domingo, 3 de noviembre de 2024

UN PULSO A LAS FORMAS DEL PROYECTO DE SOCIEDAD EN VENEZUELA

                                                    Country Club de Caracas  

                                                       A las memorias de los queridos profesores

                                                                    Simón Sáez Mérida 

                                                                             y Alberto Gruson

 Monición: el presente texto es relativo a la presentación del Opúsculo del Proyecto de Sociedad, que recoge los capítulos focales de nuestras tres investigaciones sobre la sociedad como proyecto, incluido en ello el llamado proyecto de país. Es una presentación que plantea el problema e insinúa su método de demostración, ubicada ésta en las obras de investigación larga. Su resumen lo podemos considerar de la siguiente forma:

El opúsculo del proyecto societal muestra formas del proyecto de sociedad. Si la sociedad no existe sino como proyecto, el problema en Venezuela se dirige a calificar la forma donde no hay proyecto. El resultado es una formalidad: forma sin contenido. Se describen tres formas como formalidad. En la societalidad, lo social debe contenerse en la forma lógica de racionalidad de las estructuras, social y cultural. La forma nacional, según la sociología histórica de los ferrocarriles; la forma moderna, según la etnopsiquiatría de cómo la cultura debe trabajar lo social como proyecto; la forma urbana, según una posible urbanología sobre Caracas en cuanto ciudad que debe comportarse con proyecto de sociedad. Tres formas ausentes en las realidades venezolanas, que con su negativismo social, no ostentan los contenidos nacional, moderno, urbano; en afirmativo moldearían realidades del proyecto de sociedad.

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¿Cómo y desde dónde alimentar el pulso que se plastifique en forma para pensar con el símil de proyecto?

Lo original del opúsculo reside en conjuntar, para verse entre sí, tres obras como momentos del ascenso a la montaña del considerar a la sociedad como proyecto. Este camino del dicho ascenso no se trazó desde un comienzo bien imaginado, no fue ni como personal, ni como idea, proyecto alguno. Si hubo algún germen de éste es que se fue haciendo camino en la medida que entramos y nos internamos como actor, primero, y seguido después, como autor, en la vida y realidad venezolanas. Y veíamos y observábamos, y fuimos tomado posición y posiciones, puntos de mira y de vista, hasta apuntes de impresión y notas. Y como todo en esta tierra, y tratamos que sea buena tierra, y aun la mejor tierra, todo fue madurando en plan de maceración productiva.

Las estaciones que marcan el plan realizado se refieren a tres obras de investigación, tal como cada una titula la visita sucesiva en el tiempo a las tres escalas en que se divide el índice del opúsculo. La idea de las formas ya nos la sugirió la revisión de la obra de Ferrocarriles con ocasión de digitalizar el viejo texto publicado, y nos lo reconfirmó la idea estética de Jorge Guillén en el poema que flanquea la entrada al opúsculo ‘impulso hacia forma”. Pero el lleno de la intuición se nos produce en la obra de Élite Venezolana, porque el motivo de trabajar con el punto de vista de la cultura (como forma de producción) genera provocaciones de sentido, y por lo tanto de desafíos. Así el proyecto personal, en la trayectoria de investigación, de estudiar la sociedad como proyecto, se produce de lleno cuando llegamos, según el ascenso a la montaña, a su cumbre. Y ahí está la razón de entresacar para esta presentación algunos prolegómenos que explican nuestro presupuesto que como pulso impulsa hacia la forma de entender la manera de trabajar produciendo los sentidos de sociedad, y así tomarle el pulso a Venezuela al examinar si el conglomerado poblacional da la talla de sociedad o no y cuanto dista de ese camino que como en viaje debiera emprender desde la familia (cultura) a la sociedad (Lévi-Strauss, 1975).

Es preciso mostrar nuestro punto de vista u orientación del concepto de proyecto apuntando a entender y ver la sociedad, y de aquí el cómo remozar el vocablo tan gastado por el uso y manipulación de social, y formularlo como societal. De este neologismo hemos obtenido el de societalidad con el que hemos trabajado la crítica a nuestro también concepto de matrisocialidad en la obra La Fiesta Interminable (2019)

Otros detalles importantes para la orientación de la lectura del opúsculo es que hemos estampado orden de los capítulos con el número referido en los libros, y además que con el fin de ayudar a entender las conclusiones o introducir las teorías de los constructos, se expone el extracto inicial del capítulo o del planteamiento del libro, constructos elaborados precisamente con el símil de proyecto.

He aquí los extractos del libro de Élite Venezolana y Proyecto de Modernidad: En esta atmósfera que aviesamente quisiera monopolizar la razón del mercado (globalización), Venezuela llama la atención como un caso que tuvo y aún tiene inmensas oportunidades, pero que cierta producción de las relaciones sociales se contradice con dichas oportunidades, de suerte que no en balde se ocasionan las crisis y se reproducen como tales y a muchos niveles. La cultura como modo de producción de las significaciones sobre la realidad, es también productora de las significaciones de las que deben surgir un sujeto y una racionalidad modernos. Pero no toda cultura está interesada en esto, y aunque quisiera, los dispositivos de la significación no le funcionan en aquella dirección. El pensar que si nos proponemos fácilmente lo conseguimos cuando en realidad difícilmente nos lo proponemos o ni siquiera nos lo proponemos porque supone mucho esfuerzo y trabajo, focaliza la problematización del proyecto de modernidad en Venezuela. ¿Cómo llevamos a cabo el planteamiento de esta problematización? (pp. 12-13).

1) Asumimos La cultura (el etnos) en cuanto ámbito general humano como modo de producción del sentido de interpretación del mundo de las cosas y de la vida que tiene un colectivo. El etnos de un colectivo dispone de un aparato productor de significados que en cuanto persistente origina un proceso de trabajo estilizado de un producto. Por eso decimos que el funcionamiento del etnos origina o es la cultura en su acepción etimológica de cultivo de algo. El cultivo indica que su esencia o forma de cultivar se imprime en lo cultivado y le da la marca. Los impactos culturales sobre las cosas constituyen creaciones y transformaciones de las mismas, que tienen que ver con lo que se tiene entre manos del mundo y de la vida, para hacerlo al menos, materia prima de lo social. 

Ya hemos estudiado cómo se produce la cultura en Venezuela, especialmente en nuestras investigaciones anteriores (Hurtado, 1995a; 1998a; 1998b), donde la hemos especificado con el concepto de matrisocialidad. Ahora nos interesa inspeccionar cómo se produce sentido en torno a una realidad que, como desafío sociohistórico, la rodea por todas partes, esto es, cómo se las va a ver con la modernidad. Al tratarse de lo objetivable de la cultura, el etnopsicoanálisis como disciplina donde se complementan la sociología antropológica y el psicoanálisis freudiano, nos permitirá las alternativas de una operación de carácter sociológico. De ninguna manera, se compagina ésta con el relativismo cultural, el psicoanálisis junguiano, la biosociología (Fox, 1990), ni la psicología del desarrollo personal (Santosuosso, 1992), ni mental (Fericgla, 1989).

2) Cuando colocamos a la modernidad como especie de una cultura, hablamos de una búsqueda de racionalidades que se deben articular para producir un proyecto societal. Como objeto de evaluación del trabajo del etnos venezolano, el proyecto societal no se refiere a una comunidad cuyas relaciones son de tipo sociocultural (las sociabilidades), ni a una convivencia cuyas relaciones las puede elaborar la puericultura (las urbanidades). Las relaciones sociales propiamente se originan en la socialización, que tiene que ver con la capacidad de los dispositivos para la actuación del deber societario, esto es, de las solidaridades, las impugnaciones y los acuerdos de sociedad. Cierto postmodernismo acusa la dificultad o agotamiento de aceptar este ‘deber’ societal, precisamente cuando a finales del siglo XX comienza a plantearse su realización como tal (Touraine, 1992, 216-217, 230).

Cuando hablamos de elaborar sociedad nos encontramos dentro del criterio de pertenencia de lo que hablamos. Lo societal se inscribe dentro de una realidad objetivable. Para demostrar lo objetivable, operamos con el criterio de las proposiciones lingüísticas, de los juicios y su ética; es decir, podemos hablar de lo normativo de las reglas de juego en lo atinente a cómo conducirnos en las prácticas. Que los reconocimientos impersona­les atestigüen que estas reglas funcionen bien, se va a convertir en un deber de llegar a un acuerdo sin hacer trampas. Hay un  trasfondo ético de comunicación auténtica que se torna regla del pensar. Los asuntos societales y su ética no son alcanzables por la community o gemeinschaft, ni por la mera convivencialidad interactiva. Lo societario en cuanto material, objetivable, demanda fundamentalmente un proyecto, un laborioso esfuerzo por crear relaciones sociales instituidas. En breve, la modernidad es una cultura cuyo objetivo consiste en elaborar relaciones sociales que tienen que ver con un proyecto societario. En esta dirección es que se orienta nuestro planteamiento etnológico (Cf. Touraine, 1992, 96 y 102).

3) Si hablamos de proyecto, no se corresponde que sólo hablemos de capacidad de maniobra para adaptarse (sin voz, ni discusión) o sólo para impugnar (criticar por criticar sin dar soluciones) al proyecto. Tampoco podemos hablar sólo de cultura, ni de proposiciones de la cultura, como si el hombre no existiese (Devereux, 1975: 21) o como si la sociedad fuera únicamente una ampliación de la cultura (una comunidad). Un proyecto exige siempre tanto de la existencia de un sujeto que lo produzca o diseñe siendo el responsable de la obra hecha, como de la constitución de las racionalidades en cuanto un stock de recursos o existencias para llevar a cabo la obra ideada. La configuración de subjetividades responde a la lógica de análisis crítico de la modernidad; para ello es preciso observar niveles de compromiso subjetivo en el proyecto. Se busca ubicar el foco de las iniciativas emprendedoras, de las ideas del diseño, de las atribuciones de la propiedad o reconocimiento de la obra; así se introducen las revisiones, impugnaciones, legitimaciones de dichos procesos. La configuración de las racionalidades señala la detección de las orientaciones y de los recursos en términos no sólo de las existencias, sino también de las destrezas para la ejecución del proyecto por parte de los sujetos: es el "trabajo de la razón" como dice Touraine (1992: 224).

No basta portar el proyecto como mero sujeto o agente, o disponer de materias brutas o simples materias primas. Es necesario actuar o activarlo como sujeto ejecutante para transformar las materias primas culturales en productos de relaciones sociales. El sujeto tiene que reconocerse en su acción mediante su incorporación a los objetivos del diseño de la acción o trabajo. Por lo tanto también se precisa que haya un dueño de la obra, el que la expone como propietario diseñador, pues la ha concebido y la introyecta como esencia. Estos tres pliegues de subjetividad indican que el sujeto no es algo que existe como uno que está constituido de una vez por todas. Se le puede evocar como aspiración, ilusión, y aún hacerle parte de un proyecto; es un trabajo por hacer permanente si miramos al proyecto societal.

Al proponernos observar el proyecto moderno en Venezuela, es necesario tener en cuenta estos tres pliegues de subjetividades: el artífice o creador, el actor o ejecutante y el agente o portador que no necesariamente tiene conciencia total de la obra proyectada. Sin embargo, introducir así el problema, escamotea todo lo que constituye la dinámica social. La explicación de un  sujeto plural con respecto a un proyecto (transcendental a  cada sujeto) se presenta como un esquema de rendimiento cognitivo, que puede desviarse y esconder el peligro de una falsa conciencia: es posible preparar el camino para que se crea que la historia está hecha por hombres preclaros: sabios, santos, explotadores (Touraine, 1992: 412), o también la imagen historicista de que el mundo y la vida los dirigen las grandes ideas o unas pocas ideas que se van realizando en el tiempo, según Hegel y Comte. Los sabios y santos suscitan discípulos que trabajan con entusiasmo; los explotadores reclutan a esclavos que si no trabajan se mueren de hambre. La dinámica social procede de otra manera: el conjunto de las interacciones, principalmente las conflictivas, ponen en juego orientaciones y sentidos que no están en la mente de los que interactúan, es decir, que la conciencia de los que se encuentran para interactuar no es previsiva de lo que resultará lo puesto en juego por el hecho de su interacción: son actores o eventualmente agentes dentro del proyecto.

4) Camino del proyecto de la modernidad, es notable cómo se ha venido abriendo paso una pretensión (aspiración o, mejor, ilusión), que los post-modernos llaman espejismo, de entender la sociedad como proyecto. Esto es muy diferente de entenderla como sistema (cibernética sin cibernauta), o como organismo. Hay que señalar en todo esto que la sociedad, como no es un sistema, ni un cuerpo, tampoco es un proyecto. La sociedad es sólo un conjunto de relaciones sociales cuya producción es susceptible de ser entendida de múltiples maneras. De ser entendida como sistema, cuerpo o proyecto, de alguna forma la sociedad al producirse adquiere parecidos de sistema, cuerpo o proyecto, según las intencionalidades cognoscitivas y las prácticas intervinientes en la producción inspiradas por aquellos símiles. Nos interesa la consideración del símil de ‘proyecto’, porque permite introducir la idea del sujeto, y con esto, por una parte, enmendar la crítica de la modernidad como exclusivo triunfo de la racionalidad instrumental (o modernización), y, por otra parte, hacer rendir el conocimiento sobre determinada producción de las relaciones sociales al infundir en éstas aspectos del proyecto.

El proyecto como refiguración de lo social (Geertz, 1994) permite pensar de un cierto modo la sociedad y en consecuencia situarse en una hermenéutica coherente. La refiguración cibernética debe suponer el liberalismo, no la democracia en el sentido de la discusión pública (habermasiana) de los asuntos societales. La democracia está a tono naturalmente con el símil  o refiguración del proyecto, con tal de que no se vierta en esta idea analógica una idea historicista: la historia hecha por "héroes culturales" o prohombres (sabios o explotadores), sino la de las relaciones sociales a las que se quiere asistir y ser interpelado por ellas. Desde luego que hay que contar con una autorreferencia del proyecto hermenéutico dentro de un mundo de significaciones, que constituyen la figura del círculo hermenéutico; pero aun cuando se interpreta, se insiste en el proceso de investigación, pues lo que se interpreta es hechos objetivables. La hermenéutica no es una esquizofrenia. (pp. 19-23).

La referencia a las obras de investigación publicadas en libro: la primera parte está señalada con Ferrocarriles y Proyecto Nacional en Venezuela, 1870-1925. Caracas: Ediciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela (UCV), 1990; 2ª edición digital, 2020. Fue defendida como Trabajo de Ascenso para Profesor Asistente en 1984.; la segunda parte, la identifica Elite Venezolana y Proyecto de Modernidad. Caracas: Ediciones del Rectorado de UCV, 2000 (disponible en digital). Fue defendida como Trabajo de Ascenso para Profesor Titular de la UCV en 1998; la tercera parte, la ocupa El Animal Urbano. Espacio y Proyecto de Sociedad en la Ciudad de Caracas. Saarbrücken (Alemania): Editorial Académica Española, 2017 (disponible en digital). Significó un gran desafío en el entendimiento de la ciudad, a la que había que dejar a lo lejos para apropiarnos de lo urbano. Sirva la exposición de este opúsculo/8 como parque temático para invitarles a disponer de dichas obras y disfrutar de su mundo de análisis e interpretaciones. 

 

Referencias

 

Devereux, Georges (1975). Etnopsicoanálisis complementarista. Buenos

Aires: Amorrotu.

Fericgla, J. M. (1989).”El sistema dinámico de la cultura y los diversos

estados de la mente humana”. Anthropos. Barcelona, N° 9.

Fox, Robin (1990). La lámpara roja del incesto. México: Fondo de Cultura

Económica.

Geertz, Clifford (1994). Conocimiento local. Barcelona: Paidós.

Hurtado, Samuel (1995a). Cultura matrisocial y sociedad popular en América

Latina. Caracas: Trópykos – CEAP, UCV.

Hurtado, Samuel (1998ª). Matrisocialidad. Exploración en la estructura

Psicodinámica básica de la familia venezolana. Caracas: coed. de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales y de La Biblioteca, UCV.

(Hay 2ª edición corregida y aumentada en Editorial Académica Española, Saarbrücken).

Hurtado, Samuel (1998b). La sociedad tomada por la familia. Caracas:

ediciones de La Biblioteca, UCV.

Hurtado, Samuel (2019). La fiesta interminable. Crítica inmanente y

transcendental al concepto de matrisocialidad. Caracas: ed. digitales de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, UCV.

Lévi-Strauss, Claude (1975). “La familia”. En H. L. Shapiro, Hombre, cultura

y sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.

Santosuosso, G. (1992). Reinventar a Venezuela. Caracas: Galac.

Touraine, Alain (1992). Critique de la modernité. Paris: Fayard.