miércoles, 9 de diciembre de 2015

CAIGO SOBRE UNAS MANOS

  Cuando no sabía
aún no vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
eran tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.

No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están  las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza me cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez sube el olvido
aún al corazón.
                               Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro, y soy pequeño,
y tus manos son grandes, y la noche
viene otra vez, viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.
 
Antonio GAMONEDA: “Blues castellanos”. Antología poética, Alianza, 
Madrid, 2008, 91.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario