El que calla no siempre otorga. A veces no tiene ganas de discutir con
idiotas (o de debatir con impositores).
El que habla o dice no siempre logra decir todo lo que quiere, y si
puede decirlo no logra que el otro deje de ser estúpido para procesar el
contenido del mensaje; a veces, la forma deniega la conveniencia del mensaje
debido a las circunstancias sociales: su destino puede ser un fondo vacío o
devolverse contra el mismo mensajero.
Dejarlo arropado en el silencio, no indica abandonarlo. El silencio
puede funcionar en clave de sonoridad contenida. Así ocurren los silencios de
la música: se hacen presentes precisamente porque demuestran su propia
ausencia. Porque prolongan la sonoridad o la dicen de un modo indirecto, o su
potencia de vaciado dice a voz en grito lo que no pudiera ya decir ni el sonido
ni el sentido de la palabra por su precariedad natural o por su depreciación
social.
Cuando el cuerpo social, sobre todo el político, se constipa, también
las palabras se patogenizan y entran aún en retroceso de sus límites o reciben
un tratamiento abusivo.
Que te dejen ladrar no significa que te dejen participar. Para algo
sirve el ladrar, pues Don Quijote le dijo a Sancho Panza: si nos ladran señal de que cabalgamos; pero los que sólo ladran o los dejan ladrando, no
cabalgan, o se les ha quitado la
capacidad de cabalgar. Que te dejen algo de libertad
de expresión, para indicar un resquicio por donde se puede colar la
democracia o aparentar ésta, no significa que exista opinión púbica, que es la señal de verdadera democracia, es decir,
de que se cabalgue completamente bien.
Que el poder de dominar logre
casi silenciar en negativo la palabra libertad, no indica que logre discutir o
debatir su legitimidad en condiciones justas de libertad. Porque su vez, el poder de silenciarse en positivo permite que la palabra Libertad no
renuncie a su propia verdad social; su reducción de maniobra denunciadora, no
significa que su poder de sugerencia callada hable de la injusticia con una voz
de grito indirecto superando funciones y formas de esencias nunca imaginadas.
“Dostoievsky no dice ahí que renuncia a la
distinción entre idea impía e idea piadosa: sólo decide no proclamarla
claramente sino sugerirla de manera indirecta: : pero el silencio de Cristo frente al Gran
Inquisidor no significa renunciar a la verdad; sólo que ésta no se trasmite ya
con palabras. La verdad debe encarnarse, la verdad debe ser indirecta; pero una
cosa queda clara en todo esto, y consiste en que para Dostoievsky la verdad
existe”[1].
Si la verdad es referida a la palabra Libertad, entonces el poema la
proclama con toda su belleza a tiempo y a destiempo, con voz en grito y con
silencio de oquedad que calla para decir sin palabra la esencia de la palabra
libertad asociada a la justicia:
Aquí
la boca, su oquedad eterna,
exhala
una palabra, mas no suena
si
no es en forma de justicia: calla.
Sobre
el oro veloz, un viento inmóvil
precipita
su cuerpo hacia el espanto
de
los cabellos y sus huesos sienten
la
sustancia mortal, las duras manos
torturando
columnas. La palabra
enardece
las túnicas, asciende
en
las tinieblas, arde en los sepulcros
y
construye un espacio. Pero calla.[2]
[1]
Tzvetan Todorov. Crítica de la crítica. Caracas: Monte Ávila Editores, 1991,
88.
[2]
Antonio Gamoneda. Edad (compilación): Pasión
de la mirada. Madrid: Cátedra, 1987, 227.
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