Castillo de Arévalo, pueblo de Sancho Briceño |
Castilla-León Y América Latina.
El Desencaje Del Proyecto Histórico-Político De Venezuela
castilla
Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.
…………………..
Es
todo cima tu extensión redonda,
y
en ti me siento al cielo levantado:
aire
de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.
¡Ara
gigante, tierra castellana,
a
ese tu aire soltaré mis cantos;
si
te son dignos, bajarán al mundo
desde lo alto!
Miguel
de Unamuno.
ÍNDICE
A.
Las raíces castellano-leonesas en la implantación de la
provincia de Venezuela.
B.
Procesos políticos centrales en el siglo XVI: ¡Abajo la
colonia, Viva la comunidad!
C.
La inicial de la paideia y la regresión psico-social de los
conquistadores.
D.
Referencias.
Nosotros somos un pequeño género humano;
poseemos un mundo aparte, cercado de
dilatados mares, nuevo en casi todas las
artes y ciencias, aunque en cierto modo
viejo en los usos de la sociedad civil.
(Bolívar, Carta de Jamaica).
Un recuento
etnohistórico conduce a una información particularista y desleída, si no se
valoriza dentro de unas categorías que identifiquen una densidad social de lo
histórico. Al presentar una relación singular de la Comunidad de
Castilla-León[1]
con Venezuela no pretendo adornarla con una identidad de ser o retórica, que se mezcla con el nacionalismo,
la tradición y el mito; al contrario,
con un proyecto social que tuvo realidad de
acción y cuya actualidad permanece suspendida en los
derroteros del quehacer no tanto ya de la Castilla-León del
pasado, como de la Venezuela histórica,
heredera de la
"paideia" que representó aquélla en América Latina (Briceño
Guerrero, 1994).
Esta proposición no
se ha tomado en cuenta, porque ingenuamente
se identifica a Venezuela con la Nueva Andalucía, cuando ésta
como provincia se reducía a lo
que hoy es la región nor-oriental de la República venezolana;
también porque, aunque de un modo más cuidadoso, se relaciona la manera de ser
y expresarse el venezolano con Extremadura.
Dos ciudades andinas, Mérida
y Trujillo, fueron fundadas por los extremeños Juan Rodríguez Suárez y García de Paredes. No se
pone en cuestión, aun cuando es mucho
más significativa en la historia política venezolana, la configuración de la
región del Orinoco, iniciada por dos castellano-leoneses, uno, Diego de Ordaz,
originario de Castroverde de Campos (Provincia de Zamora), que explora desde el
golfo de Paria hasta el río Amazonas: al entrar en contacto con los indios, las voces
de éstos le permiten elaborar las palabras de Orinoco y Guayana;
otro, el segoviano Antonio Berríos, que funda los Castillos del Orinoco en 1592
y la ranchería de Santo Tomé de Guayana
en 1597.
Nosotros nos
referimos a la provincia de Venezuela, originada en el nor-occidente, constituida
tempranamente y cuya expansión se orientó tierra adentro hasta encontrarse con
las expediciones que venían de Pamplona
y Bogotá. Su constitución urbana y territorial
va a ocurrir en la segunda mitad del
siglo XVI. Derrotadas las
comunidades de Castilla y León en Villalar de Campos en 1521, sin
embargo, los castellano-leoneses que pasan a
indias poco después van a
imprimir un desarrollo fuerte al proyecto
de la comunidad en la
provincia venezolana, precisamente en el régimen
monárquico que pasa por ser emblemático del absolutismo real, el de Felipe II.
¿Qué ocurrió en los
siglos XVII y XVIII cuando se asiste al
nacimiento de una nueva nación, la venezolana?
¿Qué se siente en los años en que esta nación accede a su independencia
política en los siglos XIX y XX? Pues en
los primeros siglos se asiste también a
la creación de una nueva cultura, que nosotros
caracterizamos como matrisocial,
y en los segundos siglos, a los efectos
políticos de aquella cultura que marcan
la marcha social de la república
independiente; efectos dificultosos que tienen que ver con
la auto-organización de la cosa
pública venezolana, es decir, "hay una cosa profunda que se halla en
nuestra debilidad del espíritu público" (Brillante Científico Social).
A. LAS RAICES CASTELLANO-LEONESAS EN LA IMPLANTACION
DE LA
PROVINCIA DE VENEZUELA.
El golfo que se
balbuceó como de Coquivacoa, se pronunció
y escribió desde el principio
como golfo de Pequeña Venecia al
contemplar los palafitos de los
indios Paraujanos en la desembocadura
del río Limón. Aunque en la expedición de principios del
siglo XVI del conquense Alonso de Ojeda, iba Américo
Vespucio, no fue la cartografía de éste, sino la del cántabro
de Santoña, Juan de la Cosa, la que elaboró el
término de "Venezuela", el diminutivo afectivo de Venezia (pagum aut villam super aquam, ut Venetiae,
según escribe Américo). La fundación de la primera ciudad institucional
en 1527, Santa Ana de Coro, por
el aragonés Juan de Ampíes, culmina el proceso exploratorio del
golfo de Venezuela. En este año y en 1529, con la llegada del primer
concesionario alemán, Ambrosio de Alfínger, está presente en Venezuela
el grueso del grupo de pobladores, de origen castellano-leonés, que van a
impulsar la fundación institucional de la provincia.
Desde Coro se
organizan las exploraciones mineras del territorio; pero también es el lugar de las
contradicciones políticas entre caquetíos y españoles (indios y vecinos o
pueblo), entre españoles (vecinos) y los concesionarios alemanes, entre España
e Inglaterra como potencias internacionales, expresado en los saqueos de los piratas. Esto último es el
detonante para el traslado de la primera capital de Venezuela al interior del territorio; ello ahondará las
animosidades entre los pobladores y los
alemanes, entre el modelo
agropecuario y el minero. Una primera reorganización de las fuerzas sociales se
plantea en torno a la alianza entre el pueblo e indios (españoles y caquetíos) para solucionar a favor de ambos el conflicto contra
los alemanes y su despotismo al
frente de la gobernación.
A 350 Kms., al pie de
Los Andes y junto a inmensos valles feraces, se traslada la capital de la
gobernación. Juan de Carvajal, oriundo de Villafranca del
Bierzo en el antiguo reino de León, representa la punta de lanza del
proceso, mediante la fundación de la "ciudad madre" de la Inmaculada Concepción
de El Tocuyo en 1545. Pero otros pobladores de Coro, no abandonan la búsqueda
de un puerto de mar más seguro que Coro. El segoviano Juan de Villegas funda
Nuestra Señora de la
Concepción de Borburata en
l548, en la serranía de la
Montaña de la
Costa. Pero este punto costero sigue siendo vulnerable a los
piratas, y Borburata es abandonada. En el lapso de esa búsqueda, los
exploradores castellano-leoneses descubren el lago, que se llamará de Valencia,
en 1547.
Coro y los alemanes
han perdido la titularidad de capital y de gobernadores. Ahora es el Tocuyo y
su gobernador, desde donde se emprenden exploraciones mineras, se estructuran
encomiendas y se avanza en el dominio
del territorio, sobre todo teniendo en cuenta la búsqueda del puerto de mar que
permitirá a la provincia el contacto con el exterior metropolitano a salvo de
los piratas. De nuevo el segoviano Juan de Villegas se encuentra al frente de
las distintas fundaciones de Nueva Segovia de
Barquisimeto, en 1552, 1556 y 1562. Las incursiones por el lago de Valencia en búsqueda de la puerta al mar, da
origen a la fundación de Valencia del
Rey en 1555. Esta fundación está discutida en la historia de Venezuela: la fundación "oficial"
se atribuye a Alonso Díaz Moreno, oriundo de Santa Olalla (Toledo); pero en
1552, Vicente Díaz, vecino de Borburata, la ha establecido antes, bajo mandato de Alonso Arias de Villasinda,
originario de Valencia de Don Juan (provincia de León), que es gobernador y
capitán general de la provincia de
Venezuela entre 1552 y 1557.
Pero todavía
Valencia se encuentra distante
del mar (53 Kms.). Por eso se prosigue la búsqueda hacia
el territorio de los indios Teques. La expedición del emeritense Juan Rodríguez Juárez llega a este territorio del cacique Guaicaipuro en los años de la década
de 1560. La derrota de aquél por éste va a llevar a los gobernadores de El
Tocuyo a organizar en firme una expedición que saldrá de Valencia del Rey
al mando del capitán Diego de
Losada, originario de Ríonegro del Puente en la provincia de Zamora. La orden,
una vez derrotado Guaicaipuro, era fundar una ciudad en el valle de los indios
Caracas, donde se había establecido antes el Hato de San Francisco por el
criollo Francisco Fajardo en sus correrías desde la Isla de Margarita. Este valle
alto reúne al fin las condiciones de cercanía al mar (22 Kms.) y la defensa
frente a los piratas debido a la abrupta serranía que le separa de la costa.
Diego de Losada funda la ciudad de Santiago de León de Caracas en
1567, el día de Santiago Apóstol y se llamará de León en honor a Pedro Ponce de
León, gobernador de la provincia. Entre los vecinos se encuentran Alonso Andrea
de Ledesma fundador del pueblo de Baruta en 1591 y Guillermo Ávila a quien
tocaron las tierras de piedemonte de la Serranía, por lo que el cerro lleva el nombre de
El Ávila. El gobernador Pimentel traslada la capitalidad de El Tocuyo a Caracas
en 1591, cerrando hasta el día de hoy el itinerario de las sedes capitalinas de
las instituciones centrales de la provincia primero y la nación después.
La organización del
territorio siguió su camino generalmente por pioneros castellano-leoneses. El
capitán Juan de Maldonado y Ordóñez de Villaquirán, oriundo de Barco de Avila,
se encuentra fundando la ciudad de
San Cristóbal en 1561, como una venta en el camino
entre Pamplona y Mérida. Tal es el origen de la capital de El Táchira. El mismo Maldonado está entre los
fundadores de San Juan Bautista del
Portillo de Carora en 1570, junto a Juan del Tejo. Juan de Salamanca,
nacido en Portillo (provincia de Valladolid) refunda la ciudad en 1572.
Dominando la entrada
del lago se funda Nueva Ciudad Rodrigo de Maracaibo en 1569 por Alonso Pacheco
Jiménez, oriundo de Talavera de la
Reina (Toledo); casi abandonada, vuelve a ser fundada
oficialmente en 1574 por Pedro Maldonado como Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, a
instancias de Diego de Mazariegos, zamorano neto, gobernador y capitán general
de la provincia. En los límites sur-orientales, se fundarán Guanare, por el
capitán portugués Juan Fernández de León en 1591, que había hecho méritos
en la fundación de Caracas, y San
Sebastián de los Reyes por el capitán
Sebastián Díaz de Alfaro en 1585; dos ciudades preparadas finalizando el siglo
XVI para llevar a cabo la conquista de
Los Llanos durante el siguiente siglo.
La
fundación de otros pueblos intermedios para ir garantizando el
intercambio comercial entre la red de las ciudades ya establecidas, se irá
desarrollando casi simultáneamente.
Nuestra Señora de Talavera de Nirgua entre 1551 y 1569, siempre
amenazado por los indios; Nuestra Señora de Táriba fundada por Alonso Alvarez
de Zamora en 1561 y Timotes por Alonso Vásquez de la Serena en 1620, todo ese
territorio remarcado por puntos fundacionales que configuran una red urbana,
cubre ya el Centro y Occidente de la
actual República de Venezuela, un período muy creativo que tendrá que llegar la
2ª mitad del siglo XVIII para poderlo comparar en empuje socio-político e
institucional dentro de la historia de Venezuela.
B. PROCESOS POLITICOS CENTRALES EN EL SIGLO XVI:
¡ABAJO LA COLONIA, VIVA LA COMUNIDAD!
Hay un actor histórico que nace en Arévalo del
Rey (provincia de Ávila) en 1506, y que
expresa la implantación culminante de las políticas de las comunidades
castellano-leonesas en Venezuela; un actor que relativamente comparable en
dicho período con Jiménez de Quesada en Colombia, Hernán Cortés en México y
Francisco de Pizarro en Perú. Es Sancho Briceño. Debido a la peculiaridad
prehispánica de Venezuela, Sancho Briceño no está al frente de un ejército
derribando un imperio anterior, ni es
fundador personal de ciudades, pero es cofundador de Coro, Borburata, El
Tocuyo, Barquisimeto. Se casa en Coro y
es alcalde de esta ciudad; acompaña la
expedición de Jorge Spira y asiste
a la batalla de los Omeguas con Felipe de Hutten, donde muere Juan de la Cosa. Está en el grupo de los
descubridores del lago de Valencia en l547. Al fin, fija su residencia en la
ciudad andina de Trujillo, cercana a El Tocuyo.
En 1560, por decisión
de los 7 cabildos existentes en
Venezuela, reunidos en
Barquisimeto en Congreso de
Municipalidades, se le designa
como el primer parlamentario para que vaya a
presentar a Felipe II un pliego de peticiones en favor de los intereses
de la provincia venezolana. Una de las peticiones se refiere al pleito de los
alcaldes para gobernar a Venezuela en ausencia o muerte de los gobernadores,
otra es relativa al inicio del comercio hispano-venezolano y finalmente la
licencia para traer 200 esclavos negros. Una rama de los Briceño permaneció en
el área de Trujillo y sus descendientes son Cristóbal (Hurtado de) Mendoza,
primer presidente de la
Primera República y Antonio
Nicolás Briceño, prócer de la
independencia nacional. Pero otra rama vino a
asentarse en los Valles de
Aragua, camino de Caracas y cerca de
esta ciudad; a esta rama aragüeña y caraqueña de los Briceño pertenece el
Libertador Simón Bolívar. Aunque su apellido vasco lo toma azarosamente del
secretario, Simón de Bolívar, de la municipalidad de Caracas, que llega a esta
ciudad a fines del siglo XVI en tiempos
del gobernador Osorio, la
ascendencia profunda del
Libertador tiene sus raíces en la primera generación
castellano-leonesa que funda Venezuela. Antes de que llegara el apellido
Bolívar a Venezuela, ya estaba “Bolívar" en Venezuela de mano de la primera
generación heroica, que diseña el mapa de Venezuela. Sancho Briceño es su
séptimo abuelo; en consecuencia el Libertador se encuentra dentro del árbol
genealógico de los Briceño (Dávila, 1927; Briceño Iragorri, 1972b; Fundación
Polar, 1988).
De Sancho Briceño a
Simón Bolívar, lo que ocurre es la creación y profundización del espacio público
de las comunidades castellano-leonesas en América, y en consecuencia la
configuración política nacional de la futura República. Paralelo a ese proceso
acontece todo un proceso que intentó reducirlo y liquidarlo, en tiempos de
Sancho Briceño, la concesión colonial
minera de la casa Welser o de los Belzares
alemanes; en tiempos de Simón Bolívar, la concesión colonial también
de la Compañía Guipuzcoana. Vamos
a observar la primera, para pasar luego a las claves de la sociocultura
venezolana. Carlos I, al postularse como candidato a la Corona Imperial
alemana, por la que llegó a ser Carlos V, necesitó presionar a los Príncipes
Electores con recursos monetarios. Los Welser, casa bancario-financiera de
Asgburgo, se los proporciona, obteniendo como contraprestación la
concesión de la
explotación minera de la recién
constituida provincia o gobernación de Venezuela. Desde su sucursal en La Española, la casa Welser coloca en la gobernación
de Venezuela a sus agentes para la exploración minera: Ambrosio de Alfínger, Nicolás Federman, Jorge Spira y
Enrique de Hutten. De este modo en la ciudad de Coro encontramos dos proyectos
distintos que se impugnan a muerte: el espacio provincial con toda su expresión
institucional política propugnado por el modelo de las comunidades castellano-leonesas (los
vecinos de las ciudades) y el espacio colonial con su expresión económica
minera propuesto por los agentes alemanes del capital (Hurtado, 1999: 201). De
nuevo, el enfrentamiento de la modernidad del
estilo colonial expresada en el poder central e imperial y el de la
modernidad de estilo provincial expresado en el poder de las comunidades
nacionales. En la periferia de la comunidad nacional por constituir, la institucionalidad provincial estará en
ventaja, al colocarse en la posición de
identificar la ley y defender los intereses del estado (la Corona) frente a la
corrupción de los concesionarios.
El cambio de
estrategia geopolítica permitirá el desarrollo del espacio público en la ciudad
de El Tocuyo a través de su apoyo en una estructura agropecuaria; en Coro, se
hubiera ahogado bajo el sofoco del despotismo del capital extranjero
y de
los saqueos de los piratas
ingleses. Juan de Carvajal con título de gobernador es el primer europeo que reconoce la riqueza
agropecuaria de Venezuela. Defendiendo la legalidad frente a la corrupción
concesionaria minera, apresa a Spira y a Hutten y les da muerte; con ello
liquida la ingerencia colonial e imperial de Carlos V de Alemania en las
nacientes comunidades americanas. Aunque
el segoviano Juan Pérez de Tolosa, nuevo gobernador nombrado proveniente de
Puerto Rico, procede a someter a juicio de residencia y ahorca a Juan de Carvajal, corriendo éste en 1545 la suerte
de los comuneros de Villalar en 1521, sin embargo, en América las
comunidades castellano-leonesas han triunfado y con ello lo mejor del estado y
su Corona.
Este triunfo es
reconocido en la metrópoli española. Lo que logra Sancho Briceño en 1560 por
real cédula suscrita en Toledo es que cada alcalde puede hacer también de
gobernador en su ciudad y territorio
en caso de ausencia de gobernador. Esta organización federativa, junto con las ansiedades del autogobierno en
la provincia, irá en aumento en todo el período provincial o
prerrepublicano. Aún más, el poder real
lejano escucha al poder local cercano para controlar las arbitrariedades de los
gobernadores: los "juicios de residencia" son una de las ocasiones del control de
los gobernadores por el rey, apoyado en las municipalidades.
Los siglos XVII y
XVIII proporcionarán los escenarios de la lucha sorda entre los cabildos y la
gobernación, entre los criollos descendientes de los conquistadores
fundadores castellano-leoneses, atrincherados en su poder local, y los
capitanes generales que venían temporalmente a gobernar la provincia. La
derrota política de la
Compañía Guipuzcoana, que representa la vuelta al modelo
colonial de los Welser, significa también el final de la época provincial; con
la llegada de la guerra de independencia nacional los criollos en cabildo
asumen el poder que aun no tenían, el del gobierno y el del estado, y
proclamaron la república. Lo que se constata socio-históricamente es que
ocurrido este hecho, es decir, asumido el poder del gobierno y el estado por
los criollos y repartidos los cargos, se desploma casi hasta el día de hoy el
poder local de los cabildos o comunidades municipales. Retrocedió la identidad
del hacer o proyecto de sociedad y emergió la identidad del ser, de las
esencias, de la retórica, del mito
étnico. Las intrigas criollas, sin haber solucionado en nada el problema
social del país, se extralimitaron en el acaparamiento de la tierra y en el
peculado de la política, durante los siglos XIX y XX.
Lo que ocurre después de la batalla de Carabobo
es el gran vacío de la autoridad (el padre) en favor del autoritarismo del
"taita", la liquidación de la municipalidad comunal en favor del centralismo
estatal, la debilidad del espacio público propio recién
surgido entre el estruendo de las armas merced a los esfuerzos de Simón Bolívar,
Andrés Bello, Simón Rodríguez, José María Vargas, para ser deteriorado y
expulsado del país como lo fueron los próceres nombrados ¿Hay alguna cosa más
profunda que interprete este desencaje del
proyecto político de Venezuela?
C. LA
INICIAL DE LA
PAIDEIA Y LA REGRESION PSICO-SOCIAL
DE LOS
CONQUISTADORES.
Cuando la estructura
económica llega sólo hasta cierto límite de explicación, es decir, da
"una" explicación, y cuando el juego político proporciona otra
explicación, pueden conseguirse todas
las explicaciones plausibles dentro de una serie. Nosotros vamos a averiguar la
explicación en la que el desarrollo de la identidad del ser, la identidad
étnica, tiene tal desarrollo, que tranca (=y desencaja) en su sobre-forcejeo la
identidad del hacer, el del proyecto tangible en la tarea de constituir la
sociedad. A esta identidad étnica, nosotros la ubicamos
en la estructura familiar en Venezuela, estructura dura por oposición a la
estructura blanda de lo social y lo político. Es de tal modo, dura, que es en
la psicodinamia familiar que se encuentra la fuente productora de la cultura
venezolana. A esta estructura familiar y a esa identidad étnica la hemos
caracterizado en nuestras investigaciones como matrisocial: la figura sumamente
desarrollada de la madre preside la estructura psico-dinámica familiar y al
mismo tiempo origina de esa forma lo específico de la cultura. La intervención de dicha figura suele ser
extremadamente fuerte tanto en la familia como en la cultura, por lo que el
sentido global de la misma es, por su lógica psíquica, socio-culturalmente
regresivo (Hurtado, 1995).
El proceso civilizatorio de la primera
modernidad, que imprimen los fundadores
castellano-leoneses de las primeras ciudades venezolanas, ¿se desorienta
en América, como sostiene Carlos Fuentes
(1993), o más bien toma su propio atajo o desvío excéntrico con respecto a la
modernidad centroeuropea, creando su propia identidad, especialmente con
ocasión del Barroco? Aquí hay varios elementos que tornan complejo el problema:
1) Los conquistadores en su afán de implantar
una sociedad (municipio, nación,
patria), no una colonia o factoría, entran en la mira americana, se hacen
americanos y así lo asume después América. El Sancho Briceño que torna a España
como parlamentario (venezolano) y se da
una vuelta por Sevilla, donde arriba, a Toledo donde está la Corte, a Ávila y a Arévalo
donde está su familia (Fundación Polar, 1988), es ya social e históricamente un
americano.
2) Los conquistadores
al encontrarse con una nueva realidad tienen que reeditar de un modo original
las claves sociales modernas: es una realidad primaria (tribus), virginal
o silvestre, la que tiene que ser
reelaborada como sociedad (Briceño Iragorri, 1972ª; Briceño Guerrero, 1994) según
los parámetros alcanzados por la humanidad en su historia. En este afán,
tratan de perder para ganar, de suerte
que tienen que construir un nuevo aparato productivo del sentido para ellos y su entorno: el modelo cultural, que
emerge plenamente hecho en su reproducción, es decir, en sus hijos, tenidos de
madre americana (blanca, india o negra), con toda la vergüenza del malinchismo,
impuesto por la ideología social. Este modelo
cultural que caracterizamos como
matrisocial, tiende a ser etno-psíquicamente regresivo (Hurtado, 1995).
Reconfirma esta proposición de la Antropología Venezolana
de Hurtado, el análisis e interpretación que sustenta Francisco Herrera Luque
en su historia novelada de los Amos del Valle (Herrera Luque, 1978) sobre el
período provincial de Venezuela, así como el análisis e interpretación más
alejada de los autores (Carrera Damas, 1973; Pino Iturrieta, 2003) que en el
período republicano han venido tratando la historia de las ideas o mentalidades
sobre el culto o divinización de Bolívar, el padre heroico de la patria. Ya el
historiador, diríamos clásico en Venezuela de principios del siglo XX, José Gil
Fortoul, apunta al aspecto regresivo etnopsíquico de los conquistadores en la Introducción al
primer tomo de su Historia Constitucional de Venezuela (Gil Fortoul,
1967).
3) Es en su afán
civilizatorio convergente con la creación de la cultura matrisocial, que
los conquistadores se tornan figuras
regresivas psico-culturalmente. En este inicio societal y en esta regresión
etnopsíquica, el conquistador y sus hijos criollos, como lo serán el caudillo liberal
del siglo XIX y aún el jefe o presidente democrático, dentro del
presidencialismo venezolano, responden, con las pautas culturales
matrisociales, a un comportamiento similar al de los señores feudales del siglo X
(comunicación personal del psiquiatra José Luis Vethencourt) (Véase en
Vethencourt Balestrini, 1974). Por su
comportamiento patrimonialista y caudillista[2] irán reduciendo al
mínimo los espacios públicos de su existencia, en el sentido habermasiano de la
comunicación negociada, así como por su comportamiento familista amoral
des-estimularán la formación y aprovechamiento de las ventajas societales. En
adelante, los constructores de Venezuela van a tener dificultades especiales en
la elaboración de la paideia o proyecto
social.
Sancho Briceño
siempre será más conocido e importante en Trujillo (Venezuela) que en Arévalo
(Castilla-León). Allí puede hacer la figura de un héroe social (Dávila, 1927):
uno de los padres del municipio
en América y el primer embajador o
diputado de Venezuela en el exterior; aquí, en Castilla-León, puede pertenecer
a la memoria de la proyección de lo hecho hacia afuera, casi perdida para el
castellano-leonés. Pero en uno y otro caso, los aprendizajes histórico-políticos dependerán de la
identidad del hacer que tanto Venezuela como Castilla-León pretendan
desarrollar con sus proyectos sociales. Mucho tememos que la regresión
matrisocial venezolana desencaje el
aprendizaje sociopolítico
especialmente el del siglo XVIII, al dejar desactivada la significación del porvenir socio-histórico, como también
que el "embeleso de la memoria" castellano-leonesa, reduzca
aquellos proyectos a polvo. Ya un escritor castellano-leonés del siglo XV,
Pérez de Guzmán, decía que "Castilla no merece sus grandes hombres, los
hace y los deshace", (Fernández MacClintock, 1991: 90, cita que recoge de
Américo Castro) (Véase Sánchez Albornoz, 1981).
En este sentido,
tanto Venezuela está desorientada consigo misma, como también parece que lo
está Castilla-León, cada una con su propio problema cultural a las acuestas,
desencajando permanentemente su quehacer histórico-político: el del rompe y
rasga en vez de construir con paciencia. Ojalá fueran excéntricas de la
modernidad europeizante como mecanismo de defensa para no perder lo que deben ganar (en propiedad) y elaborar su
propia modernidad. Pero esta excentricidad no puede resolverse por la vía
regresiva, impidiendo el fortalecimiento del espacio público. "Parece que
en Venezuela hay una impotencia para producir proyectos" (Intelectual
Ilustre). Por eso tampoco hay impugnación alguna; "los dictadores siempre
se cansaron de gobernar: Antonio Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez y Marcos
Pérez Jiménez gobernaron todo lo que quisieron"(Intelectual Ilustre).
La queja de Simón
Bolívar, hasta su muerte en 1830, con relación a la dificultad de construir la
república sobre ciudadanos, se vuelve a aquél proyecto político
"viejo" (según dice en la
Carta de Jamaica) de las comunidades que impulsó su
tatarabuelo Sancho Briceño, aunque su tataranieto lo expresara en lenguaje
de la
modernidad ilustrada. Aún todavía lo quejumbroso puede escucharse a fines del siglo XX en venezolanos
clarividentes de lo que pasa en su país latinoamericano.
En las actuales
circunstancias de la formación de las comunidades autonómicas españolas,
Castilla-León debe construir su proyecto político como nacionalidad. En primer
lugar, para salir de la modorra de una región amorfa; y, en segundo lugar, como
exigencia para estar presente de un modo
protagonista en la configuración del "hacer" la unidad o unanimidad
de España. A esta
unanimidad, Castilla-León no puede acercarse negándose en favor de una España uniforme
como ha ocurrido desde el siglo XVII;
ello acarrearía su incapacidad
para la acción política nacional, al mismo tiempo que ella sería la región más
perjudicada, al deponer su particularidad en pro de un centralismo
homogeneizante.
Después de la derrota
comunera en 1521, el rescate de la personalidad
de Castilla-León (Carretero y Jiménez, 1966; Maravall, 1979) supone
mantener la geopolítica de lo provincial y municipal, en una España en la que el deterioro de lo político
acontece bajo las presiones de la geopolítica de tipo colonial y economicista, dentro de la proyectada Unión
Europea teñida por la dinámica mundial
de la globalización. Sin proyecto
económico-político, Castilla-León no podrá aportar lo que esencialmente
le corresponde y se le demanda en la actual redefinición de la interrelación de los pueblos de la nación
española (Stallaert, 1998).
Por supuesto que Castilla-León debe ser una consigna
contra todo remedo de reinos de Taifas y de balcanizaciones; estos
esquemas políticos no son los más adecuados para elaborar un espacio político
entre los pueblos de España, como fue el
caso de la balcanización de la Gran Colombia, esto es, del proyecto geopolítico
del Libertador Simón Bolívar. Las simples integraciones económicas
actuales, inspiradas en la globalización neoliberal no rescatarán el espacio
político inscrito en aquellos proyectos.
Por su parte, el rescate de la reconstrucción de
Venezuela implica un cambio de cultura política, con el fin de adquirir la capacidad de generar proyectos
políticos. Esto es un problema cultural
que tiene que ver con el propio cambio de la cultura. Los procesos
fundacionales de la antigua provincia, reafirmados en los procesos de la
independencia política de la
nación, representan hondos motivos para inspirar
dicha tarea política (Mijares,
s/f.; Mate y Niewöhner, 1992). Es
necesario actualizar la cultura
de la "igualdad comunera", pero como condición para llegar a la
"libertad de los comunes" (hoy
ciudadanos), y con ello llevar a cabo, en una y otra realidad geopolítica, una versión propia de la "encajada
política" de la modernidad, la de
ciudadanos participativos dentro de la representación social.
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Publicado en el libro de Samuel Hurtado
Salazar: Tierra nuestra que estás en el
Cielo, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, Universidad Central
de Venezuela, Caracas, 1999.
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Fue presentado como Ponencia en el
X
ENCUENTRO DE LATINOAMERICANISTAS EN ESPAÑA
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
13 y 14 de
Mayo de 2004
RESUMEN
Previo al problema ideológico del
multiculturalismo, el tema grueso en América Latina es su identidad. Esta no
puede entenderse desde el utopismo europeo acostumbrado, pero hay fuertes
dificultades desde cómo los latinoamericanos aceptan y piensan su realidad,
según nuestras investigaciones. En este marco se ubica la presente
configuración etnohistórica de Venezuela reorganizada por las sucesivas
inmigraciones españolas, suponiendo la base caribe y arahuaca previa. Así se
describen la implantación castellano-leonesa en la fundación de las ciudades
(siglo XVI), la reacción de los criollos, hijos de los conquistadores frente a la Compañía Guipuzcoana
como colonialista (siglo XVIII). Autores, a los que fundamenta nuestra
antropología matrisocial, señalan la regresión etnopsíquica de los
conquistadores y de sus vástagos mestizos produciendo la etnogénesis
latinoamericana y cuyo resultado es la desorientación en el proceso
sociopolítico de Venezuela.
Palabras claves: implantación provincial,
colonia, comunidad política, regresión etnopsíquica, proyecto sociopolítico.
[1] Dentro del estado actual de las Comunidades
Autónomas en España, la
Comunidad de Castilla-León comprende las provincias de la región leonesa como son
León, Zamora y Salamanca, y las provincias de la anterior región de Castilla La Vieja: Burgos, Soria,
Segovia, Ávila, Valladolid y Palencia. Se exceptúan las provincias de Santander
y Logroño, hoy Comunidades de Cantabria y La Rioja, respectivamente.
[2] En el sistema político venezolano, al
presidente de la República
se le califica como caudillo gomero en alusión al dictador General Juan
Vicente Gómez, que muere en 1936, en el análisis del renombrado historiador
venezolano Ramón J. Velásquez. Se significa con ello que dicha calificación
atraviesa todos los regímenes políticos, también los denominados democráticos.
En la organización social todo el liderazgo es caracterizado como caudillista.
“El liderazgo en Venezuela no sabe manejar la autoridad--- Ese que se dice
representante –que no representa a nadie- tampoco deja participar a nadie...
Nuestra democracia sigue siendo caudillista, clientelista” (Obispo
Ejemplar).
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