Es vano remendar el agua,
hacer trenzas de lluvia,
pintar lagos de voces
y lotos de silencio.
Escribimos la palabra grifo,
la dejamos abierta
y soñamos,
oh gavilla de ilusos,
que se convierta en río.
Juan Manuel ROCA, Cantar de lejanía. Antología personal
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Indice General:
A. Las Confusiones Planteadas
B. Las Aclaraciones en clave de Universalidad
C.Exceso de Cultura y Merma Educativa.
D. El Azar Educativo y la Sobrevivencia Agónica Social
Pues al calificar el amor de los padres de animal e irracional, ello no es en sí una subestimación: el amor de los padres es tan impenetrable como el amor racional y fecundo del educador; y tratándose sólo del sentido educativo, dicha subestimación no alcanza a ser suficientemente grande. Cuando N. dice que ella es como una gallina, tiene toda la razón; toda madre lo es en el fondo, y para la que no lo es caben dos posibilidades: o es una diosa o es un animal aparentemente enfermo. Pero resulta que la gallina N. no quiere tener pollitos, sino seres humanos; por lo tanto, no debe educarlos sola” (F. Kafka, carta a una señora, citada en apéndice de Savater, 1997).
“Lo que hay que hacer es
saber,
alumbrarse ojos y manos
y corazón y cabeza
y después, ir alumbrando”
(A.Eloy Blanco, Coloquio bajo la Palma)
A lo largo de la crítica a la modernidad, la educación va
zarandeada entre el pensamiento de su crisis (la educación anda mal, se dice)
y el prejuicio de su salvacionismo social (es lo único que puede mejorar la
sociedad). Esta situación de doble pliegue se acentúa cada vez más, de suerte
que en la alborada del siglo XXI apenas si se detiene distrayéndose en
problemáticas parciales como la posible crítica a su entorno tecnológico o a su
complejo económico (matrículas y pago de profesores). En Venezuela, también se
produce esta situación general, pero viniendo a nuestro planteamiento
específico, se problematiza desde el ámbito de la mentalidad y no desde el
orden de la cultura.
A. Las Confusiones Planteadas
Con el despliegue de las
tecnologías electrónicas (TV, computadora, internet) y encabalgándose sobre el
mito del milenio, el asunto de la educación se coloca en una problemática
punta, casi parusíaca, sobre todo en los colectivos en desarrollo como el
venezolano. El atraso, el subdesarrollo, el estancamiento, se pretenden
rellenar con más instrucción (educativa) a partir del manejo de una técnica, o
insuflando conocimientos de información a la conciencia (in-formateándola),
para que el educando se sitúe fuera de la “cultura de la pobreza” o de la
opresión u oprobio social. El problema es tal que cuando la economía, la
política, la ciencia, la constitución, con sus modelos se agotan, se presenta a
la educación como la exclusiva tabla de salvación, pese a las críticas
negativas sobre ella. Negativismo y afirmación no parecen contradecirse en el
problema educativo, debido a su autorreferencia radical.
Entonces a la educación
se la reduce a un aparte disciplinario que funciona por sí solo, que viene al
colectivo desde fuera de su mundo de significaciones y que se le impone como
una gracia divina. Pero las significaciones son instrumentos que se fabrican en
el colectivo para que éste enfrente la realidad. De este modo toda acción
social se ve impactada por la dinámica significativa, que denominamos cultura
con criterio antropológico, la impacta dándole un sentido, que puede tener
orientación societal o no. Esto depende del ethos o estilo de hacer de una determinada cultura.
Siendo la educación una acción societal, nos preguntamos si en Venezuela
adquiere un sentido de orientación societal o no, y para respondernos lo
hacemos observando el tipo de cultura o mundo de significaciones que se produce
en el colectivo venezolano.
El asunto se suele
complicar cuando se utiliza de un modo babélico el concepto de cultura desde la
noción sociológica de cultura. El que educa es un hombre culto y cultiva el
gusto en los educandos, es un erudito y sabe muchas cosas con lo que transmite
un cúmulo de conocimientos, es un profesional
y debe enseñar diversos métodos y técnicas para desarrollar otras tantas
experiencias tanto tecnológicas como artísticas. Este concepto sociológico suele,
por su carácter superestructural, conducir a la educación a desvíos
racionalistas de tipo uniformador y reductor de la realidad: lo cultural se
encuentra en el mismo nivel y ámbito de lo educativo, por lo que un hombre
culto o cultivado es un hombre instruido, educado. Cuando nos referimos al
concepto antropológico de cultura se despeja el problema y se ordenan las
“lenguas de Babel”: la cultura es un asunto (el de las significaciones
colectivas) y la educación es otro, situado en la acción del proyecto societal.
Como forzosamente tienen sus interferencias esenciales, se origina un problema
específico cuando se piensa la relación de cultura y educación.
Si bien es cierto que la
educación puede jugar el papel de rito de iniciación, que se-gún Levi-Strauss,
se vincula con el problema del funcionamiento o reproducción social, también es
cierto que la educación como problema a construir, sigue una lógica de la
socialización que, según Kant, se especifica en su relación con la elaboración
de lo societal. Aries observa este dilema y lo aclara a favor de Kant cuando
dice que “la práctica del aprendizaje (en la educación) es incompatible con el
sistema de clases de edad” (Aries, 1987, 17), identificando a éstas con las
sociedades de solteros jóvenes en el Antiguo Régimen y en los grupos étnicos.
En éstos, la educación sigue paralela con la dinámica cultural para el buen
funcionamiento del grupo; lo que quiere decir que no transciende a éste para
transformarlo; en la sociedad moderna, la educación requiere de una distancia
con respecto de la cultura, pues se trata de hacer social al hombre, para
mejorarlo según una Idea de lo humano u hominización, supuesto ontológico
legítimo a la hora de organizar las valoraciones. El dilema es: o se educa para
adaptar al individuo a la cultura, o se educa para transformar al individuo
hacia su autonomía para que mejore el mundo y su porvenir. En su genealogía de
la educación en Europa, Aries se encarga de trazar la línea de la diferencia
esencial entre el camino que recorren juntos educación y cultura y el camino
que “deben” recorrer separadas. Decimos “deben”, porque si no cumplen con esta
pauta, cuando va adviniendo la historicidad societal, el problema del
paralelismo armónico entre educación y cultura operará en contra de la
educación.
B. Las Aclaraciones en clave de
Universalidad.
La cultura es un
problema humano general que consiste en un esquema o diseño de significantes
que produce “realidad” de significados, originándose en este proceso la
identidad específica del colectivo: es el principio del arraigo. Pero al mismo
tiempo dicho aparato de significantes genera la necesidad del movimiento para
sobrevivir en el entorno y organizar éste de acuerdo a una vida en sociedad: es
el principio del intercambio ¿Tendrá éxito una determinada cultura en la
operación del principio del intercambio con miras a la edificación de la vida
en sociedad tal como lo propone el proyecto y la idea de sociedad en la
modernidad? Recordemos que ya Freud, Levi-Strauss, Devereux, oponen los modelos
de culturas narcisistas orientadas por el principio del placer y culturas del
intercambio social guiadas por el principio de realidad.
Por su parte, la
educación es una acción social, que garantiza
el aprendizaje de saber organizar la vida en sociedad, donde el pensamiento y
la técnica confluyen para orientarse en el mundo o entorno. Requiere del
soporte de una cultura basada en el intercambio social, cuya tendencia apunte a
la preparación o cultivo de la subjetividad y cuyo punto culminante sea la
autonomía de ésta. De paso sostenemos que la autonomía o emancipación de las
cosas inmanentes es el supuesto clave de la modernidad, entendiéndose ésta como
el diseño y ejecución del proyecto social. La posibilidad de esta subjetividad
se halla estrechamente vinculada con la producción de las significaciones
colectivas, donde se valoran y transvaloran las cosas y su mundo. Por lo tanto
es la cultura desde su sentido étnico raigal la que dispone de las
herramientas, de los insumos de significados, de los procesos de trabajo del
sentido, de las ideas o diseños de los productos, y de los productos mismos.
Uno de estos productos es la vida en sociedad, en el que se origina el
subproducto de la educación, como lugar ponderado donde se elabora la autonomía
subjetiva. El trabajo de la cultura en la institución educativa para conformar
dicha subjetividad no puede hacerse sino en términos del proyecto social, en
cuyo nivel se encuentra la clave de la universalidad.
La universalidad se
distingue de la cultura particular en cuanto que ésta constituye a la “sociedad
natural” o comunidad donde la cultura domina y reduce a la sociedad a su
“localidad”; aquélla se expresa en la “sociedad artefáctica” o asociación
(gesellschaft); la comunidad es “connatural” con la cultura y se obtiene
solamente mediante un leve esfuerzo de adaptación perdurable; la asociación no
es “natural” y se distancia de la cultura en la medida en que requiere una gran
esfuerzo o lucha de transformación en todo momento para mantener su
conformación. La adaptación se relaciona con el “aprendizaje” del pensamiento
concreto de carácter mágico; la transformación constructiva necesita tener
garantizado ese aprendizaje porque ahora el pensamiento debe ser de largo
alcance porque apunta al proyecto social. En la modernidad, sin la producción
de “pensamiento a largo plazo, todo pueblo vaga en el vacío”(Varcárcel, 1999).
Se trata del enorme trabajo de construir los acuerdos sociales, con objeto de
dejar atrás las arbitrariedades o personalismos que anidan en las relaciones
familistas, localistas, etnicistas, nacionalistas, y aún cosmopolitas y
ecuménicas, para llegar a la mundialidad. Hoy día más que nunca vamos
asistiendo al proyecto y realidad de la sociedad como un asunto en sí mismo y
como tal mundial: cada problema ecológico, militar, social, económico, político,
sexual, de razas y de pueblos, va afectando a todo el mundo y éste lo
sensibiliza y tematiza como tal. Esto es lo que conceptualizamos como la clave
de universalidad. Apelar a los orígenes étnicos para lograr nuestra identidad
diferencial es un obstáculo regresivo para adquirir dicha clave; en cambio,
buscar y partir de nuestras raíces étnicas para saber quiénes somos opera a
favor de pensar la universalidad como propia.
La educación pertenece a
la clave de universalidad desde que comienza con el primer desencantamiento de
los orígenes míticos del mundo por parte de las religiones monoteístas
(Gellner, 1994; Touraine, 1992); si contra algo debe operar la educación es
contra el pensamiento mágico, la fatalidad o destino y la inercia.Si algo debe
favorecer es el desarrollo de la subjetividad y autonomizarla, y no puede
hacerlo sino orientada con trabajo racional al proyecto social. Todo
instrumentalismo (racionalista) como la “re-ducción” de la educación a sus
circunstancias de escolarización, de
tecnologías educativas, de costos mer-cantiles, de técnicas
profesionalizantes, de intereses gremialistas, etnicistas o nacionalistas…
conllevan desvíos graves de la educación y dañan profundamente a la enseñanza
de esa tendencia a la universalidad, inscrita en la dinámica de las cosas y el
pensamiento.
No se puede enseñar a
universalizar, si no se lo ha aprendido de antemano, según las condiciones
esenciales del ser cultural del actor social, esto es, la condición de
ciudadano con su implicación de autonomía o crítica subjetiva. Por su parte, si
la educación es un lugar ponderado para enseñar a universalizar, es por su
propia circunstancia de llevar a cabo la acción de enseñar “desde fuera” que se
inscribe en la acción intersubjetiva, generada en la relación maestro/discípulo. El aprendizaje de
antemano supone que se realiza en los grupos básicos del colectivo, como la
familia u hogar, donde la cultura (etnológica) tiene una incidencia fuerte, y
después en la escuela; o a falta de la socialización con referencia a la
sociedad en la familia, la escuela tendrá que realizar dicha socialización de
un modo más duro, sin contemplaciones; y si la escuela, la universidad… no lo
hacen le quedará a la vida del trabajo ejecutarlo por las buenas o las malas.
La acción “desde fuera” indica que de entrada es una acción social o moral, mas
allá de involucrar lo psíquico y lo cultural, y transcendiendo la
autorrealización, entendida según el prejuicio cultural alemán. El otro
(maestro) hace, no el papel alemán de parturienta (autorrealizada), sino el
socrático de partera (ayuda a crecer desde fuera). Tal es lo que significa
educar (ex-dúcere): “guiar desde
fuera” con el fin de “hacer crecer”(autoridad, de au-geo) al alumno; requiere que el maestro se encuentre en un plano
distinto, el de la jerarquía social, pues ambos pueden pertenecer o no a la
misma cultura sin que sea óbice al marco de la acción social educativa.
[Continua en el siguiente módulo a continuación]
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