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Xto y su cruz como sol de justicia |
Homenaje a Nelson José MataVillegas
profesor y práctico de la resilencia,
excelente ejercicio para este momento
de prostación social vivido enVenezuela
En medio de nuestra situación de desamparo por la corrupción que ahoga
nuestros derechos humanos, pensamos con José María Díez-Alegría que dentro de
que “creemos en su omnipotencia (de Dios) y ese es el fundamento de una
esperanza indestructible…se da realmente una impotencia de Dios. Si él pudiera
impedir el sufrimiento de los inocentes y la opresión de los pobres, no habría
sufrimiento y opresión.
El Dios vivo, el Padre de Jesús, no tiene nada que ver con ese Señor
impasible que, para su mayor gloria, permite ‘en sus justos juicios’ que las
creaturas padezcan horriblemente. Esa impasibilidad es una concepción helénica
que se introdujo en la teología cristiana y la alejó del evangelio. Dios se
parece más a la mujercita que barre incansablemente en busca de una monedita
perdida. Al fin la encuentra y se lleva una gran alegría (Lucas, 15, 8-10).
Jürgen Moltmann ha puesto de relieve que en Jesucristo, condenado por
Pilatos, crucificado y muerto, Dios Padre no es impasible. Si el Hijo sufre y
muere, con él, de otro modo, pero con la más honda realidad, el Padre sufre y
hasta muere.
¿Qué Dios es éste? ¿El Dios de los ‘teistas’ o el Dios de los ‘ateos’?
Es el Dios misterioso y escondido: el Dios humano que, en su Hijo, ha probado
el dolor.
Es el Dios que no puede evitar que el Hijo muera, porque lo ha
entregado por amor a los hombres. Lo ha hecho entrar en la brega.
Es el Dios impotente, fuerte sólo en su amor. Su debilidad es nuestra
salvación.
Pero es el Dios que resucitó a Jesús, abriendo una esperanza allí donde
no parecía quedar ninguna.
'Si Dios da una muestra de su divinidad resucitando a este crucificado,
¿dónde estaba y quién era ese Dios cuando Jesús sufría la crucifixión? ¿Acaso
toleró Dios todo esto manteniéndose al margen? ¿Se escondió mientras esto
sucedía?' (Moltmann)
La real impotencia con que el Padre se entregó en Jesús y en él sufre por
y con nosotros, es un acicate enorme que consolida y azuza nuestra
responsabilidad.
Dios está en el juego y entra en el juego. Pero sus cartas nos son
desconocidas.
En el corazón del hombre es donde más presiento posibilidades de un
influjo transcendente, creador de humanidad”
Nuestro asunto humano con respecto a la ayuda que nos puede ofrecer la
fortaleza viniendo de la debilidad de Dios es “como decía San Pablo con
profundo sentido (es que) no sabemos bien lo que debemos pedir. Pero el
Espíritu intercede por nosotros con gemidos inenarrables” para que de la
profunda debilidad a que nos conduce la
actual experiencia de vida venezolana,
a la que Dios asiste con el hondo clamor de su
debilidad en nosotros, nos armemos de una fortaleza indestructible ante
la opresión a que estamos sometidos.
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José María Díez-Alegría: “Clamor de lo profundo”. En Rebajas teológicas de otoño, Bilbao: Desclée
de Brouwer, 1980, 127-129 (síntesis de fragmentos)
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