viernes, 7 de marzo de 2014

SENTIMIENTO DE LA PLAYA

Esta vez
            he colgado a hombros la playa
como última frontera,
y he permanecido inmóvil, hasta que
mi cuerpo fue fundiendo su piel
escaldada
con la piel de la arena cruda.

Cuando llegó la puesta de la tarde
ya no sentía la playa,
pero la veía hundida en la luz
oscura del último mar.

No escuchaba otro sonido
que el de un surtidor de pájaros
 ciñéndose a mi sien
en reposo de trasparencias labradas;
con las montañas del poniente, percibí 
que el mar se llevaba mis ojos
tras el postrer trayecto
de mis pesquisas imaginarias.

¡Tan excesivo el mar, tan enjuta la playa:
Ha sido suficiente este sentimiento
para tremolar mi intrepidez!

No sé si he pifiado con mis alumnos:
la ola signa las solvencias de la playa traslúcida,
mas la ola implota –zizagueante el rizo, indeciso trecho.

Mi verdad pesa en la serenidad de la ola.
Mi discurso comulga con la resaca y la espuma.
Mi pensamiento de país desguaza con desvelo
            castillitos de arena desmayada.

Trayecto de frontera
la playa activa mi resorte de fascinación;
el temor queda para mi propia sordina.

La Caranta, Pampatar, 21 de febrero de 2014.
A publicarse en Imágenes de Villorido, 25 de marzo de 2014.          

A TEMPO COREADO

EL ARROJO HACE LA INTREPIDEZ

La trayectoria es el tema hoy, el trayecto vital siempre vivido como frontera, que se traspasa, se supera. Se ha ideado un proyecto. Lo que queda es transitarlo. Pero siempre que se enfrenta (reflexivamente) un problema del proyecto, se vive como último trayecto, casi como un finisterre de cara a un mar desconocido. La imagen de arrojar (-iaciare), de lanzar a la vida, que vincula tanto al proyecto como al trayecto, se observa bien en el mito de Adán y Eva. Dios arroja a éstos fuera del paraíso y los lanza al desierto, a la tierra cero (0). Pero no los arroja a la nada aniquiladora, sino a un vacío creador de libertad. Vacío dispuesto, apto para la construcción de la habitación humana.

Más que el castigo de la teología judeocristiana, el desierto representa la oportunidad-desafío para que el hombre se supere a sí mismo: el ser humano tiene por delante la tarea de construirse como social. Tal es la interpretación de Savater,  filósofo moral, en su libro La Tarea del Héroe. La metáfora del héroe recoge los caracteres sacros, aun en ausencia de dioses de por medio, como son la fascinación y el temor, que ocurre en toda relación social en construcción. (Toda relación social es gratuita, porque está llena de gracia, y no se puede pagar). Esto me ocurre en la trayectoria de actor-autor social en el barrio y en la universidad, donde acontece ésta en la relación de profesor-alumno. En el cuadro siguiente del blog se reflexiona sobre este transitar con ocasión de un breve discurso relativo a un premio a la trayectoria de investigación universitaria.                       

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