jueves, 26 de mayo de 2016

LA VOZ DEL QUE PAGA

El camino del pueblo llano



Con sonido de hambre en garganta vacía, pero con lucidez extrema, Pedro Berroeta, paltó oscuro, cuello blanco tortuga, sentado con las piernas cruzadas, como quedó en mi memoria aquel gran pedagogo venezolano de televisión y radio, nos vuelve hablar desde 1990 con la voz del que paga.

Eran las consecuencias del caracazo[1], aquél grito de repudio a las medidas de política liberal por parte del pueblo venezolano acostumbrado a las políticas populistas. Aquel grito manifestado en saqueos y destrucción, parecía que se acogía a un ritual de cargo cuyo objetivo es provocar la llegada inminente de un futuro promisor.

El motivo de Pedro Berroeta lo incrusté en La ley o la vida (en este blog, febrero del presente año). En ese texto, también “acudo a mi memoria, borrosamente” como teleaudiencia de tan insigne pedagogo en los años de 1980 y algunos de 1990 en que ocurre su muerte.

Hoy, entre mis papeles de antaño, encontré el texto que escribió Pedro Berroeta para el diario El Universal (de Caracas) el 28 de enero de 1990, a un año de distancia del caracazo (28 de febrero de 1989). No sé cómo puede hablar dicho texto en las circunstancias del hambre general en los días actuales de Venezuela. Pero siempre el hambre tiene un resonador que como doliente recoge y repica con “la voz del que paga”, el pueblo, siempre el pueblo, nosotros.

Dicen que el mito se repite en la historia pero no exactamente, a diferencia del ritual en el que se repite exactamente[2]. En el “caracazo” del 27-28 de febrero de 1989, hubo saqueos generalizados a supermercados y bodegas donde había comida; hoy día se ha superado esta etapa trágica ¿Por qué será? Porque el gobierno esta vez populista, autodenominado revolucionario (comunista) acabó con la producción de alimentos; es decir, en esta ocasión ni comida hay. La realidad del caracazo se repite pero como farsa[3], cuando, según informaciones desgranadas, la poblada asalta en carreteras, autopistas y calles, a los camiones cargados con algún reglón alimenticio, y lo saquea inmisericordemente.

He aquí el texto trascrito del viejo papel del periódico:


                LA VOZ DEL QUE PAGA[4]
 PEDRO BERROETA

Acude a mi memoria, borrosamente, la respuesta que un campesino castellano dio al político conservador español, Antonio Maura. Éste requería el voto de aquél para unas elecciones, y el campesino se lo negó rotundamente, dando como justificación una soberbia frase: “En mi hambre mando yo”.

Era su derecho. Es el derecho inalienable de todos los pueblos: el derecho a mandar en su hambre y a soportarla si les da la gana. De todas maneras pagan siempre, de todas maneras sobre la gente común caen las responsabilidades de los errores cometidos allá arriba. No hay costo que no se traslade al pueblo, no hay especulación que no sea sufrida por él. Es el tradicional tonto de las comedias. Y cuando se sacude, casi fatalmente escoge a los líderes que no debía designar. Digamos que es su destino, pero como sólo él paga las consecuencias, tiene derecho a seguir el camino que su hambre, su frustración y su dignidad le señalen. Aunque se equivoque.

Por ello, ante una serie de medidas económicas que le parecen inaceptables, su voluntad tiene que ser respetada, aunque sea una voluntad equivocada, aunque sea una voluntad manipulada, aunque le vaya a costar muy caro. El pueblo sabe que nunca podrá escaparse a Miami, ni buscar refugio en las organizaciones internacionales. El pueblo sabe que tiene que quedarse aquí…y pagar las consecuencias de esa voluntad manifestada. De modo que es necesario que se le oiga, que se le explique, que se trate de convencerle, pero de ninguna manera que se le imponga nada, porque nadie tiene derecho a hablar en nombre de él, sino él mismo.

No es de Dios la voz del pueblo, es del pueblo. Y con eso basta, pues es él quien paga. Es, quizás, el único privilegio que todavía no le han quitado. Hay, eso sí, que hablarle claro, con valentía, con honestidad y, entonces, él, el pueblo, es decir, nosotros, decidiremos… y haremos frente a las consecuencias.


[1] Una revuelta de clase popular y clase media que se definió por los saqueos de todo tipo de renglones en los negocios de Caracas como protesta por iniciales medidas liberales en la economía tomadas por el presidente Carlos Andrés Pérez en su segundo período de gobierno. Significó no sólo saqueos sino también destrucción de los negocios y por supuesto cientos de muertos. Por eso se dice a la revuelta de Caracas, caracazo, como se mantiene en la memoria las revueltas militares del “carupanazo” (ciudad de Carúpano), “barcelonazo” (de Barcelona) y “porteñazo” (de Puerto Cabello).
[2] E. R. Dodds, Eurípides: Bacchae, Oxford, 1963, p.27, citado en Georges Devereux, Mujer y mito, FCE, México, 1989, p. 13.
[3]Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”, dice Karl  Marx comenzando “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”. En K. M. y F. Engels, Obras Escogidas, ed. Moscú, s/f, p. 95.
[4] El Universal, 28 de enero de 1990.

miércoles, 25 de mayo de 2016

LA TIRANÍA QUE NO PAGA

El faraón Ramsés del antiguo imperio de Egipto

Era domingo, 8 de mayo de 2016, 5:00 de la tarde, cuando cambiaba los carros (coches): bajaba la negra Toyota y subía el viejo Volkwagen azul al estacionamiento de la casa. En la Toyota, la Radio Caracas Radio (RCR) 750, un entrenador deportivo venezolano estaba, en medio de la entrevista, dando un reporte que me dejó pensativo. Uno ya sabe eso como información general, pero aquel reporte mostraba una objetividad pasmosa por la información precisa y su forma espontánea.

Como entrenador nacional y no sintiéndose minusvalorado por el gobierno del país, avanzó de un modo normal con su juicio sobre la gerencia del deporte en Venezuela: de cómo el gobierno bolivariano, socialista, revolucionario, antiimperialista, había traído entrenadores extranjeros para elevar la calidad del deporte en Venezuela con miras a ser competitivo internacionalmente, pero que los resultados habían sido insuficientes, por no decir deficientes.

Entonces, como un juez sentado sobre una información dura tal como un trono de piedra, dictaminó sobre la situación de dichos entrenadores extranjeros con cifras claras, que revelaban la relación opresiva de los dos gobiernos involucrados. Le puse oído al tambor batiente de la radio. Estacioné la Toyota junto a la acera, y me concentré en la atención, desentendiéndome de esa tarde brillante de los trópicos, sobre todo en la alta montaña.

A continuación expongo el relato, diferenciando los niveles del análisis discursivo, para que se vean bien los pliegues del contenido, tal como lo hizo dicho entrenador. Lo que complemento es la operación del juicio de las cifras actualizadas (24 de mayo de 2016) que corresponden al control de cambio de las divisas. La voz de la tiranía queda en off ante la narrativa del entrenador entrevistado:

1)      El gobierno bolivariano trajo entrenadores extranjeros para elevar la calidad del deporte nacional. 
2)      Esos extranjeros son cubanos.
3)      Les paga 1.500,oo dólares mensuales a cada uno.
4)      De esa cantidad, se envían 1.300,oo dólares a la embajada cubana en Caracas, es decir, al gobierno cubano.
5)      Cada entrenador cubano recibe el resto, es decir, 200,oo dólares.
6)      Estos 200,oo dólares son cambiados a bolívares según el tipo de cambio establecido por el gobierno bolivariano como preferencial[1].
7)      El entrenador siguió hablando y hacía sus consideraciones sobre la situación de los entrenadores extranjeros, cuyos resultados eran tan deficientes como su paga personal.
8)      Nosotros podemos llevar a cabo los resultados de las cifras, aplicando el valor del dólar según los tres tipos de cambio con el bolívar, la moneda nacional, la única en circulación permitida en el país.
8. a) Si un entrenador cubano que vive en Venezuela recibe mensualmente 200,oo dólares, aplicando el importe de 10,oo bolívares según el tipo de cambio preferencial, tenemos: 200 X 10 = 2.000,oo bolívares. A partir del primero de mayo de 2016, el salario mínimo en Venezuela es de 15.000,oo bolívares, más un bono de alimentación que no es computado para las prestaciones sociales de 18.000,oo bolívares.
8. b) Todavía el gobierno venezolano despoja al entrenador cubano de una cifra considerable al aplicarle el tipo de cambio preferencial.
9)  Si operamos con el tipo de cambio oficial flotante, llamado SIMADI, el dólar se encuentra cotizado a 452,oo bolívares. Así cuadrando la cuenta sería: 200 X 452 = 90.400 bolívares.
10) Si operamos con el tipo de cambio libre, a criterio del mercado, tenemos que el dólar se encuentra a 1.051,91 bolívares. Entonces cuadrando la cuenta sería la siguiente: 200 X 1052 = 210.200,oo bolívares.

Los dos últimos resultados no los acepta el gobierno bolivariano, por excesivos a nivel oficial ni a nivel de la libertad económica.

 En conclusión: hay una distancia enorme en cifras dinerarias que se paga a cada entrenador cubano y los gobiernos de Cuba y Venezuela, sea porque se le impone, de entrada, el criterio del despojo tiránico del 86,66% del salario por parte del gobierno cubano, como por condenarlo a la operación del cambio preferencial por parte del gobierno venezolano. Este despojo y condena se observan bien en la comparación de cifras que les corresponderían tanto si es con el criterio oficial como si es con el criterio de cambio libre o paralelo.

Escolio:
Una cosa es gobernar (administrar)
Otra cosa es mandar (dominar)
Y otra cosa es tiranizar (dominio con esclavitud).

La honestidad del poder (afirmativo como servicio a la sociedad) se pervierte en la medida que va derivando hacia el mando y sobre todo a la tiranía. Se obtiene entonces la negación del poder, por su negativa al servicio, lo que le hace ilegítimo, y por su provocación de fagocitar (comer) a la sociedad misma.

En América Latina suele acontecer la negación del poder a partir de que el modelo de acción social se inscribe en el privilegio de pocos/exclusión de muchos[2]. La experiencia cubana, émula de la antigua Unión Soviética, representa la radicalidad de dicho modelo al generar la relación de tiranía/esclavitud, según el concepto de jerarquía opresiva. La opresión indica un plus ultra de la dominación, según Lefebvre en El Derecho a la Ciudad, con la diferencia de que en la opresión comunista no se origina la capacidad creadora de las grandes obras como en los opresivos imperios antiguos[3], como el egipcio, babilónico, griego y romano.

El modelo de jerarquía opresiva que se intenta imponer en Venezuela durante los 18 años de gobierno bolivariano, lamentablemente tiene a favor un basamento cultural inscrito en el edipo matrisocial. Porque la matrisocialidad venezolana no produce en el edipo cultural la figura de autoridad, y tampoco se aprende la obediencia como balance sino la insumisión como rebeldía sin causa (el consentimiento caprichoso). Lo que se produce entonces son sus vicios o desvíos en el autoritarismo.

Lo que reconfirmamos en nuestra permanente etnografía es que dicho autoritarismo se entiende como autoritarismo caciquil. Es decir, no está desarrollado sino muy poco como caudillista, y lo mismo como jefatura presidencial. El llorado historiador tachirense Ramón J. Velásquez hablaba de que todos los presidentes venezolanos, aún los de etapa democrática, eran gomeros[4]. Si lo gomero persiste es porque el mito del autoritarismo caciquil se mantiene honda y dramáticamente en todos los períodos presidenciales de la historia venezolana (y aún de América Latina)[5].

Si pensamos que la autonomía de la economía  sustenta la libertad según los modernos, frente a una débil y sometida economía que soporta la esclavitud según los antiguos[6], cuando se radicaliza la política y ésta fagocita (se come) a la economía en el régimen cubano (y lo mismo en el régimen bolivariano en Venezuela), el autoritarismo caciquil de uno y otro régimen producen la desaparición de la realidad de pueblo. Entonces éste se convierte en esclavo, cargando con todas sus hambres ancestrales[7].

En la tiranía cubana (y venezolana) vamos en este tren, a todo vapor regresivo, al mundo de los antiguos: Abajo el poder, ¡Vivan las tiranías! Si inmisericordemente se recluye al pueblo  a su hambre total, a fin de cuentas la tiranía no paga.


[1] Están establecidos tres tipos de cambios: el preferencial (10,oo bolívares por un (1) dólar), el oficial flotante (452,o8 bolívares por un (1) dólar) que va subiendo hacia el paralelo o libre o del mercado negro que se encuentra a 1050,91 bolívares un (1) dólar. Información de Dólar Today el 24 de mayo de 2016.
[2] Como la lógica del privilegio es de pocos suele tener mejor dispuesta la capacidad para determinar la dinámica de la organización social en la que la exclusión es la lógica de muchos, cuya subjetividad es más difusa y débil. Por eso la situación de América Latina en la que predomina la lógica del privilegio tiende a ser un territorio donde predominan las tiranías con su negación del poder social como territorio de muchos.
[3] Henri Lefebvre, El Derecho a la Ciudad, ed. Península, Barcelona, p. 20.
[4] Comunicación personal. El vocablo gomero lo deriva de Gómez, Juan Vicente, el dictador venezolano cuya jefatura comienza en 1908 hasta 1936. Gabriel García Márquez, novelista colombiano, premio nobel, autor de Cien Años de Soledad, lo consagró como el dictador prototípico de América Latina. Lo gomero representa perfectamente la idea del autoritarismo caciquil, que todo venezolano entiende perfectamente (por el inconsciente) y no tanto el autoritarismo caudillista y de jefatura presidencial.
[5] Samuel Hurtado Salazar, “La Latinoamericanidad o La negación del poder. ¡Vivan las tiranías!”. En Cultura Matrisocial y Sociedad Popular en América Latina, ed. Trópikos, Caracas, 1995, 53-95.
[6] Modernos y antiguos es el modelo que se utiliza en la modernidad para hablar del pensamiento de la filosofía antigua, esencialmente sintético, cuyos representantes son los helenos como Platón, Aristóteles, Plotino, y el pensamiento de la filosofía moderna, esencialmente analítico o del método, que desde el siglo XVI lo representan conspicuamente Maquiavelo, Descartes, Kant, Hegel, etc.
[7] María Zambrano, Persona y Democracia. La historia sacrificial, Anthropos, Barcelona, 1988, pp.152-155.