de la modernidad, es notable cómo se ha venido abriendo paso una ‘pretensión’ (aspiración, o mejor, una ilusión), que los postmodernos llaman espejismo, de entender la ‘sociedad como proyecto’ Esto es muy diferente de entenderla como ‘sistema’ (cibernética sin cibernauta), como ‘organismo’. Hay que señalar en todo esto que la sociedad, como no es un sistema, ni cuerpo, tampoco es in proyecto. La sociedad es sólo un conjunto de relaciones sociales cuya producción es susceptible de ser entendida de múltiples maneras…Nos interesa  la consideración del símil del ‘proyecto’ porque permite introducir la idea del sujeto, y con esto, por una parte, enmendar la crítica de la modernidad como exclusivo triunfo de la racionalidad instrumental (o modernización), y, por otra parte, hacer rendir el conocimiento sobre determinada producción de las relaciones sociales al infundir en éstas aspectos del proyecto” (Hurtado, 22-23)