ciudad y sociedad deglutidos por el poder político |
¿Qué relación existe entre el capital
étnico cultural y las relaciones de sociedad?
¿Qué es lo que pasa en el fondo
cultural, y no es posible otro, del colectivo venezolano? ¿Cómo interpretar la reacción
de la llamada sociedad civil? En el capital cultural del colectivo no se genera
la lucha por alcanzar las relaciones de sociedad. Si existe una reacción de la
“sociedad civil organizada” no se resuelve
sino como enclave con el sentido de fuerte vicariedad en la que el
colectivo delega absolutamente todo su esfuerzo: no asume, ni procesa, si es
que se requiere algún empeño, dicha reacción10.
Sin resonancia en el colectivo, que
permanece en la inercia como destino cultural, está afectada la posibilidad de
la existencia de la sociedad civil. Aquí se significa ‘civil’ como asunto de
hacer sociedad, que resulta un pleonasmo
necesario (De Miguel, 1997) para significar lo opuesto a sociedad natural o
comunidad. En este año electoral del 2000 podemos observar tres procesos del
enclave:
1)
Enclave sin efecto: la reacción de la sociedad civil organizada (SCO) comienza
desde enero, días después de anunciar el día de los comicios. Dicha reacción no
incide en la marcha del proceso electoral.
2)
Enclave con efecto retardado: a partir del 22 de mayo, en vísperas de los comicios, se
produce una primera consulta a la sociedad civil organizada con motivo del
anuncio de la inviabilidad del acto comicial.
3)
Regreso al enclave sin efecto: Reacomodada la dirigencia política oficial en la
“normalidad” del proceso abortado, la segunda consulta a la sociedad civil
organizada a primeros del mes de junio interrumpe su actividad sin llegar a
conclusiones efectivas, por lo que regresa al proceso que se reinicia con el
próximo anuncio de la nueva campaña electoral, cuyo acto comicial parece ser el
30 de junio.
Si no ocurre el ‘efecto’ podríamos
decir que no existe el problema, cuando ello es el verdadero problema. Pero
cuando el ‘efecto’ ocurre de un modo retardado emerge el problema en la punta
de su ‘iceberg’. Vamos a quedarnos ahora en este problema de superficie; porque
el problema de fondo lo hemos explicado reiteradamente en nuestras
investigaciones.
La reacción caracterizada como
enclave con efecto retardado no significa otra cosa que una operación de
comodín cuyo resultado consiste en enmascarar el abuso del estado. Esta
operación social no pertenece a la intención de los actores civiles, pero el
sistema político la aprovechó para reorganizar su orden, aunque queden saldos
sociales aprovechables para la reflexión y para la acumulación de
experiencias que se reciclan en la
configuración de los enclaves de la acción social transformadora. La impotencia
de una sociedad civil mínimamente existente además, se ciñe a la prepotencia del
“sistema político” del taita que se debate en su propia ineficacia.
A medida que avanza la historia, la
prepotencia del taita se manifiesta
en finas relaciones invisibles de dominación, cuya acción se aproxima a la
lógica del “perro del hortelano”: ni participa, ni debate, ni deja participar
ni debatir al soberano (pueblo). Dicha prepotencia pasa por la capacidad de
silenciar los problemas de la participación que forzosamente generan conflictos
con el poder. Insistimos en que esa capacidad no se asocia a una afirmación
social, sino a la inercia productiva del negativismo social: no hacer nada
produce dividendos.
Los sectores que apoyaron al taita (Hugo Chávez, cuyo mito del “maisanta” llanero
quiso él revivir) en 1998 y que pretendieron participar aportando conocimientos
y compromisos, se fueron desgajando del entorno del “taita” en, al menos, tres
grandes bloques: los primeros fueron intelectuales, académicos, altos
funcionarios, profesionales del derecho, historia y comunicación social. Los
segundos expresan todo el conjunto de comandantes pares del presidente, que se
alzaron con éste en los intentos de los golpes de estado del año 1992. Los
terceros se vinculan con el pequeño partido Patria Para Todos (PPT); el llamado
“polo patriótico”, que cada vez más capitaliza Chávez y su amorfo partido
Movimiento de Quinta República (MVR), se va limpiando de aliados camino del
monopolio político de la ideología patriota.
El taita no tiene capacidad de debate porque el suyo es un discurso
único construido cada vez más con base en un monólogo; no admite señalamientos
que no le gustan aunque les oiga, ni oposición a la que no sólo no tolera sino
respecto de la cual detenta una incapacidad cultural para decir que existe.
Así, por ejemplo, el Frente Militar Institucional ni es frente, ni es militar,
ni es institucional: la palabra sacramentalmente mágica es eficaz, la cual
priva de toda realidad a la mismísima realidad viviente. Entonces, la diatriba
con que se crece el taita se orienta y ocurre a costa de los actores de las
organizaciones corporativas: los representantes de la iglesia (obispos), los
periodistas cuando se desmarcan con la información ‘veraz’, los directivos de
FEDECAMARAS que demuestran el estancamiento de la economía, los gobernadores de
la oposición... En sus inquietudes, estos actores expresan zonas de la realidad
civil que denuncia el monopolio y arbitrariedad del poder del estado taita.
Importa definir lo sustantivo de la
“relación de la sociedad civil” en perspectiva democrática y de la
participación ciudadana. Dicha relación se encuentra en la dirección que toma
la “asociación” (o sociedad) con respecto a la impugnación de los planes del
estado. Para poder ver bien esta “relación” en Venezuela vamos a proceder
mediante el método comparativo del modelo gregario (el taita) y el de la
libertad individual (democracia).
El taita proporciona una elaboración
menguada de la identidad étnica, pues la dependencia y la exclusión definen la
relación del líder/masa: sólo el cascarón del símbolo del líder constituye o da
sentido a la masa, es decir, ésta solo existe en esa forma vacía. En cambio, la
libertad individual otorga las
condiciones de independencia y de inclusión de los actores que son
protagonistas de la relación societal.
El líder no define el criterio de
cada individuo, sino que únicamente coordina las iniciativas individuales para
potenciarlas en la institución y en la organización, de suerte que todos
participen en las ventajas de la acción común. Por tanto, el individuo puede
“asociarse” produciendo el tejido social, y eso es lo normal y lo favorable
para todos; pero el tejido social no es aún la “asociación”, ni la “sociedad
civil”, pero si se dirige críticamente hacia o contra los proyectos del estado
se desarrolla su “relación de ciudadano”.
El problema se torna complejo cuando en las relaciones con el
estado tanto el individuo como la sociedad civil no encuentran mediaciones. Sin
“asociación” (sociedad) no puede constituirse o generarse la “relación de la sociedad
civil”, y sin grupos intermedios como los notables y las corporaciones
comunitarias, el individuo no puede establecer su “relación de ciudadano”. Sin
polo de intercambio entre el estado y el colectivo, el estado se apodera de
todo el colectivo monopólicamente no dejando originarse ni crecer las
relaciones de ciudadanía ni de sociedad civil.
Tal es lo que ocurre en Venezuela;
como excepción, sin embargo, podemos decir que si hay alguna existencia de
éstas, es solo posible dentro de enclaves u organizándose como islas, desde
donde se defienden de la tiranía y abusos del estado. Es entonces que la
voluntad de querernos como somos y de inventarnos mediante el esfuerzo
productivo puede conducirnos a un proceso de crecimiento donde el cambio
cultural puede acontecer desde la cultura misma dentro de la difusión cultural
y su propia perturbación (Cf. Devereux, 1975). Ello no puede acontecer desde el
esquema del privilegio que brinda con
exclusión el taita, sino desde la obra que ofrece con inclusión y
participación el emprendedor social y el económico.
Referencias
De Miguel, A. (1996). “Sociedad civil, un
pleonasmo necesario”. ABC, Madrid, 30 de noviembre.
Devereux, G. (1975). Etnopsicoanálisis
complementarista. Buenos Aires: Amorrortu editores.
Hurtado, S. (2000). Élite venezolana y
proyecto de modernidad. Caracas: Ediciones del Rectorado, Universidad Central
de Venezuela.
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Texto tomado de Samuel Hurtado “La
democracia furtiva y el falso mito de la participación”. INTENTO, Revista del
Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad Central de Venezuela, N°1: 53-75.
El título es original e interpretativo para este blog, a instancias del autor.
10 Nosotros (Hurtado, 2000) hemos detectado el fenómeno y le hemos
conceptuado como “enclave”. Más tarde hemos encontrado que Pérez Oramas lo
conceptúa como “isla” (EL UNIVERSAL, 25/03/2000).
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