CUESTIÓN
DE INSTRUMENTO
Ustedes saben ya
que una sartén
da un sonido a
madre por el hierro
y yo sé que una
celesta
suena a tierra
feliz, pero si ustedes
tienen a su madre
en el fregadero,
no toquen, por
favor, la celesta.
Yo bien podría.
Comprueben
la densidad y
transparencia.
"Si pudiera tener su nacimiento
en los ojos la
música, sería
en los tuyos. El
tiempo sonaría
a tensa oscuridad,
a mundo lento"
Lo escribí yo con
estas mismas manos
pero lo escribí
con la misma conciencia.
Amo las bolsas de
las madres.
Veo:
No hay dignidad
sobre la tierra
como el cansancio
sin pagar,
el rostro
aplastado,
la desesperación
que no habla.
Dejen ustedes. Mi
canto está mal hecho
como esta verdad,
que está mal hecha.
Hagan ustedes la verdad
mejor.
Hablaremos después
aunque ya es tarde.
Antonio GAMONEDA: “De
Blues castellano”. En Antología Poética,
Alianza, Madrid, 2008, 85-86
ARGUMENTO EN VOZ 1
LOS OJOS DEL OTRO
Al leer a Gamoneda,
los sonidos que te trae la vida duelen; cuando son distintos a la verdad de la
vida se vuelven ruidos. Sin desespero, el poeta nos invita a conectar con las
cosas para oírlas con su sonido de verdad: pertenece a nuestra sabiduría procurar
tocar la piel de ellas para que suenen con su momento de transparencia. Cada
cosa contiene su verdad. Todas están sumergidas en su hondura, donde encuentran
la raíz madre del universo: la sartén tiene su sonido madre en la cocina, así
como la celesta tiene su sonido madre en la orquesta o en el concierto musical.
Tenemos multitud de cosas a disposición. A mí me encantan las sociales: el
amigo, la casa, la computadora, el periódico, la pintura con su potencial curador,
el profesor, el padre. Cada cosa ocupa su lugar y desenrolla su tiempo. Todas
están conectadas con su temporizador vital. Cuando las pulsamos nos despiertan
de nuestra inercia insensible. Existe un mundo arquetipal que preside la madre
cósmica, que es la que otorga la dignidad a los hombres y sus cosas. Cuando
suena la música en los ojos del otro, el tiempo comienza a desplegarse. Porque
esta música mide el tiempo de la verdad de las personas ¿Cómo mirarse en los
ojos del otro para reconocerse uno a sí mismo?
La figura de la
madre sigue impregnando con su sonido de ternura el camino de la alteridad
absoluta. Se muestra en la gratuidad de su cansancio incondicional, con una
dureza tal que no está en su cuenta reclamar nada a cambio. La gratuidad no
habla, se entrega; es sacrificial; constituye un intercambio de adoración, un
culto, una cultura esencial. En los vientres de las madres se deposita y se
arrastran cual madre de río las pepitas de oro de la gracia de los hombres. Sin
ella éstos caminan por la vida con su verdad a medias, maltrecha; sin ella
están desorientados en su búsqueda por hacerla aunque sea ya tarde. Pero con
ella se abren las posibilidades todas, la de construir el desafío de la verdad,
al que en sociología nunca se llega tarde, si uno se propone e hinca su
esfuerzo para que fertilice la gratuidad. Todo es cuestión del instrumento que
hay que aprender a tocar, pero siempre bajo la advocación de la gracia
latréuticamente social. Es la verdad del amigo, para la que nunca hacerla es
tarde, porque es aún de mayor enjundia y cuidado que la del mismo amor.
¿Acaso El Robo de
los Bienes Culturales en Venezuela ponen un óbice a la Invitación a la Verdad?
Hagamos un pulso a continuación [siguiente cuadro].
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