martes, 9 de julio de 2013

INVITACIÓN A LA VERDAD





CUESTIÓN DE INSTRUMENTO

Ustedes saben ya que una sartén

da un sonido a madre por el hierro

y yo sé que una celesta

suena a tierra feliz, pero si ustedes

tienen a su madre en el fregadero,

no toquen, por favor, la celesta.



Yo bien podría. Comprueben

la densidad y transparencia.


"Si pudiera tener su nacimiento

en los ojos la música, sería

en los tuyos. El tiempo sonaría

a tensa oscuridad, a mundo lento"



Lo escribí yo con estas mismas manos

pero lo escribí con la misma conciencia.



Amo las bolsas de las madres.

Veo:

No hay dignidad sobre la tierra

como el cansancio sin pagar,

el rostro

aplastado,

la desesperación que no habla.



Dejen ustedes. Mi canto está mal hecho

como esta verdad, que está mal hecha.



Hagan ustedes la verdad mejor.

Hablaremos después aunque ya es tarde.

Antonio GAMONEDA: “De Blues castellano”. En Antología Poética, Alianza, Madrid, 2008, 85-86

ARGUMENTO EN VOZ 1

LOS OJOS DEL OTRO

Al leer a Gamoneda, los sonidos que te trae la vida duelen; cuando son distintos a la verdad de la vida se vuelven ruidos. Sin desespero, el poeta nos invita a conectar con las cosas para oírlas con su sonido de verdad: pertenece a nuestra sabiduría procurar tocar la piel de ellas para que suenen con su momento de transparencia. Cada cosa contiene su verdad. Todas están sumergidas en su hondura, donde encuentran la raíz madre del universo: la sartén tiene su sonido madre en la cocina, así como la celesta tiene su sonido madre en la orquesta o en el concierto musical. Tenemos multitud de cosas a disposición. A mí me encantan las sociales: el amigo, la casa, la computadora, el periódico, la pintura con su potencial curador, el profesor, el padre. Cada cosa ocupa su lugar y desenrolla su tiempo. Todas están conectadas con su temporizador vital. Cuando las pulsamos nos despiertan de nuestra inercia insensible. Existe un mundo arquetipal que preside la madre cósmica, que es la que otorga la dignidad a los hombres y sus cosas. Cuando suena la música en los ojos del otro, el tiempo comienza a desplegarse. Porque esta música mide el tiempo de la verdad de las personas ¿Cómo mirarse en los ojos del otro para reconocerse uno a sí mismo?


La figura de la madre sigue impregnando con su sonido de ternura el camino de la alteridad absoluta. Se muestra en la gratuidad de su cansancio incondicional, con una dureza tal que no está en su cuenta reclamar nada a cambio. La gratuidad no habla, se entrega; es sacrificial; constituye un intercambio de adoración, un culto, una cultura esencial. En los vientres de las madres se deposita y se arrastran cual madre de río las pepitas de oro de la gracia de los hombres. Sin ella éstos caminan por la vida con su verdad a medias, maltrecha; sin ella están desorientados en su búsqueda por hacerla aunque sea ya tarde. Pero con ella se abren las posibilidades todas, la de construir el desafío de la verdad, al que en sociología nunca se llega tarde, si uno se propone e hinca su esfuerzo para que fertilice la gratuidad. Todo es cuestión del instrumento que hay que aprender a tocar, pero siempre bajo la advocación de la gracia latréuticamente social. Es la verdad del amigo, para la que nunca hacerla es tarde, porque es aún de mayor enjundia y cuidado que la del mismo amor.


¿Acaso El Robo de los Bienes Culturales en Venezuela ponen un óbice a la Invitación a la Verdad? Hagamos un pulso a continuación [siguiente cuadro].

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