Hugo R. Chávez F. |
Carlos Andrés Pérez |
Y este don de morir, esta
potencia
degolladora de dolor, ¿de dónde
viene a nosotros? ¿En qué dios
se esconde
esta forma siniestra de
clemencia?
Una sola divina descendencia
a esta zona de sombra
corresponde.
Si tú hablas a un dios, cuando
responde,
viene la muerte por correspondencia.
Si no fuera cobarde, si, más
fuerte,
en un rayo pudiera por la boca
expulsar este miedo de la muerte,
como este inmortal encadenado
sería puro en el dolor. ¡Oh,
roca,
mundo mío de sed, mundo olvidado!
Antonio
GAMONEDA. “Prometeo en la frontera, II”.
Sublevación
inmóvil. En Edad. Madrid: Cátedra,
1987:
101-102.
En vela por
el poder, siempre lo humano se debate en la frontera de la belleza y el dolor
como un dios encadenado (atrapado).
Y siempre
algo humano original reconduce el trance fronterizo hacia el control de las
fuerzas salvajes de la belleza que con dolor puja por hacerse invisibles bajo
la máscara de lo divinal.
Bajo este
endiosamiento, despertamos viéndonos jugar algún papel en el enamoramiento del
poder que logre el control de lo visible e invisible. Y siempre algún escenario
de la vida cotidiana ofrece el espectáculo de ese juego inconsciente y la
jerarquía de los actores sociales involucrados: el poderoso y el sometido.
Estábamos
sentados en la sala del banco Provincial. La vieja señora regresó de “Atención
al cliente” con cierta desazón. Por fin se acercó a la caja n° 1, y parece que
estuvo allí atendida. Antes de salir del banco vino a encontrarse conmigo,
supuestamente para despedirse pero lo hizo en son de desquite consigo misma,
como recogiendo su desahogo depositado en mi persona:
-Me dicen que lo mío está en el proceso.
-¿Y entonces?
-Que ellos hacen lo que les da la gana.
-Bueno, eso parece que es la ley en el país.
-Aquí los que mandan, son los que arrean.
Me remató en la confidencia:
-Como lloré un poco me atendieron.
En todo lo
ancho y largo de la lengua de Castilla, lo que se arrea es al ganado y a las bestias, y lo hace un caporal. En lo humano, además, para que
te arreen despachándote atención,
tienes que humillarte, especialmente en Venezuela, donde no funcionan las
instituciones. Su expresión consiste en hacerte el llorón, es decir, afeminizarte, aún siendo mujer. La cosa
puede, sin embargo, agarrar el bucle de tío conejo, y el lloro convertirse en
ardid o treta para sacarle ganancia al señorón de tío tigre[1].
Lo que
comenzó como foco de atención al ganado y las bestias en cuanto lo natural
salvaje, en el marco social de lo humano termina en un tejido cultural con
propósito de hacer el camino posible hacia la sociedad. En este intento podemos
quedar entrampados entre lo divinal y el poder (político), entre el cacique
(mandamás) y el amor brujo como juego para adquirir el control de las fuerzas
invisibles del consenso iniciático o sometimiento tribalesco.
¿Cómo ocurre este entrampamiento
(como Prometeo encadenado) en la política venezolana?
Lo dirán las claves de la
cultura antropológica: la matrisocialidad.
En 1995,
Carlos Andrés Pérez en su segunda presidencia al frente del país, ya
estaba destituido y encarcelado en El
Junquito. En coloquio en la Sala de Francisco de Miranda, de la Universidad
Central de Venezuela, me atreví a decir que si soltaban a Carlos Andrés y le
dejaban recorrer de nuevo el país, el pueblo venezolano se dejaría seducir
porque siempre está esperando la seducción por parte de un jefe divinal
(seductor nato con sagacidad de la coba). Y en aclamación histórica como ya ocurrió en el país, restituirle en la
presidencia de la república[2].
No aconteció
el hecho. Carlos Andrés Pérez tuvo que aceptar su fatal destitución. Pero si ocurrió
el hecho en su contrincante en lid por el poder, Hugo Rafael Chávez Frías, pese
a protagonizar el golpe de estado militar el 4 de febrero de 1992. El golpe fue
fallido y Chávez tuvo que ir preso a la cárcel de San Francisco de Yare en Los
Valles del Tuy. A dicho teniente coronel, se le permitió una breve alocución
por televisión justificando su rendición donde concluyó con la consigna de “por
ahora” que sirvió de gancho para articularse con la imaginación popular; y
también se le permitió, sobre todo, después de dos años preso, el
sobreseimiento de la causa por parte del nuevo presidente de la república,
Rafael Caldera, con que se le devolvieron todos los derechos políticos. Suelto
del todo y con todas las posibilidades de recorrer el país, el resultado de la
seducción del país por Chávez, y la espera del pueblo para dicha seducción, lo
tenemos después de 20 años de destrucción del país por el chavismo en el poder
del estado.
En situación regresiva profunda por la crisis
financiera de los años 1990, cuando el pánico a la realidad se eleva a altos
grados de temperatura (Zambrano, 1988), la producción mítica en pro de un líder
carismático se encontraba en plena concepción. En ese tiempo crítico, los
mecanismos de defensa colectivos se vinieron abajo, y la insalivación seductora
creó las expectativas de una sociedad elemental para vivir a gusto divinalmente.
La cultura matrisocial, primitiva en el placer y psicológicamente superficial,
remaba a favor de dicha seducción; entonces quedó esperando que de su vientre de significaciones le saliera
un líder, un nuevo cacique con carácter de caporal que le arreara como debe ser
en el hato llanero y se encaramara por los espacios de los dioses, un
comandante eterno. Eran las expectativas de final del siglo y comienzos de
otro, tiempo mítico para dejar lo viejo y adoptar a “nuevos hombres y nuevas
leyes” como se rezó en el recodo político de 1900 con los andinos en el poder. El
mito en la historia se repite aunque no exactamente (Dodds en Devereux, 13).
Si la
civilización se acompaña de una psiquiatrización (Genis, 64), la repercusión en
la fractura de la personalidad cultural de los pueblos viene como consecuencia.
Esta fractura etnopsiquiátrica no acontece en el caso venezolano: con la carga
de la significación matrisocial, el pueblo venezolano sigue viviendo en un
mundo encantado por dioses de la magia. En su política, el comportamiento es
presidencialista; el elegido presidente goza de un modo absoluto de los
atributos divinos de la majestad del estado, al mismo tiempo que el carácter
patrimonialista del estado le otorga el ser dueño del país y disponedor de
todas las cosas del país. Lo ‘gomero’
(del dictador J. Vicente Gómez) hunde sus raíces en el autoritarismo
caciquil (del mandamás o caudillo) inscrito en el edipo venezolano, que a
distancia del cacique indio de sociedad simple (comunidad), el cacique nacionalitario
está macerado como correoso de hacienda, mejor aún de hato llanero[3],
que supone un cacique caporal.
Antes de
llegar a especular sobre la psiquiatrización con miras a un diagnóstico de la
patología o anormalidad de la sociedad y sus caciques[4],
como antropólogo (etnopsiquiatra) preferimos observar la normalidad otorgada
por los valores culturales; sin embargo, el clivaje de lo matrisocial aunado
con lo ideológico socialista, invita a detener la observación en cómo surge el
salvaje interior y su amenaza (González, 2019) autocumplida en la población
venezolana, especialmente hoy día; auto-cumplimiento del salvaje interior
detectado como primer plano no sólo en la política, sino también en el decurso
de la sociedad. Porque nos ha salido un cúmulo de caporales para la reseña
histórica de la ‘sociedad salvaje’. ¡Qué lejos estamos del proyecto de sociedad
como invento de la inteligencia humana! (Marina, 2011; García Bacca, 2004).
Época
titánica como nunca en nuestra historia, esperando a gritos que nos salga de
nuestro vientre matrisocial un caporal auto-cumplido, con ribetes de majestad
divinal, dueño de toda gracia (carisma) y milagros (encantos) en transcurso de
magia brujesca cruzando los andares de la alta política (Placer, 2016), ya sin
período de dirigencia trabajosa sino de dominación placentera donde el embrollo
o revoltijo social permita cuadrar la vida como reposo sin fin. Es la
dominación que hunde sus raíces en la matrisocialidad como una honda
dependencia, desde la madre e hijo a la del jefe-súbdito (esclavo), y hasta la
de la diosa (María Lionza) y el fiel devoto (Hurtado, 1998 y 1999).
El jefe
(caporal), el poder y lo divinal, se atraviesan sin decantación en la historia
de la cultura venezolana. Aunque Rómulo Gallegos encadenó en sus novelas la
locura venezolana esperando el surgimiento de una raza buena y trabajadora, y
el psicoanalista Raúl Ramos Calles, monitoreado por R. Gallegos[5],
tuvo que encerrar a los personajes, novelados por Gallegos, en el manicomio
(psiquiátrico), los antropólogos no nos queda otro remedio que captar la locura
venezolana en las calles y casas de la ciudad y el campo , y observar también
la locura del gobernante no tanto como psiquiátrica vía su patología personal,
según el negativismo de Freud, sino en la culturalización positiva que asume el
poder como la afirmación esencial de una sociedad, en este caso en los límites
de su existencia como la venezolana actual, y, diríamos, de la Venezuela de
siempre.
Carlos
Andrés Pérez y Hugo Chávez no estaban locos de manicomio, si hubiera sido así
hubieran perdido el poder rápidamente (en unos meses, como le ocurrió a Bucarán
en la república del Ecuador). Tal fue el diagnóstico del médico psiquiatra,
José Luis Vethencourt en una entrevista en el año de 2002.
Más pronto
nos informamos de dicho diagnóstico, levantamos el teléfono y nos comunicamos
con Vethencourt, uno de mis guías en el estudio de la familia en Venezuela:
-Aló,
Aló…OK…Chávez no está loco de psiquiátrico, pero está loco de Sortes[6].
-Eso sí, y mucho. Ustedes los
antropólogos deben desarrollar ese tema. Venezuela está inmersa en esa locura
como digo en mis artículos… [(Véase, Vethencourt, 1974, 1983, 1990 y otros)].
Colgamos el teléfono. Entonces rebuscamos en
la entrevista a Salvador Garmendia del año 2000. Al final el periodista le
pregunta al novelista:
“-¿El país está
loco?
-No, si estuviera loco sería feliz. Está
medio loco y eso es peligroso”
Los marcos
de la locura y del amor están asociados, pero cuando esa asociación está animada
por lo brujesco, el encanto del poder se torna una locura de dioses. Ese es el
embrujo de la política venezolana, la mayor industria de siempre en Venezuela como
constatamos estudiando los documentos de Pedro José Rojas, plenipotenciario
Guzmán Blanco en 1876, comparándolos con la realidad documental de 1976 (Hurtado
1990); con perdón del cacao, del café y sobre todo del petróleo, los renglones
punta de la economía histórica venezolana. Todos a vivir del estado
patrimonialista, donde el político se transfigura de caporal en una sociedad
compleja. Hacer carrera política, con sabiduría o con ignorancia (esto priva
sobre aquello) es el atractivo o encanto más despejado en el país, y con ello
manejarse bien en el transcurso de la suerte en las campañas electorales. La
política se reduce a la carrera del tránsito electoral: “De las guerras civiles
hemos pasado a un estado de campaña electoral permanente” (Liscano, 2015).
¡Espejismos
con encanto de los líderes políticos!: todo comienza en el caos presentido en
la debilidad del gobierno, y retorna al caos de los pretendientes a ser
candidatos a las elecciones. Todo venezolano es candidato a ejercer su
caciquismo edípico, porque ya desde su desorden o caos de lo social, han sido
producidos como caciques posibles. No había trascendido la fecha del 10 de
enero de 2019[7],
pero ya presintiéndola, comenzaron a salir nombres de postulantes para
candidatos a las ‘elecciones libres’ prometidas por los nuevos grupos políticos
de la llamada oposición, pero también de antiguos chavista postergados.
Los líderes
de oposición siempre que tienen la creencia que el gobierno populista
(socialista) aparece como débil, les salen las uñas como garras con la vista
puesta en el poder del estado. Entonces comienzan a darle palos a ese globo
inflado que acaba explotado de desilusión: no había ni los caramelos que suelta
el muñeco de la piñata infantil. ¡Amor brujo del poder¡ Todo el deseo se agota
en un amor o enamoramiento del poder y con miras al poder. Al fin como los
borrachitos de calle se lanzan a la pelea electoral, que ni siquiera ha
comenzado, y se lanzan enloquecidos por adueñarse de la botella vacía
encontrada en la esquina de la ciudad, es decir, sin juzgar las condiciones de
posibilidad (razonamiento) ante el momento de alcanzar el poder.
Referencias
CANETTI,
Elías (2007) [1960]. Masa y poder.
Madrid: Alianza/Muchnik.
DEVEREUX,
George (1989). Mujer y mito. México:
Fondo de Cultura Económica.
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Juan David (2004). Ensayos y estudios II.
Caracas: Fundación para la Cultura Urbana.
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Salvador (2000). “El país no sabe hablar”. El
Nacional, Caracas 23 de julio. Entrevista por Rubén Wisotzki.
GENIS,
Abraham (1994). Corrupción y poder en
Venezuela. Caracas: Centauro/94.
GONZÁLEZ,
Guillermo (2019). “El socialismo saca nuestro salvaje interior”. Panam Post, 5 de enero
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Samuel (1990). Ferrocarriles y proyecto
nacional en Venezuela, 1870-1925. Caracas: ediciones FACES, UCV.
HURTADO,
Samuel (1998). Matrisocialidad.
Exploración en la estructura psicodinámica básica de la familia venezolana.
Caracas: ediciones FACES, UCV.
HURTADO,
Samuel (1999). Tierra nuestra que estás
en el cielo. Antropología política latino-americana. Caracas, Consejo de
Desarrollo Científico y Humanístico, UCV.
LISCANO,
Juan (2014). “De las guerras civiles hemos pasado a un estado de campaña
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Constructores de la democracia. Caracas, 3 de agosto. 72 aniversarios.
MARINA, José
Antonio (2011). Las culturas fracasadas. Barcelona: Anagrama.
PLACER,
David (2016). Los brujos de Chávez. La
magia como prolongación de la política. Barcelona: ediciones SARRAPIA.
RAMOS CALLES,
Raúl (1984). Los personajes de Rómulo
Gallegos a través del psicoanálisis. Caracas: Monte Ávila editores.
VETHENCOURT,
José Luis (1974): “Estructura familiar atípica y el fracaso histórico cultural
en Venezuela”. Revista SIC. Caracas,
febrero: 67-69.
VETHENCOURT,
José Luis (1983). “Actitudes y costumbres en relación con los roles sexuales
tradicionales. El mito de la pasividad femenina”. En Ministerio de Estado para la
Participación de la Mujer en el Desarrollo, Venezuela:
biografía inacabada, 1936-1983. Caracas: Banco Central de Venezuela,
503-526.
VETHENCOURT,
José Luis (1990). “En torno a la psicología del venezolano”. Nuevo Mundo, Caracas, marzo-abril:
115-134.
ZAMBRANO,
María (1988). Persona y democracia. La
historia sacrificial. Barcelona: Anthropos.
[1]
Alusión al popular cuento venezolano de Tío Tigre y Tío Conejo.
[2]
Abraham Genis que asistió a coloquio constata esta interpretación y su acogida
afirmativa por el público asistente, en comunicación con motivo de nuestro
reencuentro interpersonal dentro de su intervención en el lanzamiento del libro
Familia un Arte Difícil, Caracas:
Fundación Venezuela Positiva, 2000, ver página 280.
[3]
Hay una diferencia notable entre hacienda y hato en Venezuela. La hacienda
implica una agricultura (maíz, sorgo, arroz…) con diversificación de la
producción donde se incluyen acaso hortalizas, algún conuco para los obreros
peones, y ganado para la producción de leche y queso y aún de carne. El hato se
refiere a la cría de ganado cimarrón. El cimarrón es un animal de monte y se
aplica a ese ganado mayor, vacuno y mular, que se desarrolla libremente en la
naturaleza, sin inversión alguna de tecnología y trabajo, únicamente el grupo
de trabajo de peones que realizan la ubicación para ser obtenido con la técnica
del rodeo. Supone más que la hacienda una gran extensión de terreno sabanero
posible en los llanos venezolanos. La producción de carne es el principal
producto del hato.
[4]
Véase Genis, 64-66: “Sin duda ese ‘macho dominante de la manada’ que es el
político, constituye una minoría entre sus congéneres. Está sometido a
relaciones de intensa competitividad con sus semejantes. Y el ejercicio del
poder le origina conflictos de altísima tensión. Si se agregara,…, que el
ejercicio del poder corrompe a los que lo ejercitan, y genera con toda
facilidad una verdadera enfermedad adictiva, se habrá demostrado que,…, la
psiquiatría puede brindar aportes insustituibles para el funcionamiento de una
nación en su totalidad” (p. 65); Canetti habla del aguijón del poder que se
clava primero en el ejecutante del poder para después clavarse a su sociedad, y
todo ocurre como amenaza en proceso de ser cumplida (2007: 388).
[5][5]
Comunicación personal de Ramón J. Velásquez con ocasión de un encuentro
preparando el simposio sobre Las
inmigraciones a Venezuela, en la Fundación Francisco Herrera Luque en 1998.
[6]
Sortes es el lugar más conocido de la montaña mágica donde habita la diosa
María Lionza en el estado Yaracuy de Venezuela. Por lo tanto se trata de una
locura cultura, es decir, producida por los significados o sentidos de la
cultura, cultura que nosotros venimos conceptualizando como matrisocial.
[7]
Fecha en que la constitución de la república dice que se le venció a Nicolás
Madura su período como presidente de la república, pese al artilugio de las
elecciones del 20 de mayo de 2018, y pese a haber levantado una asamblea
constituyente a su medida, para justificar con suerte su permanencia en el
poder.