La biblioteca es un invento social para el estudio y conocimiento de obras de autor. Hay bibliotecas públicas que contienen obras de muchos autores, que se guardan en sitios públicos y acceden a ellas personas interesadas. Hay bibliotecas privadas que recopilan libros de muchos autores y su disposición está restringida al propietario y su gente afín. Y hay bibliotecas de autor que se van formando con las obras que publica un autor: merced a la sucesión de libros publicados se van sumando hasta conseguir llenar al menos un pequeño anaquel, metáfora de una biblioteca personalísima, pues concentra el sentido de una línea o proyecto largo de búsquedas, de propósitos y aún de sueños, del autor.
La que aquí se presenta muestra lo que el
usuario del blog, quiere que él sea: un repertorio, un inventario, un elenco,
una demostración…Nunca un cierre por inventario o liquidación por cierre.
Lejos, muy lejos, estamos de la dinámica del negocio y sus productos. Es de
obras y de auroras de creación de que se trata. No son obras de filosofía, ni
de poemas, sino de ciencia, pero se propone su literatura avistar de cerca, o
al menos a su servicio, al pensamiento, a la imaginación y al concepto en su
fabricación explicativa. Su presentación proviene del cumplimiento de una meta:
la publicación del libro quince (15) del inventario este mes de octubre del año
14 del siglo XXI. Es un motivo para sentarse a la sombra tropical de un enorme
samán en Los Llanos de Venezuela, para en ese remanso mirar hacia atrás y exponer
rápidamente, como en conclusión, la demostración del camino recorrido.
Si se precisa el tiempo y el espacio es
nombrado con el sabor de los lugares, nuestra biblioteca pretende la
construcción de una etnografía que dibuje y sea pregnante de una imagen del
pensamiento sobre Venezuela. Si la historia debiera ser la memoria del homo
sapiens, por el submundo de esta biblioteca de autor hay un trazado de
historia. Porque la historia proyecta los significados del mito. Por eso, la
historia es memoria necesitada de conexión mítica. Ni los historiadores, ni los
sociólogos, hacen caso a la demanda mítica de la historia: la historia sigue
con sus cuentos y la sociología con sus cuentas y sus cálculos. Eso es lo que
hemos tratado de evitar a una antropología venezolana, país que a borbotones se
alimenta de “cultura contra la sociedad”, para dar la razón a Pierre Clastres,
autor del libro “société contre l ‘etat”. Nuestro esfuerzo procede de un
tesonero propósito de dar alcance al mito venezolano, y obtener el sentido de
la historia y la orientación de la acción sociológica.
Este dar a la caza (mito) alcance (San Juan
de la Cruz) impregna de satisfacción el mapa de los caminos andados y vividos.
En un sitio se abren brechas en la selva de las ideas, en otro se remontan los
páramos de los propósitos, y se aprovechan las vegas con haciendas que invitan
a cosechar los frutos obtenidos. Mi obra no es de “todero”, ni trabajo de
“conuquero”. Se parece más bien a una fábrica dedicada a productos
agro-industriales, a un proyecto de industrialización de “aguas abajo” si
usamos la metáfora del proceso petrolero.
Un autor, y su autoría, se inscriben en un ámbito de autoridad. Porque toda obra poéticamente establece por sí misma una autoridad, que a su vez funda y proyecta una autenticidad ética. Si fuera suficiente la cita de Borges apoyándose en Plinio sería con un mínimo del testimonio. Twirl “había invocado a Plinio el Joven, según el cual no hay libro tan malo que no encierre algo de bueno, y había propuesto la compra indiscriminada de colecciones de La Prensa, de tres mil cuatrocientos ejemplares de Don Quijote, en diversos formatos, del epistolario de Balmes, de tesis universitarias, de cuentos, de boletines y de programas de teatro. Todo es un testimonio, había dicho” (Borges, “El Congreso”, en El libro de arena, Emecé, Buenos Aires, 1975, p. 57). Aspiramos a mucho más con esta biblioteca de autor, en cuanto que pretende dejar sentada una crítica de la cultura y sociedad venezolanas. Porque sin crítica no hay transformación del mundo. Tal es el bien y la dignidad de los textos que dan el empaque a la autoridad (del autor y sus obras).
¿Qué implica la autoridad del escritor científico? Autoridad proviene del verbo latino augeo (aumentar, del participio auctum), es decir, es augescente como la constitución del derecho en el siglo II, del emperador Caracalla: significaba cualitativamente asumir al imperio todo como un mundo, un orbe. La operación implicaba aumentar el mundo social no sólo en volumen, sino sobre todo en cualidad: por derecho todo habitante del imperio se convertía en ciudadano romano. Al aumentar el mundo se reinventó todo el orbe social. Con su autoridad, el autor y su biblioteca de obras científicas hace mundo cuando asume la realidad en sus puntos de vista teóricos, en sus metáforas conceptuales y las explica empíricamente. Porque no sólo inventa conjeturas, axiomas, inferencias o crea significados, propósitos, proyectos, sino que también aumenta cualitativamente el mundo y su visión del mismo, la rehace y coloca a la sociedad y la cultura a mirarse sobre sí mismas, y a una mirarse en la otra y con la otra, sea que una y otra se encuentren en situación de selva, de pantano o de erial, de finca, de ciudad o de urbano.
No es nuestro objetivo relatar las acciones de investigación, sus descansos, encrucijadas, los saltos de mata y remontar los ríos y caños con un bongo venezolano. Esos avatares que condujeron a obras de publicación las tiene bien vivenciadas el autor. Ahora simplemente se expone el repertorio de las mismas en el orden del año de publicación, consignando el estado de disposición, de un modo especial si están agotadas o son incunables. La dinámica de la exposición está animada con ambientación de los poetas: Jorge Luis Borges y Jorge Guillén. Vamos a verlo (curucuteando) en el siguiente cuadro del blog.