Esquina de Gradillas 1950 (Plaza Bolívar, Caracas) |
La plaza y los naranjos encendidos
Con sus frutas redondas y
risueñas.
Tumulto de pequeños colegiales
Que, al salir en desorden de la
escuela,
Llena el aire de la plaza en
sombras,
Con la algazara de sus voces
nuevas.
¡Alegría infantil en los rincones
De las ciudades muertas…!
¡Y algo nuestro de ayer, que
todavía
Vemos vagar por estas calles
viejas!
Antonio MACHADO: “El viajero”
III.
Monumento a Simón Bolívar (Plaza Bolívar, Mayor de Caracas) |
CORIFEO
Ciudades viejas, ciudades muertas, con su cuerpo de piedra, o ruina
petrificada. Ciudades con germen de urbanidad, y, sin embargo, lo agostaron
cuando la ciudad se volvió en un erial de otoño. Pero ciudades todavía con
oportunidades históricas y sociales, aunque se debaten en una tremenda crisis
de agonía urbana. Tal recojo mi vivencia y mi concepto con toda la angustia de
actor y de autor de mi ciudad de Caracas. Roma le dio el ejemplo y la energía
cuando se abrió camino hacia su existencia de urbe con la vocación de
incorporar el orbe entero, esto es, el universo mundo en su “carne y piedra”
(Sennett). Santiago de León de Caracas como ciudad castellana-leonesa, sobre la
experiencia de la fundación de San Cristóbal de la Laguna, en Tenerife,
enfrenta el reto de su existencia urbana, perdiendo su unidad histórica ante el
hecho venezolano de pérdida del rumbo que tiende a reducirla a ruinas como
ciudad. La crisis urbana de la ciudad de Caracas manifiesta el efecto
deformador de la estructura social en la historia venezolana.
Arturo Uslar Pietri, el gran escritor venezolano ya lo decía en 1949,
al hacer la consideración del petróleo como un Minotauro al que hay que vencer:
“El petróleo ha superpuesto a ese país atrasado, un país minoritario de
resplandeciente riqueza monetaria pero parásito del petróleo, estéril y
transitorio […] hay una Venezuela de la aldea campesina que sigue teniendo el
aspecto milenario que alarmaba ya a Fermín Toro, y hay una Venezuela del
campamento petrolero y de la ciudad de rascacielos; hay una fingida y una
verdadera; hay una que ha sido y muchas que pueden ser; hay la que no puede
salvarse y hay la que debe salvarse”(Preámbulo en el libro De Una a Otra Venezuela).
En Memorias de Adriano, aquel
emperador romano nacido en España, Marguerite Yourcenar nos narra la guía del
enrumbamiento de Roma hacia su eternidad (La Ciudad Eterna): más allá de las
piedras con vocación de ruinas como en las ciudades antiguas, coloca las palabras
de Estado, ciudadanía y república, soportes fundamentales para elaborar con
posibilidad lo urbano en Caracas. Escuchen un momento al emperador Adriano en
sus memorias bajo el pensamiento de Caracas:
“Pero toda creación humana que aspire a la eternidad debe adaptarse al
ritmo cambiante de los grandes objetos naturales, concordar con el tiempo de
los astros. Nuestra Roma no es más la aldea pastoral del tiempo de Evandro,
grávida de un porvenir que en parte ya es pasado; la Roma agresiva de la
República ha cumplido su misión; la alocada capital de los primeros Césares
tiende por sí misma a sentar cabeza; vendrán
otras Romas cuya fisonomía me cuesta concebir, pero que habré contribuido a
formar. Cuando visitaba las ciudades antiguas, sagradas pero ya muertas,
sin valor presente para la raza humana me prometía evitar a mi Roma el destino
pretificado de una Tebas, una Babilonia o una Tiro. Roma debería escapar a su
cuerpo de piedra; con la palabra Estado, la palabra ciudadanía, la palabra
república, llegaría a componer una inmortalidad más segura […] Y daba gracias a
los dioses por haberme dejado vivir en una época en la que mi tarea consistía
en reorganizar prudentemente un mundo y no en extraer del caos una materia aún
informe, o en tenderme sobre un cadáver para tratar de resucitarlo”.
Marguerite YOURCENAR: Memorias de Adriano, Bohemia, Caracas, s/f, Tomo
I, 94-95.
(Cursiva del Corifeo).
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