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Gran corrida en Valladolid |
El fútbol ha sido comparado con el terrorismo. Expresan un conflicto
con preocupación internacional. Pero se realizan con signos opuestos: el
terrorismo es demoledor, el fútbol es creativo, con competencia física pero
inteligente, y el hecho de que gane el mejor anula la demagogia. Un buen
ejemplo para efectuar una política saludable.
Pero la visión deportiva no es suficiente para mostrar el arte de la
política, todo un mundo de vida.
María Fernanda Palacios,
escritora venezolana, nos coloca en la pista de la belleza de la política
cuando explica la vivencia tauromáquica de manos del poeta y dramaturgo español
Federico García Lorca: “LOS TOROS SON DE LAS POCAS FIESTAS CULTAS QUE NOS
QUEDAN EN EL MUNDO”.
María Fernanda continúa:
“Ahí se asiste a la belleza. Y la belleza radica en el toro y el torero
juntos: cuando el torero se planta ante el toro y el toro pasa. La belleza la
pone el toro, el de las patas negras; esa cosa negra que te puede matar y que
pasa frente a ti…Los toros son un mundo, no un deporte; tampoco es algo que se
pueda aprender en los libros.
-“A ver si entiendo: se trata de un goce fatídico, donde la belleza la
pone la víctima, el que va a morir.
“No sé si es fatídico, pero la belleza sin muerte no es belleza. Lo
otro es bonito. Pero si algo no te
puede matar, no es bello. En todo lo que vale la pena en la vida, está la
muerte y si la dejas a un lado, bueno, te quedas en el mundo de Mickey Mouse. Estoy
hablando, claro está, de que la belleza trae siempre consigo algo oscuro”.
1.“Yo no sé muchas cosas es verdad, digo tan sólo lo que visto”(León
Felipe) en mis investigaciones antropológicas, que la política no es otra cosa
que la vida y sus posibilidades; que supone un arte de vivir, es decir, de
plantarse frente a la vida, porque la cosa es de muerte.
Es entonces cuando la política
se puede tomar en serio porque es como se hace social y hace posible entrever
la sociedad como proyecto.
Aquí radica la belleza de la política cuando aparecen ante ti los
otros, esos que son los demás y te pueden meter en problemas y destruirte; pero
sabes gerenciar con un arte argumentativo su relación, los haces sensibles,
interesantes, para los ideales vitales que atañen a todos juntos.
2. Sin los otros, que representan la sociedad, la política puede ser
una cosa bonita, de libros, de escucharla por radio o verla por televisión. Es
bonita pero no bella. En esas circunstancias no hay aporte o compromiso total
con el otro; cuestión que pretenden subsanar ciertos programas masivos, cuyo
conductor llama a participar a la audiencia vía telefónica. Si se genera alguna
riqueza de opinión es apenas un goteo insuficiente. El conductor del programa
no genera, ni lo pretende, el debate de confrontación, de plantarse ante la
vida; a veces destruye su posibilidad porque maneja ya una posición infalible
desde su línea de comunicación mediática.
Es una energía que queda reducida a la mitad de su actividad
participativa. En esa parte vital, que debe venir de los otros como sociedad,
no se desarrolla entrega sino parcialmente. Sin entrega total, sin riesgo de
quemarte, no hay belleza en el acontecimiento político.
3. No siempre el acontecimiento político resulta un espectáculo lúcido.
A veces es fatal, porque el asunto de la vida política que busca un
interlocutor corre el riesgo de no conseguirlo. Puede sucederle como al dictado
de clase que no logra tener alumnos conscientes, sino zombis, que hasta pueden
ser seducidos pero que se hallan carentes de una reacción consciente necesaria
para mantener con vigor el fuego del debate provocado sobre una problemática
vital.
Entonces la conciencia invita a la emoción, a la estética, hasta la
pasión por el tema. Porque sin emoción no hay aprendizaje para cambiar las
cosas, y el arte mismo de aprender queda en suspenso.
Aquí es donde nos asomamos a lo fatídico de la política del socialismo
del siglo XXI. No sé, es verdad, muchas cosas de Karl Marx, pero sé que
proponía como revolución el desarrollo en grande de las fuerzas productivas,
que como ocasión histórica permitiera a las relaciones sociales de producción proponer
políticamente su proyecto socialista a largo plazo. Las consecuencias políticas
se verían soportadas con la legitimidad social de la economía. Pero Lenin
recortó la medida del proyecto socialista, al tomar el atajo de la política
clausurando lo societal. Pretendió que lo social tomara su soporte no de la
producción económica, sino que emanara de la intención política.
El fuego político se encendió con autonomía en la historia, pero sin
interlocutores conscientes (los actores sociales) sino apabullados (reducidos a
esclavos). Así terminó dicho fuego por incendiarse a sí mismo, y clausurar, por
falta de arte, a la política misma. La revolución
resultó seductora, bonita, pero sin belleza. Por lo que se ha ido extinguiendo
en el mundo entero como historia. No hubo, al fin, juego que jugar, ni toros
que torear, y menos las “horas de la verdad” que representan el gol por meter y
la muerte del toro que celebrar.
4. Pudo haber seducción, demagogia, pero no proyecto social. Una
seducción con tintes de tentación para el pensamiento desprevenido en la que
cayó una élite intelectual cansada hasta de sí misma; una seducción transida de
resentimiento que implicaba la eliminación del otro como sociedad. Sin los
otros que ponen la belleza no puede acontecer la entrega al esfuerzo político,
y sin pensamiento consciente no se da la auténtica embestida con arte para
embellecer la política.
La experiencia socialista (de carácter comunista) deja de ser un mundo
para convertirse en un deporte expuesta a embobaliconar al pueblo como masa y ser
propicio para el aprovechamiento de los próximos leales. No se hace bien la
revolución con escapulario ajeno (empobreciendo a unos para no enriquecer a
nadie del pueblo como son el deterioro del salario general mediante una
política del aumento del salario mínimo como criterio de igualación social, las
expropiaciones, confiscaciones, fiscalizaciones sin ton ni son, el monopolio de
las divisas para el control político, aumentando artificialmente la masa
monetaria para el despegue de la inflación, en fin, redistribuir sin producir
al estilo reciamente populista, etc.).
Si la belleza la pone el otro, la sociedad, sin política la sociedad no
tiene la capacidad de embestida. Es verdad que como el toro, la sociedad tiene
que morir, sacrificarse como su propia victimización para ir transformándose,
lo que no significa auto-inmolarse para anular su propia embestida de
realización como proyecto; se trata de un sacrificio con embestida
transcendental, esfuerzo que la salvará, a través del arte de la política, con
el propósito de vivir con belleza ética.
Sociológicamente esto se expresa
como proyecto de sociedad, proyecto, que por ser una realidad a llevarse a
cabo, implica una travesía en la oscuridad, la de la impugnación porque hay
conflicto de intereses sociales en juego.
Cambiando de tercio a mitad de la corrida, el gobierno del socialismo
del siglo XXI puede hacer el papel de toro, y actuar como un ganado flojo, o al
revés, desbordado, con respecto a la sociedad que es la que tiene que torearlo.
Ello imposibilita su embestida y que esta sea sostenida por la sociedad. Es un
toro que simplemente no entra al juego de lo societal.
¿Cómo va a ser la “hora de la verdad”?
Colocando el tercio en su lugar, es necesario que la sociedad sepa
conducirse bien en ese algo oscuro que la establece como víctima salvadora. La
embestida social debe hacerse con tal arte político que involucre a una
justicia de reconciliación, de interés tanto para el toro como para el torero, para
la sociedad misma como para su administrador, para los dos juntos, si se quiere
que sea posible la vida en el país venezolano.