lunes, 16 de junio de 2014

DESDE ARÉVALO "BOLÍVAR" LLEGA ANTES QUE BOLIVAR

Castillo de Arévalo, pueblo de Sancho Briceño



Castilla-León Y América Latina.
El Desencaje Del Proyecto Histórico-Político De Venezuela

castilla

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.
                          …………………..
            Es todo cima tu extensión redonda,
y en ti me siento al cielo levantado:
aire de cumbre es el que se respira
            aquí, en tus páramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos;
si te son dignos, bajarán al mundo
            desde lo alto!

Miguel de Unamuno.



ÍNDICE
A.     Las raíces castellano-leonesas en la implantación de la provincia de Venezuela.
B.     Procesos políticos centrales en el siglo XVI: ¡Abajo la colonia, Viva la comunidad!
C.     La inicial de la paideia y la regresión psico-social de los conquistadores.
D.    Referencias.

                                               Nosotros somos un pequeño género humano;
poseemos un mundo aparte, cercado de
dilatados mares, nuevo en casi todas las
artes y ciencias, aunque en cierto  modo
viejo en los usos de la sociedad  civil.
(Bolívar, Carta de Jamaica).


Un recuento etnohistórico conduce a una información particularista y desleída, si no se valoriza dentro de unas categorías que identifiquen una densidad social de lo histórico. Al  presentar  una relación singular de la Comunidad de Castilla-León[1] con Venezuela no pretendo adornarla con una identidad de ser o  retórica, que se mezcla con el nacionalismo, la tradición y el  mito; al contrario, con un proyecto social que tuvo realidad de  acción y  cuya  actualidad permanece suspendida en  los  derroteros  del quehacer  no tanto ya de la Castilla-León del pasado, como de  la Venezuela  histórica,  heredera de la  "paideia"  que  representó aquélla en América Latina (Briceño Guerrero, 1994).
Esta proposición no se ha tomado en cuenta, porque ingenuamente  se identifica a Venezuela con la Nueva  Andalucía,  cuando ésta  como  provincia se reducía a lo que hoy es la  región  nor-oriental de la República venezolana; también porque, aunque de un modo más cuidadoso, se relaciona la manera de ser y expresarse el venezolano  con  Extremadura.  Dos ciudades  andinas,  Mérida  y Trujillo,  fueron  fundadas por los extremeños Juan  Rodríguez Suárez y García de Paredes. No se pone en cuestión, aun cuando  es mucho más significativa en la historia política venezolana, la configuración de la región del Orinoco, iniciada por dos castellano-leoneses, uno, Diego de Ordaz, originario de Castroverde de Campos (Provincia de Zamora), que explora desde el golfo de Paria hasta el río Amazonas: al entrar en contacto con los indios,  las voces  de  éstos le permiten  elaborar las palabras de Orinoco y Guayana; otro, el segoviano Antonio Berríos, que funda los Castillos del Orinoco en 1592 y la ranchería de Santo Tomé de  Guayana en 1597.
Nosotros nos referimos a la provincia de Venezuela, originada  en el nor-occidente, constituida tempranamente y cuya expansión se orientó tierra adentro hasta encontrarse con las  expediciones que venían de Pamplona y Bogotá. Su constitución  urbana y  territorial  va a ocurrir en la segunda mitad del  siglo  XVI. Derrotadas las comunidades de Castilla y León en Villalar de Campos en 1521,  sin  embargo, los castellano-leoneses que pasan  a  indias poco  después van a imprimir un desarrollo fuerte al proyecto  de la  comunidad  en  la provincia venezolana,  precisamente  en el régimen  monárquico que pasa por ser emblemático del  absolutismo real, el de Felipe II.
¿Qué ocurrió en los siglos XVII y XVIII cuando se asiste  al nacimiento de una nueva nación, la venezolana?  ¿Qué se siente en los años en que esta nación accede a su independencia política en los  siglos XIX y XX? Pues en los primeros siglos se asiste  también a la creación de una nueva cultura, que nosotros  caracterizamos  como matrisocial, y en los segundos siglos, a los  efectos políticos  de aquella cultura que marcan la marcha social  de la república independiente; efectos dificultosos que tienen que  ver con  la  auto-organización de la cosa pública venezolana, es decir, "hay una cosa profunda que se halla en nuestra debilidad del espíritu público" (Brillante Científico Social).


A.      LAS RAICES CASTELLANO-LEONESAS EN LA IMPLANTACION
DE LA PROVINCIA DE VENEZUELA.


El golfo que se balbuceó como de Coquivacoa, se pronunció  y escribió  desde el principio como golfo de Pequeña Venecia al  contemplar los  palafitos de los indios Paraujanos en la  desembocadura del río  Limón.  Aunque en la expedición de principios del siglo  XVI del  conquense Alonso de Ojeda, iba Américo Vespucio, no  fue  la cartografía de éste, sino la del cántabro de Santoña, Juan de  la Cosa, la que elaboró el término de "Venezuela", el diminutivo afectivo de Venezia (pagum aut villam super aquam, ut Venetiae, según escribe Américo). La fundación de la primera ciudad  institucional  en  1527, Santa Ana de Coro, por el  aragonés  Juan de Ampíes,  culmina el proceso exploratorio del golfo  de Venezuela. En  este año y en 1529, con la llegada del  primer  concesionario alemán, Ambrosio de Alfínger, está presente en Venezuela el grueso del grupo de pobladores, de origen castellano-leonés, que van a impulsar la fundación institucional de la provincia.
Desde Coro se organizan las exploraciones mineras del territorio;  pero también es el lugar de las contradicciones políticas entre caquetíos y españoles (indios y vecinos o pueblo), entre españoles (vecinos) y los concesionarios alemanes, entre España e Inglaterra como potencias internacionales, expresado en  los saqueos de los piratas. Esto último es el detonante para el traslado de la primera capital de Venezuela  al interior del territorio; ello ahondará las animosidades entre los pobladores y los  alemanes,  entre el modelo agropecuario y el minero. Una primera reorganización de las fuerzas sociales se plantea en torno a la alianza entre el pueblo e indios (españoles y  caquetíos) para  solucionar a favor de ambos el conflicto  contra  los alemanes y su despotismo al  frente de la gobernación.
A 350 Kms., al pie de Los Andes y junto a inmensos valles feraces, se traslada la capital de la gobernación.  Juan  de Carvajal, oriundo de Villafranca del Bierzo en el antiguo reino  de  León, representa la punta de lanza del proceso, mediante la fundación de la "ciudad madre" de la Inmaculada Concepción de El Tocuyo en 1545. Pero otros pobladores de Coro, no abandonan la búsqueda de un puerto de mar más seguro que Coro. El segoviano Juan de Villegas funda Nuestra Señora de la Concepción de Borburata en  l548, en la serranía de la Montaña de la Costa. Pero este punto costero sigue siendo vulnerable a los piratas, y Borburata es abandonada. En el lapso de esa búsqueda, los exploradores castellano-leoneses descubren el lago, que se llamará de Valencia, en 1547.
Coro y los alemanes han perdido la titularidad de capital y de gobernadores. Ahora es el Tocuyo y su gobernador, desde donde se emprenden exploraciones mineras, se estructuran encomiendas y se  avanza en el dominio del territorio, sobre todo teniendo en cuenta la búsqueda del puerto de mar que permitirá a la provincia el contacto con el exterior metropolitano a salvo de los piratas. De nuevo el segoviano Juan de Villegas se encuentra al frente de las distintas fundaciones de Nueva Segovia de  Barquisimeto, en 1552, 1556 y 1562. Las incursiones por el lago de  Valencia en búsqueda de la puerta al mar, da origen a la fundación de  Valencia del Rey en 1555. Esta fundación está discutida en la historia de  Venezuela: la fundación "oficial" se atribuye a Alonso Díaz Moreno, oriundo de Santa Olalla (Toledo); pero en 1552, Vicente Díaz, vecino de Borburata, la ha establecido antes, bajo  mandato de Alonso Arias de Villasinda, originario de Valencia de Don Juan (provincia de León), que es gobernador y capitán general de la provincia  de Venezuela entre 1552 y 1557.
Pero  todavía  Valencia se encuentra distante  del  mar  (53 Kms.). Por eso se prosigue la búsqueda hacia el territorio de los indios Teques. La expedición del emeritense Juan Rodríguez Juárez llega a este territorio del cacique Guaicaipuro en los años de la década de 1560. La derrota de aquél por éste va a llevar a los gobernadores de El Tocuyo a organizar en firme una expedición que saldrá de Valencia del  Rey  al  mando del capitán Diego de Losada, originario de Ríonegro del Puente en la provincia de Zamora. La orden, una vez derrotado Guaicaipuro, era fundar una ciudad en el valle de los indios Caracas, donde se había establecido antes el Hato de San Francisco por el criollo Francisco Fajardo en sus correrías desde la Isla de Margarita. Este valle alto reúne al fin las condiciones de cercanía al mar (22 Kms.) y la defensa frente a los piratas debido a la abrupta serranía que le separa de la costa. Diego de  Losada funda  la ciudad de Santiago de León de Caracas en 1567, el día de Santiago Apóstol y se llamará de León en honor a Pedro Ponce de León, gobernador de la provincia. Entre los vecinos se encuentran Alonso Andrea de Ledesma fundador del pueblo de Baruta en 1591 y Guillermo Ávila a quien tocaron las tierras de piedemonte de la Serranía, por lo que el cerro lleva el nombre de El Ávila. El gobernador Pimentel traslada la capitalidad de El Tocuyo a Caracas en 1591, cerrando hasta el día de hoy el itinerario de las sedes capitalinas de las instituciones centrales de la provincia primero y la nación después. 
La organización del territorio siguió su camino generalmente por pioneros castellano-leoneses. El capitán Juan de Maldonado y Ordóñez de Villaquirán, oriundo de Barco de Avila, se encuentra fundando  la ciudad de San  Cristóbal en 1561, como una venta  en el camino  entre Pamplona y Mérida. Tal es el origen de la capital de El  Táchira. El mismo Maldonado está entre los fundadores de San Juan Bautista del  Portillo de Carora en 1570, junto a Juan del Tejo. Juan de Salamanca, nacido en Portillo (provincia de Valladolid) refunda la ciudad en 1572.
Dominando la entrada del lago se funda Nueva Ciudad Rodrigo de Maracaibo en 1569 por Alonso Pacheco Jiménez, oriundo de Talavera de la Reina (Toledo); casi abandonada, vuelve a ser fundada oficialmente en 1574 por Pedro Maldonado como Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, a instancias de Diego de Mazariegos, zamorano neto, gobernador y capitán general de la provincia. En los límites sur-orientales, se fundarán Guanare, por el capitán portugués Juan Fernández de León en 1591, que había hecho méritos en  la fundación de Caracas, y San Sebastián de los Reyes por  el capitán Sebastián Díaz de Alfaro en 1585; dos ciudades preparadas finalizando el siglo XVI para llevar a cabo la conquista de  Los Llanos durante el siguiente siglo.
            La  fundación de otros pueblos intermedios para ir garantizando el intercambio comercial entre la red de las ciudades ya establecidas, se irá desarrollando casi simultáneamente.  Nuestra Señora de Talavera de Nirgua entre 1551 y 1569, siempre amenazado por los indios; Nuestra Señora de Táriba fundada por Alonso Alvarez de Zamora en 1561 y Timotes por Alonso Vásquez de la Serena en 1620, todo ese territorio remarcado por puntos fundacionales que configuran una red urbana, cubre ya el Centro y Occidente  de la actual República de Venezuela, un período muy creativo que tendrá que llegar la 2ª mitad del siglo XVIII para poderlo comparar en empuje socio-político e institucional dentro de la historia de Venezuela.


B. PROCESOS POLITICOS CENTRALES EN EL SIGLO XVI:
     ¡ABAJO LA COLONIA, VIVA LA COMUNIDAD!


Hay  un actor histórico que nace en Arévalo del Rey  (provincia de Ávila) en 1506, y que expresa la implantación culminante de las políticas de las comunidades castellano-leonesas en Venezuela; un actor que relativamente comparable en dicho período con Jiménez de Quesada en Colombia, Hernán Cortés en México y Francisco de Pizarro en Perú. Es Sancho Briceño. Debido a la peculiaridad prehispánica de Venezuela, Sancho Briceño no está al frente de un ejército derribando un imperio  anterior, ni es fundador personal de ciudades, pero es cofundador de Coro, Borburata, El Tocuyo, Barquisimeto. Se  casa en Coro y es alcalde de esta ciudad; acompaña la  expedición  de Jorge Spira y asiste a la batalla de los Omeguas con Felipe de Hutten, donde muere Juan de la Cosa. Está en el grupo de los descubridores del lago de Valencia en l547. Al fin, fija su residencia en la ciudad  andina  de Trujillo, cercana a El Tocuyo.
En 1560, por decisión de los 7 cabildos existentes en  Venezuela,  reunidos en Barquisimeto en Congreso de  Municipalidades, se  le designa como el primer parlamentario para que vaya a  presentar a Felipe II un pliego de peticiones en favor de los intereses de la provincia venezolana. Una de las peticiones se refiere al pleito de los alcaldes para gobernar a Venezuela en ausencia o muerte de los gobernadores, otra es relativa al inicio del comercio hispano-venezolano y finalmente la licencia para traer 200 esclavos negros. Una rama de los Briceño permaneció en el área de Trujillo y sus descendientes son Cristóbal (Hurtado de) Mendoza, primer presidente de la Primera República y Antonio  Nicolás  Briceño, prócer de la independencia nacional. Pero otra rama vino a  asentarse  en los Valles de Aragua, camino de Caracas y  cerca de esta ciudad; a esta rama aragüeña y caraqueña de los Briceño pertenece el Libertador Simón Bolívar. Aunque su apellido vasco lo toma azarosamente del secretario, Simón de Bolívar, de la municipalidad de Caracas, que llega a esta ciudad a fines del  siglo XVI en tiempos del  gobernador Osorio, la ascendencia  profunda  del  Libertador tiene sus raíces en la primera generación castellano-leonesa  que funda  Venezuela. Antes de que llegara el apellido Bolívar a Venezuela, ya estaba “Bolívar" en Venezuela de mano de la primera generación heroica, que diseña el mapa de Venezuela. Sancho Briceño es su séptimo abuelo; en consecuencia el Libertador se encuentra dentro del árbol genealógico de los Briceño (Dávila, 1927; Briceño Iragorri, 1972b; Fundación Polar, 1988).
De Sancho Briceño a Simón Bolívar, lo que ocurre es la creación y profundización del espacio público de las comunidades castellano-leonesas en América, y en consecuencia la configuración política nacional de la futura República. Paralelo a ese proceso acontece todo un proceso que intentó reducirlo y liquidarlo, en tiempos de Sancho  Briceño, la concesión colonial minera de la casa Welser o de los Belzares  alemanes; en tiempos de Simón Bolívar, la concesión colonial también de  la  Compañía Guipuzcoana. Vamos a observar la primera, para pasar luego a las claves de la sociocultura venezolana. Carlos I, al postularse como candidato a la Corona Imperial alemana, por la que llegó a ser Carlos V, necesitó presionar a los Príncipes Electores con recursos monetarios. Los Welser, casa bancario-financiera de Asgburgo, se los proporciona, obteniendo como contraprestación la concesión  de  la  explotación minera de  la recién constituida provincia o gobernación de Venezuela. Desde su sucursal  en La Española, la casa Welser coloca en la gobernación de Venezuela a sus agentes para la exploración minera: Ambrosio de  Alfínger, Nicolás Federman, Jorge Spira y Enrique de Hutten. De este modo en la ciudad de Coro encontramos dos proyectos distintos que se impugnan a muerte: el espacio provincial con toda su expresión institucional política propugnado por el modelo de  las comunidades castellano-leonesas (los vecinos de las ciudades) y el espacio colonial con su expresión económica minera propuesto por los agentes alemanes del capital (Hurtado, 1999: 201). De nuevo, el enfrentamiento de la modernidad del  estilo colonial expresada en el poder central e imperial y el de la modernidad de estilo provincial expresado en el poder de las comunidades nacionales. En la periferia de la comunidad nacional por constituir, la  institucionalidad provincial estará en ventaja, al  colocarse en la posición de identificar la ley y defender los intereses del estado (la Corona) frente a la corrupción de los concesionarios.
El cambio de estrategia geopolítica permitirá el desarrollo del espacio público en la ciudad de El Tocuyo a través de su apoyo en una estructura agropecuaria; en Coro, se hubiera ahogado bajo  el  sofoco del despotismo del capital extranjero y  de  los saqueos  de los piratas ingleses. Juan de Carvajal con título de gobernador  es el primer europeo que reconoce la riqueza agropecuaria de Venezuela. Defendiendo la legalidad frente a la corrupción concesionaria minera, apresa a Spira y a Hutten y les da muerte; con ello liquida la ingerencia colonial e imperial de Carlos V de Alemania en las nacientes comunidades  americanas. Aunque el segoviano Juan Pérez de Tolosa, nuevo gobernador nombrado proveniente de Puerto Rico, procede a someter a juicio de residencia y ahorca  a Juan de Carvajal, corriendo éste en 1545 la  suerte  de los comuneros de Villalar en 1521, sin embargo, en América las comunidades castellano-leonesas han triunfado y con ello lo mejor del estado y su Corona.
Este triunfo es reconocido en la metrópoli española. Lo que logra Sancho Briceño en 1560 por real cédula suscrita en Toledo es que cada alcalde puede hacer también de gobernador en su ciudad  y  territorio  en caso de ausencia de gobernador. Esta organización federativa,  junto con las ansiedades del autogobierno en la provincia, irá en aumento en todo el período provincial o prerrepublicano.  Aún más, el poder real lejano escucha al poder local cercano para controlar las arbitrariedades de los gobernadores: los "juicios de residencia" son una de las ocasiones del control de los gobernadores por el rey, apoyado en las municipalidades.
Los siglos XVII y XVIII proporcionarán los escenarios de la lucha sorda entre los cabildos y la gobernación, entre los criollos descendientes de los conquistadores fundadores castellano-leoneses, atrincherados en su poder local, y los capitanes generales que venían temporalmente a gobernar la provincia. La derrota política de la Compañía Guipuzcoana, que representa la vuelta al modelo colonial de los Welser, significa también el final de la época provincial; con la llegada de la guerra de independencia nacional los criollos en cabildo asumen el poder que aun no tenían, el del gobierno y el del estado, y proclamaron la república. Lo que se constata socio-históricamente es que ocurrido este hecho, es decir, asumido el poder del gobierno y el estado por los criollos y repartidos los cargos, se desploma casi hasta el día de hoy el poder local de los cabildos o comunidades municipales. Retrocedió la identidad del hacer o proyecto de sociedad y emergió la identidad del ser, de las esencias, de la retórica, del mito  étnico. Las intrigas criollas, sin haber solucionado en nada el problema social del país, se extralimitaron en el acaparamiento de la tierra y en el peculado de la política, durante los siglos XIX y XX.
Lo  que ocurre después de la batalla de Carabobo es el gran vacío de la autoridad (el padre) en favor del autoritarismo del "taita", la liquidación de la municipalidad  comunal en favor del centralismo estatal,  la  debilidad del espacio público propio recién surgido entre el estruendo de las armas merced a los esfuerzos de Simón Bolívar, Andrés Bello, Simón Rodríguez, José María Vargas, para ser deteriorado y expulsado del país como lo fueron los próceres nombrados ¿Hay alguna cosa más profunda que interprete este desencaje del  proyecto político de Venezuela?


C. LA INICIAL  DE LA  PAIDEIA Y  LA REGRESION PSICO-SOCIAL
     DE LOS CONQUISTADORES.


Cuando la estructura económica llega sólo hasta cierto límite de explicación, es decir, da "una" explicación, y cuando el juego político proporciona otra explicación, pueden conseguirse  todas las explicaciones plausibles dentro de una serie. Nosotros vamos a averiguar la explicación en la que el desarrollo de la identidad del ser, la identidad étnica, tiene tal desarrollo, que tranca (=y desencaja) en su sobre-forcejeo la identidad del hacer, el del proyecto tangible en la tarea de constituir la sociedad.  A  esta identidad étnica, nosotros la ubicamos en la estructura familiar en Venezuela, estructura dura por oposición a la estructura blanda de lo social y lo político. Es de tal modo, dura, que es en la psicodinamia familiar que se encuentra la fuente productora de la cultura venezolana. A esta estructura familiar y a esa identidad étnica la hemos caracterizado en nuestras investigaciones como matrisocial: la figura sumamente desarrollada de la madre preside la estructura psico-dinámica familiar y al mismo tiempo origina de esa forma lo específico de la cultura. La  intervención de dicha figura suele ser extremadamente fuerte tanto en la familia como en la cultura, por lo que el sentido global de la misma es, por su lógica psíquica, socio-culturalmente regresivo (Hurtado, 1995).
El  proceso civilizatorio de la primera modernidad, que imprimen los fundadores  castellano-leoneses de las primeras ciudades venezolanas, ¿se desorienta en América, como  sostiene Carlos Fuentes (1993), o más bien toma su propio atajo o desvío excéntrico con respecto a la modernidad centroeuropea, creando su propia identidad, especialmente con ocasión del Barroco? Aquí hay varios elementos que tornan complejo el problema:
1)  Los conquistadores en su afán de implantar una  sociedad (municipio, nación, patria), no una colonia o factoría, entran en la mira americana, se hacen americanos y así lo asume después América. El Sancho Briceño que torna a España como parlamentario (venezolano) y se da  una vuelta por Sevilla, donde arriba, a Toledo donde está la Corte, a Ávila y a Arévalo donde está su familia (Fundación Polar, 1988), es ya social e históricamente un americano.
2) Los conquistadores al encontrarse con una nueva realidad tienen que reeditar de un modo original las claves sociales modernas: es una realidad primaria (tribus), virginal o  silvestre, la que tiene que ser reelaborada como sociedad (Briceño Iragorri, 1972ª;  Briceño Guerrero, 1994)  según  los parámetros alcanzados por la humanidad en su historia. En este afán, tratan de perder para ganar, de  suerte que tienen que construir un nuevo aparato productivo del sentido para  ellos y su entorno: el modelo cultural, que emerge plenamente hecho en su reproducción, es decir, en sus hijos, tenidos de madre americana (blanca, india o negra), con toda la vergüenza del malinchismo, impuesto por la ideología social. Este modelo  cultural que caracterizamos como  matrisocial, tiende a ser etno-psíquicamente regresivo (Hurtado, 1995). Reconfirma esta proposición de la Antropología Venezolana de Hurtado, el análisis e interpretación que sustenta Francisco Herrera Luque en su historia novelada de los Amos del Valle (Herrera Luque, 1978) sobre el período provincial de Venezuela, así como el análisis e interpretación más alejada de los autores (Carrera Damas, 1973; Pino Iturrieta, 2003) que en el período republicano han venido tratando la historia de las ideas o mentalidades sobre el culto o divinización de Bolívar, el padre heroico de la patria. Ya el historiador, diríamos clásico en Venezuela de principios del siglo XX, José Gil Fortoul, apunta al aspecto regresivo etnopsíquico de los conquistadores en la Introducción al primer tomo de su Historia Constitucional de Venezuela (Gil Fortoul, 1967).     
3) Es en su afán civilizatorio convergente con la creación de la cultura matrisocial, que los  conquistadores se tornan figuras regresivas psico-culturalmente. En este inicio societal y en esta regresión etnopsíquica, el conquistador y sus hijos criollos, como lo serán el caudillo liberal del siglo XIX y aún el jefe o presidente democrático, dentro del presidencialismo venezolano, responden, con las pautas culturales matrisociales, a un comportamiento similar al de  los señores feudales del siglo X (comunicación personal del psiquiatra José Luis Vethencourt) (Véase en Vethencourt Balestrini, 1974). Por su  comportamiento patrimonialista y caudillista[2] irán reduciendo al mínimo los espacios públicos de su existencia, en el sentido habermasiano de la comunicación negociada, así como por su comportamiento familista amoral des-estimularán la formación y aprovechamiento de las ventajas societales. En adelante, los constructores de Venezuela van a tener dificultades especiales en la elaboración de la paideia  o proyecto social.
Sancho Briceño siempre será más conocido e importante en Trujillo (Venezuela) que en Arévalo (Castilla-León). Allí puede hacer la figura de un héroe social (Dávila, 1927): uno de los padres del  municipio en América y el  primer embajador o diputado de Venezuela en el exterior; aquí, en Castilla-León, puede pertenecer a la memoria de la proyección de lo hecho hacia afuera,  casi perdida para el castellano-leonés. Pero en uno y otro caso, los aprendizajes  histórico-políticos dependerán de la identidad del hacer que tanto Venezuela como Castilla-León pretendan desarrollar con sus proyectos sociales. Mucho tememos que la regresión matrisocial  venezolana  desencaje el  aprendizaje  sociopolítico especialmente el del siglo XVIII, al dejar desactivada la significación  del porvenir socio-histórico, como también que el "embeleso  de  la memoria" castellano-leonesa, reduzca aquellos proyectos a polvo. Ya un escritor castellano-leonés del siglo XV, Pérez de Guzmán, decía que "Castilla no merece sus grandes hombres, los hace y los deshace", (Fernández MacClintock, 1991: 90, cita que recoge de Américo Castro) (Véase Sánchez Albornoz, 1981).
En este sentido, tanto Venezuela está desorientada consigo misma, como también parece que lo está Castilla-León, cada una con su propio problema cultural a las acuestas, desencajando permanentemente su quehacer histórico-político: el  del rompe y  rasga en vez de construir con paciencia. Ojalá fueran excéntricas de la modernidad europeizante como mecanismo de defensa para no perder lo  que deben ganar (en propiedad) y elaborar su propia modernidad. Pero esta excentricidad no puede resolverse por la vía regresiva, impidiendo el fortalecimiento del espacio público. "Parece que en Venezuela hay una impotencia para producir proyectos" (Intelectual Ilustre). Por eso tampoco hay impugnación alguna; "los dictadores siempre se cansaron de gobernar: Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez gobernaron todo lo que quisieron"(Intelectual Ilustre).
La queja de Simón Bolívar, hasta su muerte en 1830, con relación a la dificultad de construir la república sobre ciudadanos, se vuelve a aquél proyecto político "viejo" (según dice en la Carta de Jamaica) de las comunidades que impulsó su tatarabuelo Sancho Briceño, aunque su tataranieto lo expresara en lenguaje de  la  modernidad ilustrada. Aún todavía lo quejumbroso puede escucharse  a fines del siglo XX en venezolanos clarividentes de lo que pasa en su país latinoamericano.
En las actuales circunstancias de la formación de las comunidades autonómicas españolas, Castilla-León debe construir su proyecto político como nacionalidad. En primer lugar, para salir de la modorra de una región amorfa; y, en segundo lugar, como exigencia  para estar presente de un modo protagonista en la configuración del "hacer" la unidad o unanimidad de  España.  A esta  unanimidad, Castilla-León no puede acercarse  negándose en favor de una España uniforme como ha ocurrido desde el siglo XVII;  ello  acarrearía su incapacidad para la acción política nacional, al mismo tiempo que ella sería la región más perjudicada, al deponer su particularidad en pro de un centralismo homogeneizante.
Después de la derrota comunera en 1521, el rescate de la personalidad  de Castilla-León (Carretero y Jiménez, 1966; Maravall, 1979) supone mantener la geopolítica de lo provincial y municipal, en una  España en la que el deterioro de lo político acontece bajo las presiones de la geopolítica de tipo colonial y  economicista, dentro de la proyectada Unión Europea teñida por la dinámica mundial  de  la globalización. Sin  proyecto  económico-político, Castilla-León no podrá aportar lo que esencialmente le corresponde y se le demanda en la actual redefinición de la  interrelación de los pueblos de la nación española (Stallaert, 1998).
Por supuesto  que Castilla-León debe ser una consigna contra todo remedo de  reinos de  Taifas y de balcanizaciones; estos esquemas políticos no son los más adecuados para elaborar un espacio político entre los pueblos de  España, como fue el caso de la balcanización de la Gran Colombia, esto es, del proyecto geopolítico del Libertador Simón Bolívar. Las simples integraciones  económicas  actuales, inspiradas en la globalización neoliberal no rescatarán el espacio político inscrito en aquellos proyectos.
Por  su parte, el rescate de la reconstrucción de Venezuela implica un cambio de cultura política, con el fin de  adquirir la capacidad de generar proyectos políticos. Esto es un  problema cultural que tiene que ver con el propio cambio de la cultura. Los procesos fundacionales de la  antigua  provincia, reafirmados en los procesos de la independencia política de  la nación,  representan  hondos motivos para  inspirar  dicha  tarea política (Mijares, s/f.; Mate y Niewöhner, 1992). Es  necesario  actualizar la cultura de la "igualdad comunera", pero como condición para llegar a la "libertad de los comunes"  (hoy ciudadanos), y con ello llevar a cabo, en una y otra realidad geopolítica,  una versión propia de la "encajada política" de  la modernidad, la de ciudadanos participativos dentro de la representación social.


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VETHENCOURT BALESTRINI, José Luis. La Estructura Familiar Atípica y el Fracaso Histórico-cultural en Venezuela. Revista SIC, Caracas, 1974, año 37, nº. 362, p. 67-69.


Entrevistas de la investigación en Samuel Hurtado, Elite Venezolana y Proyecto de Modernidad,  1ª edición, Caracas: ediciones del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela, 2000.

-Brillante Científico-social, Caracas, 14-03-1996
-Intelectual Ilustre, Caracas, 25-04-1996.
-Obispo  Ejemplar, Caracas, 21-04-1996.
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Publicado en el libro de Samuel Hurtado Salazar: Tierra nuestra que estás en el Cielo, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1999.
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Fue presentado como Ponencia en el

X ENCUENTRO DE LATINOAMERICANISTAS EN ESPAÑA
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
13 y 14 de Mayo de 2004
RESUMEN
Previo al problema ideológico del multiculturalismo, el tema grueso en América Latina es su identidad. Esta no puede entenderse desde el utopismo europeo acostumbrado, pero hay fuertes dificultades desde cómo los latinoamericanos aceptan y piensan su realidad, según nuestras investigaciones. En este marco se ubica la presente configuración etnohistórica de Venezuela reorganizada por las sucesivas inmigraciones españolas, suponiendo la base caribe y arahuaca previa. Así se describen la implantación castellano-leonesa en la fundación de las ciudades (siglo XVI), la reacción de los criollos, hijos de los conquistadores frente a la Compañía Guipuzcoana como colonialista (siglo XVIII). Autores, a los que fundamenta nuestra antropología matrisocial, señalan la regresión etnopsíquica de los conquistadores y de sus vástagos mestizos produciendo la etnogénesis latinoamericana y cuyo resultado es la desorientación en el proceso sociopolítico de Venezuela.
Palabras claves: implantación provincial, colonia, comunidad política, regresión etnopsíquica, proyecto sociopolítico.





[1]  Dentro del estado actual de las Comunidades Autónomas en España, la Comunidad de Castilla-León comprende  las provincias de la región leonesa como son León, Zamora y Salamanca, y las provincias de la anterior región de Castilla La Vieja: Burgos, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid y Palencia. Se exceptúan las provincias de Santander y Logroño, hoy Comunidades de Cantabria y La Rioja, respectivamente.
[2]  En el sistema político venezolano, al presidente de la República se le califica como caudillo gomero en alusión al dictador General Juan Vicente Gómez, que muere en 1936, en el análisis del renombrado historiador venezolano Ramón J. Velásquez. Se significa con ello que dicha calificación atraviesa todos los regímenes políticos, también los denominados democráticos. En la organización social todo el liderazgo es caracterizado como caudillista. “El liderazgo en Venezuela no sabe manejar la autoridad--- Ese que se dice representante –que no representa a nadie- tampoco deja participar a nadie... Nuestra democracia sigue siendo caudillista, clientelista” (Obispo Ejemplar).

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