AL GRAN CERO
Cuando el Ser que se es hizo la nada
y reposó, que bien lo merecía,
ya tuvo el día noche, y compañía
tuvo el hombre en la ausencia de la amada.
Fiat umbra! Bortó el pensar humano.
Y el huevo universal alzó, vacío,
ya sin color, desustanciado y frío,
lleno de niebla ingrávida, en su mano.
Antonio
Machado:
Los Complementarios,
En
OBRAS COMPLETAS, Austral, Madrid, 1962, 247.
LOS DESAFIOS
ETNOLOGICOS A LA REFLEXION EN VENEZUELA.
Indice general:
A. Los Territorios del Proyecto Filosófico.
B. Los Insumos de los Datos Positivos.
C. El Orden Cultural Fuerte y el Pensamiento Débil.
D. De cómo salvar las Distancias Filosófica y Etnológicas.
“-Procura en su
trabajo desacralizar la filosofía...
-Sí,
no creo que lo sagrado en cultura sea muy
bueno porque o sagrado es aquello que no queremos tocar y algo que no se
quiere tocar no es bienvenido. ¿Para qué quiere uno la filosofía si no la puede
tocar? Además, todos en cierta medida somos filósofos. Todo el mundo se hace
preguntas, todo el mundo se pregunta cosas.
-¿El
secreto está en las respuestas?
-El secreto
está en mantener la curiosidad que da nacimiento a esas preguntas. La filosofía
no da soluciones, da, sí, respuestas que permiten seguir viviendo junto a las
preguntas. Si uno llega a una respuesta sobre la muerte no significa que llegó
a solucionar la muerte. La filosofía pretende seguir manteniendo vivas las
cuestiones que nos hacen humanos”(Savater, 1998, 53)
“Para tal fin me pareció inadecuado, pedante y hasta
cruel, entregar mi hallazgo a las demandas del estilo académico…Preferí lo
contrario, poner mis modestos recursos académicos a la disposición del discurso
original, tratando, eso sí, de arpegiar lo que he oído como acorde en los
escritos, en la tradición oral y en la conducta de mi gente”(Briceño Guerrero,
El Laberinto de los Tres Minotauros, 211).
A.
Los Territorios del Proyecto Filosófico.
Cuando
Briceño G. inicia el tema del tercer minotauro, el discurso salvaje en América,
se encuentra con el reto teórico que implica el método de exposición, donde la
palabra (académica) puede ser una tremenda limitante para expresar
literariamente los datos de un discurso caracterizado por su originalidad, es
decir, por ser fundamentalmen-te raigal. Frente a la palabra (reflexiva), la
música como recurso estético o sensible, hu-biera sido más afín a este fondo (étnico) discursivo. Con
esta clave metódica, el autor de El Laberinto, produce la exposición de dicho
discurso, pretendiendo salvar las distancias
entre la significación (étnica) y la reflexión (filosófica): en la
elección del recurso litera-rio Briceño sabe que compromete las significaciones etnográficas,
que como materias primas va a trabajar reflexivamente, esto es, los datos
concretos de su reflexión general.
Con
este ejemplo no queremos afirmar que el objeto de la antropología etnológica
sea solamente, y ni mucho menos, el de los pueblos primitivos, ni que lo
“salvaje”, o silvestre mejor, como circunstancia del ‘etnos’ identifique
únicamente lo “original” en cuanto lo puro o auténtico. La antropología como
ciencia positiva no se dedica al estudio del hombre a partir exclusivamente de
su magma asilvestrado, sino del etnos en todas y cada una de sus circunstancias
de autenticidad: también, pues, lo castizo, lo añejo, lo perdurable, lo
exquisito. Por otra parte, desde el evolucionismo y el funcionalismo hasta el
estructuralismo, la antropología hermenéutica y el etnopsicoanálisis, la
antropología --esa ciencia taimada (Geertz, 1994,116)-- ha visto transformado
constantemente su objeto de estudio sea con relación a las sociedades complejas
(desde las sociedades campesinas hasta las modernas), sea la esfera biosocial,
o los intersticios psíquicos; por lo que ha tenido que colaborar
interdisciplinariamente con otras
disciplinas para remediar el de-crecimiento de sus rendimientos explicativos.
La
“inspiración antropológica” conduce a estudiar el etnos o modo de producción
semántica general, como un acceso privilegiado para el estudio del hombre, de
suerte que se suele confundir antropología (estudio del hombre) con etnología
(estudio de la cultura o etnos) dentro de lo científico positivo. La etnología
contiene esa lucha interna consigo mismo, pues no traza los límites entre el
hombre y la cultura, y al mismo tiempo los umbrales de conexión no se
encuentran bien precisados. El ideal de Kant para quién la filosofía (moderna)
es, por vocación objetiva, esencialmente antropológica, no ha ayu-dado mucho a
la teoría antropológica en este sentido. Y no pudo hacerlo porque difícil-mente
se ha planteado su relación dialéctica con la etnología, al mismo tiempo que el
área objetiva de la etnología se encuentra aún imprecisa, por no decir
superficial entre los mismos antropólogos positivos, debido tanto a su “ilusión
etnológica” como a su “etnologismo crítico”. Aquélla identifica etnología y
primitivismo, éste sufre de nostalgia de la barbarie (Cf. Bueno, 26 ss; 141
ss).
El ideal
kantiano necesitaba, dentro del desvío de la filosofía idealista alemana,
formular el “giro antropológico” con el fin de trabajar una concreción
positiva, ya biológica ya sociológica. El descubridor del mismo, Feuerbach, no
logra la inserción positiva del mismo, por lo que los tres grandes críticos de
la modernidad clásica inmediatamente después: Marx, Nietzsche y Freud, se
encaminan a desintegrar la uniformidad
de la idea del hombre con objeto de plantearla en su división y heterogeneidad.
Marx toma la vía de lo económico social colocando a un lado las significaciones
étnico-nacionales; Nietzsche se orienta hacia lo estético, después de aceptar
que las ficciones de lo social son la “sustancia” donde ocurre la única
realidad, que como tal es contingente; Freud neurotiza la vida social, cuando
su propósito es salvarla de la neurosis. En el mismo punto en que se evapora el
ser como uniforme, se origina una búsqueda nostálgica del ser en sus fragmentos
instrumentales.
El
resultado de la crítica a la razón instrumental llevó al desvío de retorno a
preguntarse por los orígenes del ser, pero fraccionando éste en parcelas
positivas, presionará el surgimiento de las disciplinas científicas destruyendo
filosóficamente la unidad teórica del hombre. La lucha de clases se
corresponderá con la idea de la religión como opio del pueblo, la división de
la conciencia terminará por entender la religión como una neurosis colectiva, y
la multiplicidad de las máscaras de los personajes del drama social culminará
en la representación de la muerte de Dios. En suma, se desplaza la respuesta al
problema de la idea del hombre, a partir del olvido de lo étnico tomando a la
crítica racionalista de la religión como su referencia tradicional
privilegiada. De esta suerte, la razón instrumental se desarrolla
unilateralmente como racionalismo a costa de la disminución del sujeto, creador
de la significación. La crítica reflexiva se mantenía paralela y lejana de las
obras de la imaginación humana, como la palabra lo hacía respecto de la música
en la imagen de Briceño Guerrero. Trágicas o farsescas, “las obras
fundamentales de la imaginación humana (una saga islandesa, una novela de
Austin, o una cremación balinesa) expresan con igual intensidad la
reconfortante creencia de que todos nosotros somos iguales y la inquietante
sospecha de que no lo somos”(Geertz, 1994, 57) ¿Será el destino el que traza la
distancia entre etnología (significación) y la filosofía (reflexión)? ¿O
siempre existirá la distancia como proyecto que conlleva la posibilidad de
trabajar la cercanía de la filosofía dentro de una buena entonación
étnica?
B. Los
Insumos de los Datos Positivos.
Esta
problemática tiene doble entrada: ya desde la etnología o el conocimiento
científico social de las significaciones colectivas como soporte de la acción
reflexiva, ya desde la filosofía o el pensamiento como servicio a la
construcción de teorías científicas. Nuestra entrada es la primera en la medida
en que la problemática se genera desde el olvido de los insumos de la propia
significación (étnica) para justificar una reflexión concreta y universal sobre
la heterogeneidad de la idea del hombre. Pero es una entrada elaborada como
reflexión filosófica sobre la Cultura como “comentarios de salida” de mi
laboratorio específico de trabajo (Cf. Bueno, 134) Es pues una Idea (filosófica
del etnólogo que va en busca de los datos etnológicos.
En consecuencia, para relanzar el problema de la
reflexión sobre el hombre, es necesario resolver los asuntos explicativos, que
se refieren a las circunstancias de realización de la idea del hombre que han
puesto sobre la mesa las ciencias positivas organizadas para dar respuesta a la
crítica de la modernidad originada a su vez en torno al ‘giro antropológico’ de
la filosofía. Si durante el siglo XX, la filosofía ha sido motivo de
inspiración de la teoría científica, a pesar de las trampas en que filosofía y
ciencia cayeron debido a los desvíos de la racionalidad instrumental que ha
dominado su desenvolvimiento, al finalizar el siglo y en torno a la crítica de
la modernidad se tiene la necesidad de su convergencia para ventaja mutua,
convergencia que implica su mutuo enfrentamiento, no su mezcla o confusión.
Hay una
problemática que las convoca y es el retorno de la subjetividad como uno de los
principios de la modernidad, junto al de la racionalidad. Equilibrando la dosis
de racionalidad instrumental, la investigación científica debe acercarse al
punto sensible del sujeto sociológico y cultural, con objeto de ofrecer al
pensamiento fiilosófico la posibilidad concreta de arraigarse en la relación
sociocultural y adquirir una subjetividad reflexiva con densidad significativa.
La subjetividad sociocultural o étnica cumple con el papel de una circunstancia
o dispositivo esencial de la realización de la reflexión filosófica; es lo que
permite a ésta arraigarse, tomar tierra, en un campo de significaciones
colectivas. No tanto es la temática general de la reflexión, sino la forma de
hacer la reflexión de acuerdo a las preguntas y
las respuestas que emergen del campo de las significaciones, lo que
permite identificar al pensamiento filosófico con un precinto nacional o local,
de una escuela, de un autor o autoridad, de un área problemática real. Esta
oportunidad nos la otorga la crítica de la modernidad en cuanto permite el
método de desplazamiento consistente en pasar de la investigación del
conocimiento objetivo, soportado unidimensionalmente sobre la racionalidad
instrumental, a la investigación del reconocimiento subjetivo que se inscribe
multidimensionalmente sobre los dos principios, el de la subjetividad y
racionalidad. En términos de la antropología etnológica, tal proposición
muestra el desplazamiento de los relatos funcionalistas de las estrategias
sociales a los relatos interpretativos de los tipos de vida, esto es, de una
descripción empirista de las relaciones sociales a una hermenéutica de las
mismas. Aunque la subjetividad no se agota en una hermenéutica (subjetivista),
según se puede observar de acuerdo a una antropología del proyecto o de la
acción social. En este último tipo de antropología (sociológica), la
auto-referencia de la interpretación (círculo hermenéutico) se lleva sobre
hechos objetivables y se evita así lo vicioso del círculo, esto es, el subjetivismo
a que tiende, como tal, la hermenéutica.
Más allá de la interpretación sigue existiendo la
estructura social (Crespi, 1990; Gellner, 1994; Devereux, 1973). Ello permite
mantener a la interpretación en su papel técnico instrumental y no hacer de la
hermenéutica una esquizofrenia. De lo contrario la auto-referencia terminará en
el subjetivismo, y el trabajo disciplinario se verá liquidado o al menos reducida al mínimo su
proyección particular. La auto-referencia subjetivista supone unos límites de
cierre monádico, cuando la dinámica del intercambio de los hallazgos
encontrados supone más bien umbrales de comunicación, entendidos no de otra
manera que como referencias objetivas u oferta de servicios a otras esferas de
producción disciplinaria. En este sentido, entre la significación etnológica y
la reflexión filosófica debiera establecerse una interdisciplinariedad
complementarista; no se trata de adicionar sentidos diversos para hacer un solo
discurso, sino de hacer coexistir varias explicacio-nes que por sí solas pueden
caer en una involución retoricista cuando su rendimiento deviene decreciente o
cuando, al ser auto-referencial, se encauza en un círculo vicioso. Si la
etnología incursiona “sin mediar palabra” en los dominios filosóficos es muy posible
que se vuelva una chatarra que hace ruido; y si la filosofía pretende dar
cuenta de las problemáticas positivas no puede hacerlo sino con criterios
descriptivos o superficiales que semejan conceptos científicos y que terminan
siendo “mariposas etnológicas” según la metáfora de Leach (1971). Es el caso de
la antropología filosófica escolástica, que al trazarse una vocación
cosmopolita (universal, ‘católica’), descuida la sabiduría de la experiencia
concreta y desecha las particularidades significativas que produce cada pueblo
o nación. Laicizada, sin embargo, la reflexión antropológica suele mantenerse
en la lógica escolástica, pues persiste en no ir en búsqueda de las
“cristalizaciones significativas” (datos etnológicos) que expresan las
particularidades de cómo cada pueblo, etnia o nación, construyen sus modelos
comprensivos en orden a entender el mundo visible e invisible y a sí mismos.
Por su parte, si la etnología
quiere servir (ancilla) o ser referente de la filosofía no tiene otra
alternativa que la de proporcionarle el ámbito de las significaciones
colectivas, como lugar del sujeto (cultural). Y es en busca de esta
significación que tiene que moverse la filosofía como proceso de intercambio
reflexivo, pues “la etnología es ahora fuente positiva de materiales
indispensables para reconstruir
genéticamente el mundo de nuestras Ideas y, junto con la Psicología o la
Sociología, desempeña la función de “embriología” de la conciencia racional.
Por intermedio de las “formas bárbaras” es posible llegar a veces a descomponer
relaciones entre Ideas que se presentan como directas, y que resultan ser, por
ejemplo, productos relativos dados a través de términos etnológicamente
perfilados”(Bueno, 147-148). Pero la conciencia racional no emerge
embrionariamente de la significación (étnica) si no se percibe y reconstruye
reflexivamente.
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(Continua en el siguiente cuadro)
Publicado en Samuel Hurtado:
Contratiempos entre Cultura y Sociedad en Venezuela, Ed. de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2013.