lunes, 11 de marzo de 2013
RELOJ DE LOS TIEMPOS
RELOJ DE LOS TIEMPOS
Febrero con nieve
con la lluvia marzo
abril con el sol,
con las flores mayo.
Conmigo la llevo
la historia del campo
reloj de los tiempos
en mi alma rodando
Pueblo de Hortaleza (Madrid), Marzo de 1961
Publicado en Imágenes de Villorido, enero de 2000.
EDUCACIÓN PETROLERA
PRIVADO DE TODO O DE NADA
Privado de todo -o de nada
Escribir Jacques Dupin
Privado de todo -o de nada
Escribir
No sólo con la mano
el dolor de los huesos
la ignorancia de la sangre
Triturando el dolor
liberando la sangre
Escribir
Atraer hacia la silla desfondada
tambaleante la mesa
el aliento de un mar
el desgarrado.
Esbozar ese alborozo que se atreve con el vacío
En una opacidad de ave
la del ópalo
entreabrir alas desmesuradas
las del escape
sobre el aletazo del mar
Alfredo SILVA ESTRADA (Inédito)
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PARA UNA "CULTURA DE LA EDUCACIÓN PETROLERA" EN VENEZUELA
Inidice General:
A. EN BUSCA DE UNA INSPIRACIÓN PROBLEMÁTICA
B. LA METÁFORA DE LA "EDUCACIÓN PETROLERA"
C. LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD Y SU DESDÉN ETNOCULTURAL
D. ENCLAVE PETROLERO Y EDUCACIÓN NACIONAL
Indice Parcial:
A. EN BUSCA DE UNA INSPIRACIÓN PROBLEMÁTICA.
B. LA METÁFORA DE LA "EDUCACIÓN PETROLERA"
“AG.: Sin embargo, yo pienso que hay una manera de enseñar despertando
los recuerdos, y es una manera importante, como lo demostrará el objeto mismo
de nuestra conversación. Pero si estimas que no aprendemos cuando recordamos y
que el que recuerda no enseña, no voy a contradecirte; y por tanto pongo dos
objetivos del lenguaje: enseñar o hacer recordar sea a nosotros mismos o sea a
otros. Esto es también lo que hacemos cantando ¿Estás de acuerdo?
AD.: No del todo, pues me parece raro eso de que canto para recordar:
lo hago solamente por gusto”. (Agustín de Hipona, De Magistro, I, 1).
“Gente en fin convencida de que el principal bien que hemos de
producir y aumentar es la humanidad compartida, semejante en lo fundamental a
despecho de las tribus y privilegios con que también muy humanamente nos
identificamos”(Savater, 1997, 153).
A. En Busca de una Inspiración Problemática.
Cuando leí el título de la presente
conferencia, que me impuso el programa del evento, tuve la impresión terrible
de encontrarme con los cuatro jinetes del Apocalipsis: CULTURA, EDUCACION,
PETROLEO, SOCIEDAD. Menos mal que ya uno no es un principiante en teoría, ni en
investigación, para lidiar cualquier minotauro que se le presente en el
escenario supuestamente “lihgt”, pero realmente fuerte y complejo de las
temáticas científico-sociales.
Pero
pronto volteé mi ansiedad y lo que conseguí fueron cuatro actores de una obra
de teatro, y los vi, así, de bulto, uno detrás de otro, como reza el título.
Entonces, lo primero que pensé fue cómo organizaba la obra de teatro, y para
ello tenía que inspirarme para hallar un argumento. O como alternativa, si los
pensaba como unos personajes, cómo inventaba con ellos una novela.
Tenía que inspirarme...
Y a ello me dediqué...
Pero si era una obra de teatro o de novela,
ajuro tenía que ser “venezolana”:
1) claro, no sólo por el protagonista del día, que
era el bautizo de la Cátedra Libre de Educación Petrolera.
2) No sólo, por la audiencia presente, que aúpa el
acto del protagonismo institucional.
3) Si no sobre todo por el sujeto-realidad
venezolana a la que apunta a transformar la organización de la Cátedra Libre,
que como un candelero debe alumbrarse para alumbrar, según los versos de Andrés
Eloy Blanco “Bajo la Palma”
“Lo que hay que hacer es
saber,
alumbrarse ojos y manos
y corazón y cabeza
y después, ir alumbrando”
Para
poder cumplir con este objetivo hemos de tener en cuenta la opción
antropológica de dicha realidad venezolana, porque, como el sujeto-realidad
colectivo encare y signifique la realidad, el mismo se convierte en realidad, y
una realidad particular y propia. Tal es el concepto de cultura antropológica
que operamos. El sentido de esto es la actualización del argumento del
antropólogo Ralph Linton: No se te ocurra escribir una novela, pero si lo
haces, tendrás que hacerlo según la cultura u opción antropológica
(venezolana).
La prescripción cultural no nos da
otra alternativa al desarrollo de nuestra obra de teatro o de nuestro invento
novelístico. Tal prescripción cultural es el marco general de la inspiración.
¿Pero el marco específico? Ahora el
problema de la inspiración o de la búsqueda del planteamiento de un problema,
me exigía tener en cuenta la formalidad de unos términos o nociones, para
controlar los posibles desvíos de la inspiración. Me volví para ello a las
nociones formales del título mismo. El título mismo de la Cátedra me los proporcionaba:
Eran “Educación Petrolera”. Desde aquí comencé a observar cómo sus flancos
venían a constituirse, de un lado, por la “Cultura”, y del otro, por la
“Sociedad”. Así que la inspiración, es decir, la consecución de un problema que
cumpliera del papel de una fechoría para iniciar el cuento maravilloso, y con
ello poder enunciar con sentido temático el tinglado de los términos del título
con cuya ansiedad me encontré, según les dije al inicio de la conferencia,
estaba a punto de aparecer.
Son los flancos de la Cultura y la
Sociedad, y específicamente, la pregunta de cómo construir su relación a
propósito de la “Educación Petrolera”, la que me tenía que dar la pauta de
orientación para obtener un problema apropiado, y que al mismo tiempo abriera
las baterías de la Cátedra desde el presente inmediato hacia su futuro
promisor. Pues para algo se estaba abriendo la existencia de una nueva Cátedra
Libre. Libre para la apertura total a los problemas que vengan o con los que
nos topemos; libre para confrontarlos en el pensamiento, y libre para generar
problemas a partir de un esfuerzo por sensibilizar las realidades del país.
Hacerse bien las preguntas sobre el
país, es producir problemas. Esto es fundamental, porque el país no existe sin
la producción de estos problemas a nivel del pensamiento. Esta es nuestra
tragedia, más que los niveles de politización, de militarización o del
consumismo capitalista, en el país. Sin pensamiento sobre el país, no tenemos
país. Fíjense lo que significa inaugurar una Cátedra Libre para el pensamiento
sobre dos realidades elementales, por su importancia, que componen el espectro
virtual del país. Ya el pensamiento sobre esas realidades elementales como son
la educación y el petróleo, toca una área temática que debe ser muy sensible en
una “sociedad petrolera”, para nombrar a un colectivo social en cuyo territorio
se produce petróleo para el mercado mundial. Son dos temas álgidos: el
petróleo, porque este renglón económico siempre ha operado más como “enclave
económico” en el país, que como una “cultura del petróleo” que llegue a incidir
en el ethos cultural venezolano. Por lo tanto, el petróleo como enclave y como
significación superficial (el rasgo rentístico) ha estado de espaldas a la
realidad del desarrollo económico y antropológico del país. Trayendo a la
memoria mi argumentación sobre la historia de los ferrocarriles en Venezuela,
casi no hemos hecho país tampoco con el petróleo, no se ha visto, ni sentido
ningún proyecto de sociedad nacional.
B.
La Metáfora de la “Educación Petrolera”.
El tema de la educación tiene una
gran relevancia porque es el que recibe una de las mayores atenciones
ideológicas. Por un lado, se le atribuye una solución mágica instrumentalista
para transformar y llevar a cabo los problemas que plantea el desarrollo
social, y por otro lado, es el tema que suele entenderse solo hasta la mitad
tanto por las políticas sociales como por los actores que lo ejecutan.
El entendimiento mágico
instrumentalista de la educación, aparta a ésta de su inserción en la opción
antropológica venezolana, no la toma en cuenta; así lo emotivo y lo
significativo de los sujetos concretos es inexistente, o, lo que es lo mismo,
corre un camino paralelo a la educación, dañando a ésta. La “re-ducción” de la
“e-ducación” se localiza en una mentalidad técnica, donde las llamadas
“tecnologías educativas” y el entendimiento de la educación como
“información” (instrucción, se decía
antes), desproveen al proceso educativo de sujetos portadores de emociones y de
sentidos culturales, que les permitan ser capaces de adquirir la “formación
apropiada”. De este modo se separa a la educación de los grandes problemas de
la sociedad (siendo la educación uno de ellos), porque se la aparta de su
política y de su ética, de su reflexión y su pensamiento, de su análisis y su
teoría, desde los cuales poder emitir un discernimiento y visión del principio
de la sociedad. Cuando hablamos de sociedad nos referimos a un concepto por el
que tratamos de explicar que la conveniencia de vivir juntos es ineludible y
para ello tenemos que fabricar “artificialmente”, que es lo mismo que decir
libremente, los acuerdos de las normas y las leyes porque además ello trae
ventajas para todos. Por lo cual, es la forma más favorable como sobrevivencia
humana, y al mismo tiempo es la vía para alcanzar la hominización hacia el
futuro.
Así
entendemos que la educación es un problema de sociedad, no de la cultura pues
esta se ciñe a lo “natural” como opción antropológica, aunque su planteamiento,
desarrollo y conclusión tiene que hacerse con materiales de la cultura, a costa
de los materiales de la cultura y para adaptar los materiales de la cultura a
favor de la existencia de la sociedad. Es el modo de producir las
significaciones sobre la realidad, con su naturaleza étnica y general, el que
sostiene la posibilidad de crear el artefacto específico de los acuerdos
sociales. La cultura antropológica, por lo tanto, es la circunstancia esencial
para poder llegar a la existencia de la sociedad, de desarrollar las relaciones
sociales.
Nuestra
inspiración para componer un análisis e interpretación de la novela planteada
sobre Venezuela, para retomar nuestra imaginación inicial, comienza en firme
cuando tenemos ante sí la caracterización del personaje de la “cultura” en
Venezuela, por un lado, y del personaje de la “sociedad”, por otro lado. Porque
del juego obtenido de estos personajes, cuya relación representa la clave
interpretativa, vamos a observar cómo es, cómo debe ser, y qué es lo que se
debe hacer, con esa metáfora que ustedes
se han colocado entre las manos, esa metáfora, no literaria, sino conceptual de
la “Educación Petrolera”. Es una metáfora conceptual, porque quiere resolver
una cuestión rara o extraña, el que la educación sea petrolera, cuando la
educación no necesita que se le ponga ningún adjetivo, porque toda adjetivación
de un problema societal, resulta un pegoste. Lo mismo resulta cuando
adjetivamos la democracia, la libertad o la paz. Sin embargo, ahí está, con su
contradicción, en la formulación identificativa de la Cátedra. Y si está, no se
le puede destruir, ni resolverlo despegándole el pegoste de “petrolera”. Con su
construcción contradictoria, toda metáfora conceptual, como cualquier metáfora,
presenta la pretensión de solucionar un problema, y como tal invita, exige ser
solucionado desde dentro del concepto y comprobado en el sitio (in situ), en lo
concreto, en lo que ustedes dicen, regional.
Entonces
hay que conseguirle el “locus”, el “hay lugar” al problema de la educación en
el marco de la motivación petrolera. Así el petróleo no es simplemente un
renglón económico, también se amplifica como un problema social que requiere a
su vez una inserción en unos significados de realidad (la cultura
antropológica). Es esta proyección societal de dicho renglón económico, la que
permite que cuando hablemos de la “cultura del petróleo”, no caigamos en el
culturalismo, como si la cultura antropológica fuera un adorno superficial de
lo económico y lo social, sino que exprese realidades hondas de lo que los
venezolanos debemos querer conforme a cuando decimos “somos una sociedad
petrolera”.
Hemos
dicho que la novela es venezolana, y que hay que inspirarse y plantear el
problema desde Venezuela y, pragmáticamente, para Venezuela misma. Pues si algo
es Venezuela, no es la educación, ni el petróleo, ni la sociedad, es la cultura
o su modo de producir significados sobre la realidad. La educación como la
sociedad son proyectos e ideas de diseño, universales, de la mundialidad, de lo
cual venimos a enterarnos hace unos 50 años, 1948, aunque cuando hay atisbos
previos. Y el petróleo es el gran renglón que ha movido y mueve la gran
industria mundial capitalista (y socialista, porque los dos han sido y son un
mismo modo de desarrollo). Así que estos personajes de la educación, del petróleo
y de la sociedad, como cualquier chaqueta o camisa, pueden estar presentes o
desaparecer o no haber llegado casi nunca a Venezuela. Pero el personaje de la
cultura es nuestra naturaleza, nuestra piel; aunque nos vayamos o salgamos de
Venezuela lo llevamos con nosotros, aunque lo califiquemos de portátil (país
portátil, hay novela con este título y artículos de periódico), es portátil
porque aunque lo desmontemos no podemos dejar de portarlo. Con esto queremos
decir, remedando una frase de Levi-Strauss aplicada a la familia, que la
particularidad que constituye la cultura es, al mismo tiempo, condición y
negación de la existencia de la educación, del petróleo y de la sociedad en
Venezuela; es decir, de que el petróleo sea realmente nuestro no sólo en la
economía, sino también en lo social y en el pensamiento.
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Capítulo del libro de Samuel Hurtado: Contratiempos entre cultura y sociedad en Venezuela,
ediciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2013
EDUCACIÓN PETROLERA (CONT.)
APUNTE
Tengo entre las manos el apunte del siguiente día
unas líneas de sol, muy simples
tan simples como se despliega un ala
tus manos elevando las cosas familiares
una sed del sentido
Los ausentes que vuelven por instantes
en una ondulación del aire
una prisión de seguir
una enredadera donde beben los pájaros
algo que nos yergue
de pie a cabeza
Alfreso SILVA ESTRADA: Al través, 2000.
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PARA UNA "CULTURA DE LA EDUCACIÓN PETROLERA" EN VENEZUELA (Cont.)
Índice Parcial
C. LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD Y SU DESDÉN ETNOCULTURAL
D. ENCLAVE PETROLERO Y EDUCACIÓN NACIONAL.
C. La Percepción de la Realidad y su Desdén Etnocultural.
Aquí se nos vienen encima dos grandes problemas:
1) Si no atendemos a lo que somos con relación a
la realidad, lo que llamamos nuestra opción antropológica, cuando tratamos los
problemas de la sociedad en Venezuela, tales como la educación y el petróleo,
estamos bailando en el aire, fuera de realidad.
2) El otro problema, que entra en las honduras es
preguntar y averiguar por la esencia y principio de nuestra opción
antropológica, que está en la base de lo que constituye el sujeto colectivo
venezolano.
Si el primer problema
pertenece a la organización de la episteme del investigador, pensador o teórico
venezolano, el segundo problema constituye la configuración de la realidad
misma como objeto de la acción investigadora o reflexiva. Es la forma de
tematizar en los sujetos-realidad de Venezuela, en el presente caso, el
problema de la educación petrolera.
Así cuando hablamos de la
“educación petrolera”, estamos preguntándonos cómo el colectivo de un lugar o
región venezolana puede captar y como
debe captar aquél problema a partir de las herramientas o instrumentos de
trabajo con los que el mismo colectivo reelabora el problema y construye su solución.
Ese instrumental de trabajo no es otro que la cultura o proceso de cultivación
de la realidad, de darle significados, para que después puedan venir los
procesos societales del pensamiento, del análisis y de la interpretación o
visión de la realidad. Al referirnos a la cultura, no nos quedamos en las
señales de ella, en lo que llamamos rasgos fenoménicos, objeto del
culturalismo; penetramos hasta los signos de la misma y hasta la pensamos como
un aparato detector del sentido. Llegamos hasta el mito vivido o ethos o molde cultural, que es
el estilo de trabajo con que la cultura elabora significaciones de realidad en
cada lugar. A cada cultura, la define un proceso de trabajo y un estilo de
hacer ese trabajo.
¿Cuáles son los signos de la
cultura en Venezuela?
Responder a esto es, en términos
médicos, hacer por lo menos medicina preventiva . La medicina preventiva
pertenece a la solución a través de las responsabilidades del sujeto
(individual, colectivo). Aquí tenemos que distinguir dos sistemas de valoraciones
para no confundirnos en la lectura de los signos, el sistema de valoración
antropológico (las valoraciones de la cultura) y el sistema de valoración
sociológico(las valoraciones que miran a la producción de la sociedad). En
términos de personalidad, existen las valoraciones y transvaloraciones que se
producen en el yo real (étnico) y las que se originan en el ideal del yo
(societal).
La epistemología y la ética se
encuentran en la dimensión societal, por lo que una cultura no produce como tal
moralidad o inmoralidad. Las culturas no son ni buenas ni malas; eso sí, tienen
dispositivos para conectar la moralidad o no conectarla, y podemos
representarlos como sistemas axiológicos particulares. Si decimos que una
cultura es amoral, como suele caracterizar Mikel de Viana al familismo
venezolano, lo podemos decir sociológicamente después de confrontarlo con la
filosofía, la sociología, la epistemología, la ética..., no antes, o al aire o
al vacío como si la cultura o mundo de significaciones de la realidad no
existiera. Pero ello no quiere indicar que antes de la confrontación societal,
la existencia de aquellos dispositivos y su operación, así como muestran
órdenes, también muestran desórdenes étnicos, que afectan positiva o negativamente
el proceso de valoraciones sociales, por ejemplo, la educación y la economía
petrolera. Es una afectación esencial, pues la cultura es la que especifica el
sentido u orientación de la estructura social.
Si las culturas se definen por
su particularidad, también se especifican por sus dispositivos de conexión o
articulación social, que son basales en la producción de la sociedad, y que
también resultan diferenciales de una cultura a otra. No son los mismos en las
culturas orientales, que rechazan la realidad material y se recluyen en la
mística procurando un conocimiento interior, divinal, que en la cultura
occidental que acepta la realidad exterior y hace esfuerzos instrumentales para
transformarla, que en las culturas narcisistas, como la venezolana, que asumen
la realidad con desdén, lo que les priva de trabajarla y obtener ventajas de
sus beneficios. Este desdén cultural tiende a coexistir con estructuras
sociales de carácter recolector distribucionista, según el dicho de cosechar
sin sembrar, y con predominio de las significaciones emocionales.
De esta forma, anunciamos la
ubicación de la cultura venezolana que nosotros venimos conceptuando como matrisocial. Es la figura de la madre la
que es creada con un exceso de significación a costa de la figura paterna que
es producida “in absentia” (en ausencia); es en el punto del exceso que se
ubica la matriz o fuente de las significaciones de la cultura. El desequilibrio
de la producción simbólica no supone sino una conexión negativista con la
realidad, de la cual es “responsable” el orden cultural total, no lo es la
figura materna por exceso, ni la figura paterna por defecto. El mito vivido se
localiza en la sobreprotección materna que impide al niño confrontarse con la
realidad. Ello origina una relación de confusión con la realidad, cuyo
resultado es considerarla como una cosa que no tiene valor, ni es digna de
valor. La educación en Venezuela pasa por este desdén y abandono cultural de la
realidad, que no deja ver bien la realidad de la educación. Si hay tanta
“atención social” respecto de la educación y el petróleo, que copa casi toda
nuestra estructura social, y debido a ello el pensamiento social apunta a su
transformación y excelencia educativa, o a mentalizarnos con un aire petrolero
como el renglón del estatus social, ello no transciende los límites de una
operación mágica. Por eso no logramos organizar bien la realidad, y tenemos
razón cuando vemos y sentimos que la realidad va de peor en peor, de que lo
conseguido no se mantiene, y si se mantiene, no se sabe en qué momento puede
venirse abajo.
D. Enclave Petrolero y Educación Nacional.
Yo tenía una aprensión sobre esto, pues en las clases de Doctorado,
los alumnos enfilaban las objeciones contra mi hipótesis desde el fenómeno de
las Escuelas Experimentales de los años 1940, y desde la excelencia de escuela
pública frente a la privada. Yo estaba contra las cuerdas en el ring; pero la
teoría no estaba falla, era la construcción del dato. Cuando al fin, hice la
etnografía de la investigación sobre la elite venezolana, encontré los insumos
para la construcción del dato de las Escuelas Experimentales. Como la
producción petrolera, las escuelas experimentales funcionaban como enclaves o
islas en el colectivo venezolano. “Mire, -le pregunté al Egregio Militar que me
contaba aquella maravilla de Escuela Experimental en Artigas donde él fue un
alumno protagonista-, ¿y el resto del país cómo estaba?. – Ah, no, lo demás seguía igualito de
abandonado”. Me lo dijo con añoranza de su adolescencia dorada que transcurrió
en la Escuela Experimental, pero era una añoranza porque el resto del país se
había devorado el enclave educativo. Lo normal (la norma del desarrollo social)
hubiera sido lo contrario. El ejemplo de la Escuela Experimental debía haber
arrastrado al resto del país a una condición de excelencia.
El destino del desdén de la
cultura matrisocial había arrasado el enclave, con base en la “re-ducción” de la realidad al abandono. El
dispositivo cultural matrisocial trabaja negativamente la realidad; y, por lo
tanto, está expuesto más que cualquier otro dispositivo a ser infectado por
fuertes impurezas ideológicas, que pueden hacer que los mitos vividos funcionen
en falso o al revés, en contextos societales, como, por ejemplo, la educación y
el petróleo, tal como hemos argumentado en “La ‘agonía’ entre la cultura y la
educación”.
En
el caso del petróleo, pensamos con la idea de la renta del subsuelo. Esta
verdad como adhesivo histórico en la estructura social venezolana, opera como
ideología, pues en el fondo lo que se significa, procede de la mentalidad
recolectora: no se habla de producción, sino de redistribución de la renta. Si
por casualidad se habla de la producción, nos viene la imagen de la “siembra”
del petróleo como una significación cuasi mágica: al paso que es una imagen
agrícola, fruto de una imaginación avejentada, en los marcos culturales
matrisociales (no en la personalidad de A. Uslar Pietri) nos trae a colación la
imagen divina del paraíso recolector. No en balde, nuestro substrato rural es
campesino conuquero. Así con la “idea” del enclave petrolero y de la renta
producida se espera mágicamente que el líquido negro se siembre en los campos
venezolanos, y éstos produzcan permanentemente, sin trabajarlos, frutos
abundantes.
Si no llegamos hasta el fondo,
hasta el mito, que hemos sucintamente descrito en la cultura y en su
correspondiente especificación de la estructura social, los pasos en falso de
nuestro pensamiento se ponen de manifiesto. Atención, el mito no es la
creencia. La creencia pertenece a lo superficial sociológico; el mito a la
hondura etnológica. El mito se autentica por sí mismo; la creencia debe
autenticarse confrontada con el mito vivido. La psicología social y la
sociología que van buscando las percepciones y creencias de la gente respecto
de la realidad, terminan sólo construyendo los datos a medias, por no decir en
falso. El problema se hace muy sensible cuando el científico social propone los
procesos del cambio social; lo que hace es proponer el cambio de una pieza por
otra como en el juego del ajedrez a partir de un deber ser ideal, pero no va al
fondo del juego mismo y sus reglas. Las verdaderas dificultades se encuentran
en las reglas (mito), no en sustituir una pieza por otra (creencia).
¿Qué
hacemos entonces con la educación petrolera?
Hay que cambiar las “reglas” de
la producción, y no permanecer en la idea de la renta, que asociada al peaje
recolector (recuérdese el fifty-fifty), es realizada en operación circulacionista mercantil. La
acción de la estructura social con base productiva debe a su vez conectarse con el mito matrisocial con el
propósito de quebrar su lógica prescriptivamente totalitaria mediante su
limitación operatoria en las relaciones sociales. La dificultad reside en cómo
cambiar la suerte o sentido de la estructura social. La praxis socioeconómica
podría tomar partido de un modo más decidido a través de un intento de cambiar
el modelo primario, que mantiene a la clase dominante como una clase ociosa (no
trabajadora). Con ello se derribarían los falsos mitos o ideologías que todavía
acechan en la vida del colectivo, según el relato de R. Gallegos: Reinaldo
Solar “llegado el momento, en la taquilla de la agencia de viajes, se olvidó de
aquel pequeño heroísmo y pidió pasaje de primera”.
La educación petrolera debiera
soportarse sobre una cultura del petróleo, pero no entendida como mentalidad,
ideología o moda. Así como nos referimos a los “grandes cacaos” del siglo
XVIII, a los prósperos cafetaleros del siglo XIX, nos sale en el siglo XX decir
la “Venezuela Saudí” donde el nuevorriquismo se alimentó de las consignas
“ta’barato dame dos”, “mayami nuestro”, etc. Son hechos culturales ideológicos
con sentido o dinámica sociohistórica, semejantes a la ideología de la “España
del oro”. Esto origina el falso mito de que “Venezuela es un país rico”; falso
mito que funciona al tope en la actualidad empobrecida venezolana. La falsedad
es sumamente antieducativa, y más cuando se pretende que una falsedad etnicista
corra paralela a la educación.
Hay que preguntarse si la
“cultura del petróleo” se hunde en el ethos cultural, de suerte que la acción
de la estructura social (el petróleo) pueda alcanzar al mito
matrisocial/recolector en su raíz. Para que ocurra esto, hay que contar
lógicamente conque la acción de la estructura social se inserte en el proceso
de trabajo productivo del petróleo, el cual no es otro, dentro del desarrollo
capitalista, que el de la industrialización del petróleo en el país. La
industrialización es la pauta de una cultura del trabajo sobre el trabajo, pauta de la “cultura del trabajo” que nos ha
proporcionado la historia social. Se trata de generar una configuración de
trabajo interno coherente con la exportación de este trabajo en la forma de
productos industriales petroleros. Este sería el fin de la mentalidad
recolectora, y con ello se le quitaría la base socioestructural a la cultura
matrisocial.
Por su parte, el modelo
exportador de la materia prima petrolera viene negando nuestra realidad de
generar el proceso industrial, y con ello el principio de una cultura
productiva distanciada de la cultura recolectora. Con este modelo primario
exportador se origina permanentemente y se mantiene como tal, la ideología de
la relación entre cultura y petróleo, pues nos priva de analizar de un modo claro
la realidad para luego transformarla. Tal relación ideológica no ha tenido,
como hemos expuesto, ni tiene capacidad para soportar con autenticidad una
educación petrolera.
Mientras no acontece el cambio
de la acción en la estructura social (petróleo) y se mantiene inconmovible el
mito matrisocial, sin embargo, es necesario impulsar y afinar los resortes
verdaderos de la educación, como valor societal. No como un instrumento mágico
salvacionista del desarrollo social; si no como el lugar posible del pensamiento,
y de que no muera éste como señal de esperanza. Queda la recomendación de que
donde la educación logre marcos universales de realización, no se quede
operando como enclave, y que sus promotores (pensadores, teóricos, agentes de
organizaciones sociales) deben proseguir su cometido sin desmayo, abriendo
brechas hacia delante en el colectivo venezolano. El petróleo como motivo
mundializado, puede ser un campo de inspiración para procesar y construir un
pensamiento educacional que aglutine a gente cada vez más interesada en
resolver el país como problema.
Obras referidas del autor:
Ferrocarriles
y Proyecto Nacional en Venezuela, 1870-1925. Ed.
Facultad de Ciencias
Económicas y Sociales, UCV, Caracas,
1990.
Matrisocialidad.
Exploración en la estructura psicodinámica básica de la familia
venezolana,
Coed. Facultad de Ciencias Económicas y Sociales
y La Biblioteca de la
UCV, Caracas, 1998.
“La ‘agonía’ entre la cultura y la educación”.
Ponencia en el 2º Encuentro Latinoamericano
de
Profesores Universitarios, 18 al 22 de octubre de
1999, organizado por el CALA. Se
encuentra en publicación en revista de la
UPEL.
Elite
Venezolana y Proyecto de Modernidad, Ed. La
Espada Rota. Coedición del
Rectorado y Vicerrectorado Administrativo,
UCV, Caracas, 2000.
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Capítulo del libro de Samuel Hurtado: Contratiempos entre cultura y sociedad en Venezuela, ediciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 2013.
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