miércoles, 18 de diciembre de 2013

ESTADO DE GRACIA



FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO PRÓSPERO

Con este bloque (blog) decembrino felicito las fiestas de Navidad a los seguidores y al público interesado.
Primero, desde la condensación del alma en su esencia de gracia, vivida en Caracas durante el año 2013.
Segundo, desde el encendido de un añejo cuento de juventud en la Salamanca de 1963.
Que para todos este potlacht navideño sea un festín de felicidad, especialmente para los venezolanos, que, con las fiestas cósmico-maternales del Año Nuevo, representa sus fiestas nacionales anuales hasta el 15 de enero.



ESTADO DE GRACIA

“El alma se confía en su silencio
de piedra eternidad, el alma sólo
se unifica en la Esencia por el polen
vivísimo y experto de la gracia”
(Timoteo Marquina: “El Alma Siempre”.
En Hombre para morir, Ágora, Madrid, 1961.

De mañana me viene la visita de gladiolos.
¿Hay razón? Caldeada encomienda,
aún después, sabiamente tibia.

Evitaba un estado de excepción, me revolvía
contra el aprovechado, rencoroso país.
Era mi conformidad un edén
de gratuidades, la semántica de un baño
en estado de gracia.

Pero se fue la promesa. Lenta pesó
la noche,  cargado el silencio.
Mientras:
las caléndulas (nocturnales, ellas) su acogida
abrieron compensatoria,
aviso auroral a perfume bocanadas
daba la flor de baile.

Si se desprendiera el cielo y habitara
en algún sitio, éste
sería tu rostro. El espacio se volvería
de todas partes, nunca límite su luz,
al unísono te velaría el cosmos.

No hay mayor consumación en la vida
me asombro:
que un acto de adoración. Convite de almas
transparentes para la acción de gracias.
El tiempo apura su mejor bocado, ganan
el buen gusto, gratitud y libertad.

Gozo los tiempos gráciles: la palabra
aprende de las ausencias pregnantes
y saben a divinidad las sílabas
silentes                   siempre llenas
de verdad latréutica
al parecer
huidiza en tus labios inciertos.

Sé que mi poema está contrahecho, similar
 a mi gracia en estado desproporcionado.
Los aspirantes a más, vayan a componerlo
con tal se estatuya su gracia de excepción,
¡selecta audaz maravilla!.

Caracas, agosto de 2013
Publicad en Imágenes de Villorido
                                                                Octubre de 2013.
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C O R E G A

“Toda pregunta indica la pérdida de una intimidad o el extinguirse de una adoración”
(María Zambrano)
En una acera, lateral al menos, de la filosofía de María Zambrano se puede argumentar:
También toda pregunta señala un desafío a la búsqueda personal o el encenderse de un misterio, como estado de gracia a procurar con el esfuerzo del ser social.

Escuchemos al NARRADOR desde Salamanca en el cuento de la Navidad
pasando al siguiente cuadro bloguero. 

TURISTA BUSCA LA NAVIDAD EN SALAMANCA

Plaza Mayor de Salamanca


Hace pocos días, entre el gentío de la calle Rúa, me conmovió una noticia que tiene la gracia de un hilo de la historia vieja. Un señor de cabellos blancos con un castellano tartajoso, me hizo una pregunta diáfana:

-Pero ¿dónde está la navidad de Salamanca?

Yo quise hacerle señas, miré a las bocacalles, balbuceé no se qué de catedral, de universidad, de plaza. Lo dije entrecortado de ahogo, cogido de sorpresa. Él, al oír tantas metrópolis de edificios citadinos, encendiose el ocaso de su desilusión cuando me preguntó de nuevo con ansiedad:

-Pero ¿no va a pasar la navidad por la calle?

Ahora no supe que contestarle. Me pareció que no tenía razón, pero una vergüenza infantil se iluminó en mi rostro. Porque adiviné en la luna de su cabellera vagos crepúsculos de antiguas romerías. Hay algo en sus preguntas que es frescor de tiempo siempre vivo, que choca ingenuamente con nuestras gastadas categorías del olvido. Tenemos un concepto de Navidad un tanto seco, de almanaque, como si unas uvas o un pastel justificasen la siempre nueva Navidad que todos los años ha de renacer en nosotros.

Pero tiene razón el turista de la calle Rúa en sus inquietudes. Los cristianos hemos muerto la Navidad. Nuestra felicitación de Pascuas tiene una rigidez de fórmula, de algo viejo que no logramos reestrenar. “Porque el tiempo se estrena muy raras veces”. Cuando San José y la Virgen vieron llorar al Niño, entonces empezó una época nueva. Ellos representaron el primer belén. Ellos eran la Navidad. Cuando San Francisco de Asís removió las cenizas de este recuerdo con las figuras de los primeros “belenes” nació otro sentido de vivir, de ser la Navidad. Cuando en una tierra hermana de Salamanca (Calabazanos de Palencia), se representó la primera “canción de cuna” castellana:

Callad vos Señor

nuestro Redentor

que vuestro dolor

durará poquito

                                                        (Gómez Marique)

aquellas monjitas del monasterio de Calabazanos inauguraban otro tiempo donde iba a fraguar nuestra brillante literatura del Siglo de Oro.

Todo consiste en crear vida, que no se nos muera el tiempo en nuestras manos viejas ¿No habéis purificado vuestro gusto para oír de nuevo una antigua canción o unos versos requetesabidos o aspirar las flores siempre fragantes del balcón? No podéis decirme que no.

Pero de todo esto que digo me llegó al alma ese afán de búsqueda de la Navidad como si fuese alguien. Ayer no pude decírselo al turista de cabellos canos. Me azaré tanto ante la sorpresa por un recuerdo herido de vida…Pero hoy sí, desde el periódico, después que he tenido que rezar, para sanarme…

No hay remedio. Sí, me pregunté por una vida, un recuerdo. La vida está en el interior, el recuerdo es algo íntimo. Nos cobijaremos en la catedral, en un comercio de regalos o en un rincón de la plaza mayor para mirar pasar el tiempo. La catedral, el comercio, la plaza mayor no son la vida. La vida somos nosotros. En  nuestro interior ha de brotar la Navidad que dé sentido a nuestra alegría y a las “felices pascuas”; que justifique unas uvas pasas o un dulce de pastel. A medida que avancemos tendremos que segregar más vida interior para que vitalice el milagro perpetuo de Nacimiento de Jesús: la Navidad está entronizada, empotrada en nosotros, y de nosotros se manifestará en la calle, en el café, en el bar. Estamos, pues, en lo inesperado: que Salamanca sea la Navidad que viene buscando el turista. Ya sé que me fruncís el ceño, que dudáis, pero al fin mirándonos, sonreiremos comprensivamente. Porque, al fin, comprendéis al ingenuo turista que me pedía lo del niño de la comedia “pasteles con pasas dentro”.

Por la tarde volveré a la ciudad. Iré a la plaza mayor, que es su corazón. Yo también buscaré la Navidad en la intimidad de la vida de la ciudad. Estamos en el misterio del esfuerzo humano. Tenemos que renovar el agua continua de nuestra vida para poder navegar con un desahogo limpio, siempre estrenando nuestro instante en carne viva. La Navidad sería así un memorial presente, semejante en sensaciones y en su ser de siempre.

En la lucha por alcanzar el presente, el estar al día, no hemos alcanzado el recuerdo auténtico de una Navidad con su ser diáfano y delicado, como un copo de nieve, el ser en carne viva que se deshace por un instante en nuestra manos viejas.

En Santa Marta (Salamanca), Navidad de 1963.