Rito de Estrellas
"Hay que tener un caos en uno mismo
para dar a luz una estrella que baila"
F. Nietzsche.
inhalo
yo soy tantas
no doy con todas mis piezas
de polvo estelar
exhalo
¿será este mi cuerpo?
o de nuevo equivoqué el destino
tanta resistencia
¿será este caos el deseo de acunar una estrella?
miedo de brazos caídos
de renunciar a los rituales
de la soledad.
Fátima Tavares: Estado de Excepción, 2010 (inédito)
www.estaciudadquemehabita.blogspot.com
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Contenido
- INVESTIGACIÓN Y CIENCIA
- INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y NARRATIVA CONCEPTUAL
- TEJIDO DE LA METÁFORA CONCEPTUAL
- PRINCIPIO METAFÓRICO DEL MODELO CONCEPTUAL
- ÉTICA Y ESTÉTICA DEL CONSTRUCTO IDEADO
- REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Resumen
Quienquiera que se haya introducido al quehacer científico, sabe que con sólo investigar no se hace ciencia, y quienquiera que haya sabido reconocer en el concepto generativo (constructo) el concepto clave de toda investigación, conoce que posee el “Sésamo ábrete” de toda investigación, ahora sí, científica. El problema focal consiste en obtener un problema y llegar a su solución explicativa, expresada en el constructo. El constructo encabeza y concentra la narrativa conceptual de la investigación; tal operación debe estar orientada por la ética que al configurar su objetivación en un proyecto de sociedad, señala el lugar ontológico de la episteme. Se muestra cómo se construye un constructo como metáfora conceptual; en segundo lugar, se identifica lo metafórico como un principio autónomo en su actividad dentro del constructo; al fin, la estética presenta el contenido semántico del constructo donde el sujeto-autor tiene la función decisiva en la investigación científica, como obra ética al servicio de soluciones sociales.
Palabras claves: investigación científica, metáfora conceptual, pensamiento ético, semántica estética.
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Primer contenido parcial: A. y B.
Qué ciegas son las criaturas
Que se apoyan en el suelo
Paul Sietsema, Anticultural Positions,
En FISURAS, Museo Reina Sofía,
21 de septiembre 2009.
A. INVESTIGACIÓN Y CIENCIA.
Cuando se habla de investigación, vienen voces que resuenan desde ángulos muy distintos de la experiencia social. Si además se acude en ayuda de sus sinónimos, las voces terminan en una algarabía árabe, en una babel bíblica o como dirían los lógicos griegos casi en una barbarie.
Muchos de los sinónimos apuntan a una pesquisa policial, a una averiguación de la justicia, o a una inquisición religioso-política. Se busca algo que puede intrigar, o se escudriña en son de exploración, sondeo, tanteo, escrutinio. Con las llamadas ciencias de la información, el examen de las cosas está a la vuelta de la esquina. El que se atreve a examinar, termina siendo catalogado de erudito o sabio, es decir, que sabe de muchas cosas. Puede llegar a tener a la mano un análisis importante para plantearse algún problema o descubrir un asunto oculto entre los armadijos que relacionan las cosas o acontecimientos. Algo se esconde detrás de esa actividad de investigación que nos lleva a husmear sobre lo que a veces no queremos o nos espanta. Hasta en determinados ambientes es preciso quitarse de encima el marbete de investigador, porque está asociado a lo policial con el mal sabor que vergonzosamente causa.
Con tantos pluri-sentidos en tropel, muchos de ellos negativistas, sin embargo, ser investigador seduce como una dedicación suprema de cualquier pretendido estudioso. Todo el mundo quiere saber, llegar a saber, ser uno que sabe, y con ello adquirir un prestigio social envidiado. Esta orientación ideológica se presenta sensiblemente muy atractiva en ambientes académicos. Atractivo que pareciera exento de la laboriosidad repetitiva de la docencia o que desembocara en un espejismo liberador de toda tarea rutinaria, sin interés alguno. Como si lo técnico representara en su sublimación un aspecto mágico o utilitario que sustituiría sin contemplaciones a lo teórico (el pensamiento) considerado como un impertinente freno en la adquisición de la información pesquisada. Así una investigación (técnica) condensaría la razón suficiente de la producción del conocimiento, el recurso a obtener por excelencia.
Estamos situándonos en el borde del precipicio por donde se desliza la tentación actual de contentarse con el volumen de una información que se ofrece cada vez mayor, es decir, hoy día la humanidad se encuentra más informada que nunca pero a costa de estar menos conformada por un pensamiento al que se le dedica cada vez menos atención. La caída en dicha tentación seductora conduciría a un desvío complaciente en el devenir, cuando la orientación correcta con porvenir es la de un desarrollo de la inteligencia y la razón.
“…Pero siempre le digo a la gente joven que Internet te puede hacer más inteligente, pero no te hace inteligente…Se trata de tener los datos precisos, escribirlo de una manera atractiva…hay más necesidad de él (periodismo), de explicación, pero no puede quedarse atrapado en los gadgets (artefactos electrónicos)…El punto es qué valores éticos constituyes, porque eso es lo que importa hoy…” (Friedman., 2011, p. 4).
“…La ambición intelectual (es) aquella que lleva a atreverse a plantear las cuestiones interesantes y sobre todo importantes, las que reclaman esclarecimiento, hasta el punto de ser necesarias para proyectar, y a última hora para vivir…” (Marías, 1996, p. 3).
Aquí, en nuestro actual objetivo, entran en juego las relaciones que ocurren entre dos posibles sentidos disparejos, el de la investigación y el de la ciencia. Mientras la investigación implica una búsqueda de la información sobre el fenómeno, la ciencia supone la explicación de un problema, explicación orientada por un pensamiento que se verterá en un molde conceptual. Como no se puede conocer lo real directamente, siempre la investigación para que llegue a ser científica tendrá que requerir de un control de variables conceptuales constituyentes de una teoría. Lo intrincado del asunto es que aún la teoría como proceso de conocimiento no tiene un potencial conceptual para sobreponerse a sí misma y autenticarse como tal; necesita un trasfondo u operación intelectual que le otorgará su capacidad epistémica, es decir, la posibilidad de una inflexión de la razón sobre las nociones teóricas o ideas comunes en torno a los fenómenos para que la eleven a configurarse como un conocimiento ontológico. Esto significa que tiene que aspirar a situarse en el deber ser como lugar que la harán capaz de lograr la criticidad, es decir, el de apuntar a la transformación de la realidad o solución que debe dar a los problemas de las cosas. (Bueno, 1987; 1992). En breve, la investigación para ser científica no puede quedarse en mera información.
Todo individuo tiene capacidad de investigar, y de hecho investiga, pero no todo individuo investigador hace con ello ciencia, es decir, no todo individuo que investiga sabe explicar la verdad de lo que investiga. El saber investigador requiere no sólo un aprendizaje (técnico), sino sobre todo un tiempo del pensar que recala en el recurso o instrumental teórico.
Aquí también se puede producir una discusión sobre la ciencia y el arte, donde la ciencia es identificada con la supuesta explicación técnica y el arte con la proyección creadora o pensamiento poético. El debate se origina en la insatisfacción de los científicos, que dejando de lado el quehacer del pensamiento, terminan por no explicarse lo que están haciendo técnicamente al carecer de una hermenéutica orientada por el pensamiento ético. En términos de una consulta médica, lo técnico se ubica en el nivel analítico del laboratorio, la interpretación de los exámenes de laboratorio la debe realizar el médico como teórico con carácter crítico, es decir, con miras a solucionar la enfermedad detectada por los análisis.
Mientras el aprendizaje o proceso técnico pertenece al género distributivo, el aprendizaje teórico presidido por el pensamiento se ubicaría en la especie distributiva. Lo técnico supone automatismos de repetición, tiempos de precisión esquizoide y de apresuramientos prescritos. Por su parte, lo teórico incorpora un tiempo de lentitud que es el del pensamiento, de la iniciativa, de la invención, de la libertad, del compromiso del sujeto y sus responsabilidades con las ideas que propone para las soluciones explicativas.
Resumidamente, en el despegue protocolar, la investigación está fuera del concepto de ciencia, y por supuesto de la ciencia académica. Cualquiera puede ocuparse en investigaciones y hacer averiguaciones sobre cualquier cosa. Cualquiera puede estar informado. Hay empresas privadas que se ocupan de investigar porque tienen un interés económico e invierten grandes sumas de dinero en ello. La investigación académica, y sobre todo universitaria, no puede desprenderse de la dimensión teórica, la que permita pasar del fenómeno al dato o lo fenomenológico controlado por la ontología teórica.
B. INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA Y NARRATIVA CONCEPTUAL.
La práctica de investigación científica no cubre todo el universo de la investigación en sentido genérico, apenas es una investigación específica. Como tal debe distinguirse de la divulgación, aún de lo científico mismo y también de la docencia, aún apoyada en la investigación científica. Quienquiera que se haya introducido al quehacer científico, sabe que con sólo dictar clase, hacer divulgación u ocuparse en una simple actividad de investigación sin definir un enunciado teórico explicativo, no hace ciencia. Positivamente es necesario, para reconocer un problema como científico, construir un enunciado que con funciones de un modelo conceptual generativo pretenda ser un paradigma explicativo.
Se necesita que una realidad objetivamente diseñada con sus límites de racionalidad y con su plano al que se le dedica un esfuerzo para asentarse en él, no puede expresar sino la formulación de un problema cuya exigencia es la de su solución explicativa. No es suficiente el tema de investigación, indicador de un fenómeno, ni su tematización o inicial orientación del tema en una realidad significante con pretensión fenomenológica. Lo que justifica la investigación científica es la explicación posible, orientada a la solución de un problema previamente levantado frente a un juicio construido con variables teóricas, tácitas al menos. Sin un problema que se plantea más allá del tema, la teoría quedará en el aire, vagando al garete utopista, y terminará siendo una ideología. Por su parte, el problema tiene que estar bien planteado, cosa muchas veces difícil de lograr, para que objetivamente se presenten las condiciones favorables a la elaboración del modelo conceptual y a la incorporación en su interior conceptual de la fuerza productiva que genere altos rendimientos en la explicación. De lo contrario, a partir de un problema deficientemente organizado la elaboración y la fuerza productiva a incorporar en lo conceptual tendrá también dificultades en los rendimientos metodológicos.
Con productos utopistas o ideológicos, la posible criticidad, expresada en la vía de la transformación de lo real, siempre estará evaporada. En la modernidad epistémica, la criticidad no justifica su posibilidad concebida y practicada como un divertimiento para el ocio de las clases altas, sino como objeto de la explicación de problemas de la realidad percibida o proyectada. Hay en ello dos razones fundamentales: 1) el esfuerzo humano para mejorar el ser vital del mundo; 2) el esfuerzo de inversión de recursos para llevar a cabo el funcionamiento crítico e impulsar el proyecto de sociedad como objetivación de la ética. En este marco ético, un enunciado crítico con su capacidad productiva, al mismo tiempo que cierra el sentido de la investigación científica, la realiza a plenitud en cuanto que representa aunque a priori, la definición explicativa del problema.
Siendo también una proposición ética, la definición explicativa exige una formulación con todo el rigor conceptual posible que debe rendir los mejores resultados en la producción metodológica del conocimiento. La formulación “no implica una literatura, ni una filosofía social externa con relación al conocimiento de la realidad social” (Lefebvre, 1972, p. 79). Es a esta definición o modelo conceptual que le atribuimos carácter científico, y es el que a su vez determinará el cariz científico de la investigación planteada como un todo. Esta definición conceptual no necesariamente incide en la averiguación genérica de fenómenos, ni en la divulgación del conocimiento, ni en la transmisión docente de lo gnoseológico, ni tampoco en los aprendizajes cognitivos. Está más allá de estos objetivos.
En el espectáculo de las prácticas de llevar y traer el conocimiento, se esconde la práctica de los que se vinculan con la investigación científica. Esta vinculación puede tomar tres caminos: 1) la ocupación en desarrollar un tema como ilustración o información de un fenómeno, tema que no aportará ni la invención de un problema ni su explicación conceptual; 2) la asistencia al funcionamiento de una investigación bajo la guía de un autor o diseñador de problemas. Los asistentes pueden saber, no siempre y de un modo total, la orientación teórica de la investigación, pero no están al frente de la producción conceptual, sino sólo de su ejecución. 3) La dedicación a la creación o producción de una investigación con el objetivo de enfrentar un problema y fundamentar su explicación conceptualmente. Los ocupados en investigación, como ejecutantes de funciones estructurales, y los asistentes a la investigación como portadores de funciones infraestructurales, se distinguen de los dedicados a la investigación, en cuanto creadores y diseñadores de teorías explicativas (Hurtado, 2011, pp. 2-4).
La “llave cruceta” de toda investigación científica tiene dos facetas después de inventariar o dar a luz un problema: 1) la fabricación abstracto-concreta de un modelo conceptual con funciones generativas; 2) la comprobación de que dicho concepto, como instrumento fabricado, trabaja bien. En este artículo, nos detenemos en explicar el primer punto. El desarrollo del segundo punto nos llevaría muy lejos exponiendo el aspecto teórico-metodológico pleno con sus dimensiones, campos semánticos (variables dependientes), métodos y técnicas de investigación.
La fabricación del modelo conceptual comporta una formulación lingüística, en la que debe contenerse un alto concentrado teórico, para decirlo con una imagen de la industria química. La estructura y modo de fabricación tienen que ver con las poderosas funciones que debe desempeñar y que se explicarán más abajo. Como va a representar el dato a priori, es necesario después de formularlo, explicar su contenido conceptual a través de exposiciones y debates con teorías adyacentes. Esto importa en la medida que es necesario insertar nuestra teoría en la comunidad científica, aprovechar sus acervos y al mismo tiempo aportar a éstos conceptos originales y prácticas de aprendizaje. Siempre indicará un esfuerzo creador, no solamente repetitivo, y, por lo tanto, una demostración de una poética del pensamiento.
El modelo conceptual o constructo consiste en una estrategia de explicación de un problema. Todo problema es una habitación o receptáculo de cosas que lógicamente no se llevan bien pero que conviven en medio de conflictos, oposiciones, desniveles, y que el colectivo social sobrelleva en sus relaciones con la naturaleza y consigo mismo. En su formulación, el constructo tiene que contener todas esas relaciones lógicamente desiguales (por eso resultan complejas) que terminan por presentar como un todo un complejo fenomenológico de difícil solución. El cuidado en la formulación inicia una opción decisiva, como suele acontecer con el objetivo adonde apunta el sentido de orientación de las cosas.
Para entender el problema de investigación, las conexiones metafóricas son un motivo importante para la intelección y práctica en la formulación del constructo con miras a su desempeño. La metáfora literaria resulta el ejemplo paradigmático para este análisis del constructo conceptual debido a los avances teóricos que sobre este universo simbólico de la metáfora han llevado a cabo los llamados críticos culturales en relación con la temática de los estudios literarios.
A continuación se desarrollan tres niveles conectivos para analizar cómo se inscribe lo metafórico en el concepto científico, y lo confirma narrativamente en sus refiguraciones científicas. Los tres suponen la lógica metafórica que desarrolla la teoría literaria o retórica, aunque en este caso toma el camino de lo metafórico-conceptual que debe definir al constructo. Los tres análisis conceptuales confluyen en una interpretación unitaria del constructo científico:
1. Funciones conceptuales de desempeño sociológico.
2. Funciones conceptuales de desempeño metafórico.
3. Funciones conceptuales de desempeño semántico.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Bueno, Gustavo (1987), Etnología y utopía, Júcar Universidad, Madrid.
Bueno, Gustavo (1992), Teoría del cierre categorial, Pentalfa, Oviedo.
Friedman, Thomas, (2011), “Veremos más elefantes voladores”. El Nacional, Sietedías, Caracas, p. 4.
Hurtado, Samuel (2011), “La garantía de autenticidad en el proyecto de la investigación científica”,
Dossier del dictado de investigación, Postgrado en ciencias sociales, UCV, Caracas, pp.23. Véase en este mismo blog.
Lefebvre, Henry (1972), La vida cotidiana en el mundo moderno, Alianza, Madrid.
Marías, Julián (1996), “Elogio de la ambición intelectual”,
ABC, Madrid, 31 deoctubre, p. 3.
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Publicado en digital en Conectando Ideas con la Sociedad, publicación que recoge las ponencias de las VI Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Económica y Sociales, Universidad Central de Venezuela, 2012 (evento en 2011).