viernes, 27 de enero de 2012

MEMORIA EN TRANCE


Mi paisano, el antropólogo castellano-leonés. Luis Díaz Viana, poeta también del pagano refugio (para-cristiano), siento que coloca la clave de la adoración y anonadamiento, hasta la renuncia misma, a mi poema sobre la memoria en trance.


La única plegaria verdadera
es la de alguien
que no espera
respuesta.

Luis Díaz Viana, Pagano Refugio, ediciones República, Valladolid, 1996, 1 Plegaria.
_____________________


La hija no se encuentra bien en el parentesco
eterniza la feminidad
descalabra la vieja Eva
asciende por caminos oscuros
de la identidad
errabundas travesías, altos y bajos

se añudan momorias y gráficos,
sentidos, saudades, se reatan
reportes de silencio vienen
de no se sabe donde

nadie reconoce que es tu hija
ni tu hija estima que es tu hija

liturgia de ángeles y épocas
sueños reserva
del alma
desvelados
pensamientos
dicha en sazón
anidando a libertades de cielo.


Pascua de Resurreción, Caracas, 2010
Publicado en Imágenes de Villorido

UBICACION DE LOS DATOS PARA NO DESTRUIRLOS



En febrero lo vivo estaba inmóvil.
Los pájaros preferían no volar y el alma

roía en el paisaje como un barco

roza en el muelle en el cual está amarrado.

Los árboles nos daban la espalda.
La altura de la nieve se medía con juncos.

Envejecían las huellas de pasos sobre el hielo.

Se derretía el lenguaje bajo un toldo.

Un día algo llegó hasta la ventana.
Se detuvo el trabajo, yo levanté la vista.

Los colores ardían. Todo se dio la vuelta.

El mundo y yo dimos un salto el uno hacia el otro.


Tomás Tranströmer: “Cara a Cara”.

En Poemas selectos y Visión de la memoria,

bid & co.editor, Caracas, 2009, 41.


A. Pro-acción Performativa.

Se puede hacer una transición desde Bourdieu (2008), tal como lo hemos hecho en el dictado de la clase anterior, con el objetivo de seguir trabajando la objetividad. El marco permanece dentro de la proposición de la relación del investigador investigado, según el tema IV[1]. Conforme a Bourdieu, el problema se formula como la transformación del investigador que tiene que adquirir la capacidad de intervención en la realidad, la del actor social investigado.

Se trata de averiguar las disposiciones que definen la realidad misma del investigador desde todos los ángulos, bajo el propósito de objetivar la exterioridad objetivante (Bourdieu), es decir, de su exterioridad de observador y desde las técnicas de observación de las que dispone y que debe instrumentalizar teóricamente. Pero más allá aún de dichas exterioridades objetivantes se refiere a la acción de objetivar en cuanto al acto de creación a propulsar por parte del investigador en cuanto institución personal total. El foco de tal escenario se encuentra en la capacidad performativa de carácter pro-activo del observador.

La noción de pro-acción se vincula con un proceso fáctico que tiene consecuencias o resultados, tal como se designa en “hago un proyecto”, “estoy llevando a cabo una obra”, “realizo un emprendimiento”.

Pero cuando pienso en el fenómeno se refiere a que confirmo el fenómeno o lo explicito como tal. Este planteamiento tiene como resultado conceptual dos vertientes de consideración, la de la producción del sentido y la del ejercicio o ejercitación del sentido.

1. La producción del sentido indica que hago un proyecto nuevo. Es el ámbito del genio, del intelectual, del artista o poeta. También se encuentra aquí la posible pro-acción del autor que inventa o crea teoría.

En la producción del sentido se denota que estoy cambiando las cosas. En términos de la psicología, me pregunto cómo (le) funciona la psicodinámica a este señor, pues debe observarse cómo se da el proceso de creación o transformación de las cosas a partir de la forma productiva por parte de la psiquis del genio o inventor.

Para reconfirmar esta proposición vienen a colación distintos autores. José Antonio Marina nos trae su formidable texto de la Teoría de la Inteligencia Creadora (1995) o su reverso La Inteligencia Fracasada (estúpida, como sería su mejor formulación según el mismo autor, 2006). René Girard describe dicho objetivo en Antropología, Mimesis y Literatura (1997). Finalmente, Juan Antonio Vallejo-Nájera, Psicopatología de la Creatividad, citado por su hijo del mismo nombre en una sucinta exposición de relatos de creadores-locos en la historia humana, titulado Locos Egregios (1985).

2. En la ejercitación del sentido, se re-produce lo mismo, es decir, se desarrolla el mismo proceso, la misma obra. Pero no se re-produce burdamente (mecánicamente), sino que la gente produce con competencia. La producción etnocultural se ubica en este nivel. Se produce lo mismo pero con valor agregado o se produce lo mismo de un modo original. El calco producido se repite pero de un modo completamente nuevo, casi como una mímesis perfecta, es decir, como una repetición histórica. Se repite lo mismo pero no de un modo exactamente igual. Devereux lleva a cabo el desarrollo del mito mostrando cómo éste se realiza tanto en el ritual, en el que se reproduce o repite exactamente, como en la historia donde se reproduce o repiten las cosas no exactamente igual (Devereux, 1989, 13). Devereux a su vez señala que refrenda su pensamiento en Dodds en su obra de Eurípides: Bacchea.

El proceso de socialización que ejecuta la madre con respecto a su hija tiene este carácter de re-producción: la hija es una creación original por parte de la madre que procura que sea como una repetición igual a sí misma, pero siempre la repetición no será exactamente igual. Añadirá algo que las distinguirá decisivamente. En términos de la etnología, me pregunto cómo se da la apropiación activa, aunque de un modo implícito, de la cultura como un todo, es decir, no de un proyecto mío, sino de reproducción de la cultura. En breve, se trata o bien de explicarla bien (como autor), o bien, utilizarla o ejercitarla bien (como actor social). [2]

B. La Observación Diádica y la Perturbación del Observador.

Adentrándonos ahora en la situación del científico emprendedor como observador de los datos, tenemos que considerar los marcos de lo que una ciencia concreta, en este caso la sub-disciplina de la Etnopsiquiatría (Antropología psicoanalítica) nos ofrece como un campo de trabajo ya transitado, aunque poco estudiado en nuestros ámbitos. El objetivo es mostrar cómo la pro-acción del investigador encuentra un modelo de diseño ejemplar de ubicación de los datos. (El próximo tema, el V, mostrará el ejercicio de pluridisciplinaridad con el propósito de remontar la destrucción de los datos y al mismo tiempo de obtener de ellos todos sus significados teóricos). Al aplicar el proceso psicoanalítico al observador de la ciencia social, se piensa al psicoanálisis en su lado más profundo, como es el epistemológico, dejando de lado el terapéutico. Si en algo el psicoanálisis conserva su verdad metodológica es en su epistemología del sujeto, en este caso la aplicada al observador.

Este resumen se refiere al capítulo XXII de Devereux, en su libro De la Ansiedad al Método en las Ciencias del Comportamiento (1989a). Es como un acróstico que dibuja en sus aristas la psiquis del investigador, que pasa por su perturbación honda para llegar a la objetividad de los datos, después de sortear los abismos seductores cuyas consecuencias muestran la destrucción de los mismos.

El dato más característico de una ciencia es lo que las otras ciencias no estudian. En nuestro caso, ese dato está referido a todos los hechos acaecidos en la psiquis del observador. Según esto, se asume que

-los datos del psicoanálisis no son los únicos datos de la ciencia de la conducta,y una ciencia de la conducta que desecha los demás datos sería absurda.

-También sería absurda una ciencia de la conducta, si ésta no reconociera que la naturaleza de toda observación es diádica, que al mismo tiempo buena parte del comportamiento total del sujeto observador es producto de la inspección (insight), y que desdeñara el impacto que el experimento (observación) causa en el observador.

Este impacto hay que pensar que pertenece a la exterioridad de toda observación (aspecto objetivante, diría Bourdieu), pero que es esencial para establecer la objetividad científica misma: por ejemplo, cuando Laplantine en su Introducción a la Etnopisiquitría (ed. Gedisa) insiste en que el concepto de la (etno)cultura se define por el imaginario perceptivo, donde lo perceptivo especifica la realidad del imaginario y su exterioridad de inteligencia posible.

Sería vano reconocer que todas las ciencias de la conducta fueran ramas del psicoanálisis. Sin embargo, sería plausible que tomaran en cuenta su epistemología, tal como básicamente, exponemos a continuación:

-que el deslinde entre observador y observado es el lugar donde se produce una perturbación.

-así como la perturbación identifica el lugar del deslinde.

-Finalmente, los enunciados (conductas, mensajes, propuestas,

formulaciones) se distinguen de los enunciados acerca de los enunciados.

Este programa epistemológico atraviesa toda la obra del Devereux, que desarrolla en su trabajo etnopsicoanalítico cuando describe la cultura. Implica, por lo tanto, todo un hondo estudio de lo que supone la relación del observador-observado en todos sus escenarios panópticos (Véase el Índice del Devereux, 1989a). El problema es que si no se toma en cuenta este proceso para ejercitarlo o para analizar la explicación científica, la investigación científica de la conducta y de su acción seguirá siendo autoanulante, es decir, lo que propone Bohr como “destrucción de los datos”.

Bohr también es el autor del método pluridisciplinario de la complementariedad que explicaremos para el etnopsicoanálisis en el tema V. Lo importante ahora es mostrar que el punto del deslinde como perturbación está ubicado “muy adentro” del observador o experimentador. El punto/instante en que el observador exclama “y esto percibo” bien podría ser también el punto referible al principio de complementariedad. Es cuando el yo, zarandeado por los fenómenos, al fin exclama “y esto percibo”.

Hay que señalar aquí que la epistemología del psicoanálisis es la menos conocida, haciendo caso omiso a Freud de que el psicoanálisis era ante todo una teoría y un método de investigación psicológica y secundariamente un procedimiento terapéutico. Pero hay una tendencia a tratar sus conceptos como realidades, aunque el mismo Freud los llama “nuestra mitología”.

La posición del psicoanálisis como ciencia se asemejaría a la de los milesios, cuyas aportaciones fueron no sus conceptos sino su forma de emplearlos, o sea, su epistemología y metodología. Lo que hacía Anaximandro consistía en que sus metáforas conceptuales de calor y frío, seco y húmedo, no eran tanto lo relevante como esencias de realidad, sino que consideraba a la naturaleza como analizable, que previera el concepto de variables analíticas y se sirviera operacionalmente de conceptos definibles, aunque los que empleara fueran insatisfactorios. Esta posición de Devereux recuerda a Weber cuando elogia a F. Engels por su ingeniosidad, con la cual se avanzó en la teoría de la ciencia social, con ocasión de rebatirla metodológicamente (Weber, 1974, 44)[3].

Dedicados aquí exclusivamente a los datos, importa poco que los conceptos del psicoanálisis sean acertados o errados. Importa la epistemología psicoanalítica que lleva a descubrir los fenómenos más considerables de la conducta: las manifestaciones del inconsciente, y por ello el psicoanálisis podría convertirse en la base lógica de toda investigación del comportamiento.

C. El Fenómeno no es el Dato.

Nuestra crítica a Miguel Martínez (1991), casi como vocero del postmodernismo fácil, al que se añade Alejandro Moreno (1993), es la ocasión para diseñar con claridad la diferencia de fenómeno y dato. Ya Devereux en su epistemología nos advierte que no es lo mismo fenómeno y dato. La teoría de la observación muestra la distancia entre uno y otro.

Martínez recorre el camino directa e inmediatamente del hecho a la interpretación, y se salta la elaboración del dato. El hecho parece que ya lo dice todo, y sólo necesitamos, si es el caso, un comentario, una opinión, un señalamiento, confundiendo este procedimiento con la interpretación. Implica por lo tanto un descuido del análisis, una negligencia de explicitar lo objetivante que es necesario y se supone para el trabajo de objetivar. El análisis es el que nos coloca en lo laborioso, a veces en lo trabajoso, del dato. Lo cual implica disponer de una logística, obtener un financiamiento, lograr la toma en serio de la observación con todos los recaudos y cuidados del caso, generalmente de carácter técnico, al mismo tiempo que no pasar por alto el trabajo de la teoría y su exterioridad inscrita.

En la orientación de Martínez se termina en un interpretacionismo (subjetivismo), que se suele llenar o compensar con un intelectualismo de carácter gnóstico, tal como lo conocemos en la antropología del Clifford Geertz, con su concepto de “descripción densa”, expuesto en La Interpretación de las Culturas (1995). El carácter gnosticista de Geertz lo detecta Bourdieu en su Posfacio añadido a Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos de Paul Rabinow. Geertz se despoja de la teoría o la coloca a ésta al lado y así “reduce al sujeto cognoscente a un puro aparato registrador” (Bourdieu, 1992, 151). Después todo lo encomienda a la fuerza de la inteligencia que logra la densidad interpretativa en la elaboración de la descripción. Todo ello está asociado a un apresuramiento de creer en nuestra capacidad de la comprensión (intuicionismo).

Frente a esta idea hay que recordar que las observaciones no son hechas independientemente de la teoría, y que el informante lo que ofrece es una representación de su mundo, representación de la que no sabrá su origen: informativo, cognitivo, etnográfico o inconsciente…

El supuesto análisis de la cultura tiene origen en la potencia intelectual de Geertz y no en su teoría que debe desarrollar como reto científico. Reinoso también le hace una detenida crítica en su evaluación de los Estudios Culturales, donde observa el apogeo y decadencia de dichos estudios (2000, 232-237). Abundando en la crítica a Geertz, Reinoso registra similares diagnósticos que Bourdieu, sobre todo sobre la perspectiva interpretacionista del estadounidense, que fueron tan favorables a la difusión de los estudios culturales (Reinoso, 2000, 234-239).

Evitando el laboreo esforzado de la exposición teórica, Geertz acude al género literario del ensayo, que como género más difuminado en sus apreciaciones, le ayuda al aspecto divulgativo de sus interpretaciones, así como de la atención al quehacer de la antropología. El ensayo como género literario es aplaudido por García Canclini, que obtiene así el mismo resultado divulgativo, pero del que aporta muy poco para el avance tanto de la antropología como para los estudios culturales, según Reinoso (2000, 232). García Canclini se apresura a hacer los distingos teóricos al interior del género ensayístico: “Pero el ensayo científico se diferencia del literario o filosófico al basarse, como en este caso, en investigaciones empíricas al someter en lo posible las interpretaciones a un manejo controlado de los datos”. Lo justifica con las razones que el mismo Geertz aporta en su obra El Conocimiento local (1994) donde este autor habla de que el ensayo posibilita la exploración en distintas áreas y en distintas direcciones; y resulta estratégico por su plasticidad que permite acogerse a los compromisos que con diferentes aspectos e invitaciones, definen “la vida intelectual contemporánea” (Geertz, 1994, 15-16).

En breve, el subjetivismo interpretacionismo cuando, sin mediar la teoría, anuda, en la escena de investigación, el hecho y el sujeto, camina hacia la anulación del análisis, y, por lo tanto, de la exterioridad objetivante, sin la cual se elimina la posibilidad de objetivar. Es lo que ocurre en la línea abierta por Geertz, que continúa Canclini, y prosigue Martínez.

Para avanzar en la exposición ejecutamos gráficamente nuestro diseño. Epistemológicamente diferenciamos la realidad científica en cuatro esferas:

HECHO DATO HERMENÉUTICA MAYÉUTICA

-el hecho denota la realidad fenoménica, que acaso espera ideas a incorporar a sí misma, es decir, de ser revestida de las irrealidades del pensamiento para trascenderse como tal realidad. Se inicia como materia bruta de la observación, de la captación por el pensamiento, para terminar como materia prima de alguna intencionalidad simbólica o social con miras al porvenir de lo humano. Se refiere a un proceso de autenticarse como realidad en la medida que recibe la intención de ser el objeto de representación de un mundo de significados, terminando ella misma por densificarse de simbolización.

En la experiencia de autenticar la realidad de, por ejemplo, textos “históricos”, se trata ante todo de saber sobre su existencia y autoría real y también apócrifa. Si el interés es recolectar hechos etnográficos, lo esencial consiste en averiguar el estatuto de su etnografía y de sus condiciones de producción simbólica. Por ejemplo, en la práctica clínica se establece el momento del repertorio de los datos, a partir del paciente (informante) que demanda la consulta médica. Así el malestar físico se registra como irrealidad en la libreta del médico, que organiza así el repertorio de los síntomas ofrecido por el paciente. Es el esfuerzo de irrealidad llevado a cabo por el médico (el observador científico) a partir del cual el hecho o fenómeno problematizado se convierte en materia prima para la atención científica (Marina, 1995). Como en la práctica científica predominó al principio la verdad de autenticar la realidad de los textos sagrados antiguos, la categoría metodológica se denominó: crítica histórica.

En breve, esta es la primera práctica metodológica, de cuyo resultado se obtiene una materia prima temática, apta para ser un objeto atendido por la elaboración de la conceptualización teórica.

-el dato es la realidad con alguna idea teórico-simbólica asociada, es decir, con un agregado de irrealidad, diría Marina (1995). El hombre opera la realidad simbólicamente. Significa que sin cesar recrea realidad al configurarla para sus fines. No es de extrañar que hayamos enunciado que “hacer ciencia es hacer mundos”, como expone el filósofo Gustavo Bueno (1995; Véase Hurtado, 2007). Esta segunda práctica metodológica consiste en el análisis del repertorio de hechos como problema que dará lugar a las especificaciones analíticas de las diversas disciplinas en los tiempos modernos, a diferencia de los tiempos antiguos que procedían por síntesis. De ahí la importancia cada vez más de la metodología epistemológica en la ciencia y la filosofía, desde Descartes. Decir cómo se producen los datos es cada vez más el destino de la producción del conocimiento, entiéndase elípticamente: la producción del pensamiento para la ejercitación del conocimiento.

Se pueden acercar al concepto de análisis, los términos de carácter conceptual, también de origen griego, de diagnóstico y de exégesis, utilizados en los exámenes médicos y en los textos bíblicos. El análisis está asociado con tareas de laboratorio, con su autonomía técnica, con las que se precisan las medidas, pesos y cálculos de lo real, según el principio de realidad que preside el quehacer científico. La elaboración analítica representa una de las dimensiones certeras de lo objetivante.

-la hermenéutica indica la realidad que, precisada técnicamente, termina por ser registrada subjetivamente conforme a las proposiciones teóricas del punto de vista del observador. Tal registro significa una interpretación que siempre obedece a “opiniones” (juicios, dictámenes) con decisión teórica de los investigadores. Es lo que les califica de científicos, no meros técnicos. Es crucial la importancia de la transformación, conversión dice Bourdieu, de dichos sujetos a los objetivos de la criticidad que supone toda labor científica. Esta labor la subrayan como la categoría de intervención sociológica[4], insistiendo que toda práctica sociológica es, debe ser, un socioanálisis (Sobre el socioanálisis, véanse Varios autores, 1977).

“Para intentar hacer sentir, o mejor, hacer comprender prácticamente, con una comprensión que implique la práctica, que toda verdadera empresa sociológica es, inseparablemente, un socioanálisis, y tratar de contribuir así a que su producto devenga a su vez el instrumento de un socioanálisis” (Bourdieu, 2008, 39), es decir, que la sociología sea aplicada, según el planteamiento de Bastide (1972, 166); lo que equivale a decir que la sociología sea una acción referida a la construcción de un modelo teórico para ser aplicado en la práctica. En breve, la mediación de la teoría (factor objetivante), evita que la interpretación o hermenéutica sea subjetivista.

-la mayéutica se constituye sobre modelos de acción que pretenden orientar a los actores con relación a su compromiso de comprobación en la realidad social. Son proposiciones sociológicas que buscan realizarse en la realidad social o exterior a la ciencia propiamente. No es el autor, o analista según Touraine (1978), el que debe llevar a cabo la comprobación sino la sociedad en acción. Si el investigador carece de los actores sociales para la comprobación de sus teorías, las proposiciones de éstas quedan en el aire, y terminan siendo ideológicas con respecto a la supuesta realidad a la que pretenden referirse. Pueden ser, por su intencionalidad, muy criticistas, pero no llegan a cristalizarse como críticas, es decir, con capacidad de saber si sirven o no para orientar la transformación de la realidad que es el objetivo crítico de la ciencia.

La conexión crítica está llena de ansiedades asociadas a diversas metodologías pretendidas en las que el autor se iniciaba como actor, y su conocimiento dependía de su inserción práctica en la realidad. Era mucho más que una ciencia testimonial. Así por ejemplo tenemos la “intervención sociológica” de Fals Borda, la “investigación-acción” de la UCI (universidad cooperativa internacional) y sus diversas clasificaciones sobre la “investigación cooperativa” de Henri Desroche (1993), la “investigación-acción-participación” del equipo de Rodríguez Villasante (1995) de la Universidad Complutense completando la insatisfacción con respecto a la UCI. Finalmente, tenemos las compulsiones asociadas a la práctica científica del materialismo histórico de los militantes marxistas. Eran ansiedades que se cruzaban en los debates de la ciencia social en los años 70 y 80 del siglo pasado, y todavía en los años venideros.

El autor debía ser el primer adalid en la proposición transformadora de la realidad, que busca o demanda actores para generar reflexiones objetivas sobre sí mismo, o la sociedad sobre sí misma; operación mediante la cual se aclaran ideas que llevan al nacimiento de nuevas comprensiones. Se trata de una intervención para la transformación efectiva del ser. Como operación la mayéutica es un “arte de comadronas”, al cual se adhería Sócrates identificándose con el oficio de su madre. Arte permanente sobre el ser humano y la sociedad sobre sí misma. La mayéutica no es pues una simple cuestión moral, ni un triste compromiso con la comunidad, se inscribe en lo ontológico del ser, en la construcción de la ciencia y la comprobación crítica de sus teorías; por tanto, en su verdad de aplicación, siempre verdad crítica, diferente de verdad práctica.

En breve, el dato, su elaboración técnica, su interpretación subjetiva y finalmente su puesta en comprobación social, atraviesa toda la investigación, que siempre debe desarrollarse sobre conceptos teóricos, y por lo tanto, siempre en búsqueda de un sujeto, como exterioridad, que la haga interioridad, y, por lo tanto, que la perciba como objetividad en el corazón del sentido práctico.

D. Hitos Epistemológicos Elementales y la Teoría (Subjetiva).

Es necesario colocar los marcos elementales de la metodología epistemológica, que permitan diferenciar bien nuestra posición de la subjetividad objetiva, para ubicar bien la marcha y la consistencia del sujeto observador en proceso de fortalecimiento investigador. Dichos marcos se refieren a las proposiciones del origen de la producción del conocimiento, como son el empirismo, positivismo e inductivismo. Se trata de poner en claridad meridiana brevemente las orientaciones diferenciales que suele asumir la ubicación del sujeto que conoce y que origina el conocimiento desde otras ubicaciones epistemológicas. Tales ubicaciones teóricas proporcionan (verdadero locus teórico) una medida, así como unos determinados rendimientos del conocimiento en sus resultados. Simplificando estos locus epistémicos que equidistan con suficiencia la posición teórica que hemos expuesto con relación a la construcción de los datos con objeto de no destruirlos, se refieren sucintamente a los siguientes:

-el empirismo equipara ciencia con recopilación de los hechos. Contiene la premisa ontológica de que las leyes o universales se hallan al nivel experiencial de la conducta. Por lo tanto no se establece la distinción entre la naturaleza como objeto de las sensaciones y la naturaleza como objeto de la ciencia. En breve, el conocimiento se encuentra en los objetos naturales adonde el sujeto tiene que ir a desprenderlo para conseguirlo.

-para el positivismo, el elemento clave que define la ciencia es estrictamente metodológico: la imposición de ciertas normas de observación y experiencia, en que el dato se presenta afirmativamente como tal desde su esencia (física), sin rodeo alguno, ni negatividades o subyacencias. Por lo tanto, el conocimiento se encuentra en los métodos empleados, ya sean cuantitativos ya sean cualitativos, mediante los cuales el dato se revela totalmente, sin hueco alguno.

-para el inductivismo, todo lo científico debe demostrarse con referencia en los hechos. Supone que las teorías se deducen de los hechos y niegan la construcción conceptual libre en el desarrollo de las teorías. En breve, el conocimiento se desprende de los fenómenos, contentivos de teorías.

En conclusión, el postmodernismo arriba aludido se encuentra encajonado en un empirismo renovado donde se niega la dicotomía entre la naturaleza y la subjetividad. Los hechos o fenómenos son los orientadores del conocimiento, mientras la subjetividad va a merced de los mismos y con ello la teoría. No es el sujeto investigador el que dice la última palabra (las proposiciones sobre proposiciones: percibo que percibo), sino el sujeto observado (la simple proposición fáctica: y esto percibo, lo demás no interesa).

Estamos lejos de mantenernos en el intuicionismo. Para ello hay que confesar de entrada el objetivismo: la realidad exterior existe y es mejor y más cómodo que exista, según la sociología de Devereux (1975, 25), o según la preocupación de Bourdieu por comprender la lógica de las prácticas, (2008, 29-30). En consecuencia, es necesario no confundir subjetividad con subjetivismo. Hay sin embargo que dejar claro que, aunque construido subjetivamente el fenómeno como dato, el fenómeno no termina en el dato, como pretende el subjetivismo, y especialmente el lingüismo: como no sabemos -dice- el mundo sino a través del sistema o modelo lingüístico, el mundo fenoménico no existe y si existe no interesa porque no podemos aprehenderlo. Se olvida de la percepción, y su capacidad de elaborar también conceptos de inteligencia. Luego el fenómeno, aún en su impasibilidad, con un mínimo de estructuración, propone un problema (subjetivamente) al observador, y demuestra que la configuración se encuentra más allá del texto, que el saber no es absoluto, y puede haber múltiples explicaciones, cada una verdadera en sus estatutos.

La subjetividad no conduce al solipsismo, y mucho menos al nihilismo a través del relativismo de los sujetos. Ello es debido a la exterioridad que representa el dato teórico que modula a la observación del sujeto, llena de determinaciones de historicidad, para emplear la categoría de Touraine (1978). Sin embargo, para mantener una subjetividad sana es necesario moldearla de objetividad. Dos puntos coloca Devereux (1989ª, 20) para ello, los puntos 11 y 12: la objetividad debe definirse en función de lo realmente posible y no de lo que “debería ser”, y si se pasan por alto o se desvían los trastornos subjetivos por medio de resistencias contra-transferenciales disfrazadas de metodología, esos “trastornos” se convierten en fuentes de error incontroladas e incontrolables. En breve, el observador debe trabajar permanentemente su subjetividad con el propósito de obtener una buena y ajustada observación, que siempre es teórica. Porque la objetividad continua en alas de la impasibilidad fenoménica, y con ella los problemas.

Con esta introducción podemos entrar a debatir el texto nuestro de “Ansiedad y Objetividad en las Investigaciones del Comportamiento”, ponencia presentada en el XI Congreso de Metodología de las Ciencias del Comportamiento y de la Salud, que tuvo lugar en Málaga en el mes de septiembre de 2009.

Referencias

Bastide, Roger (1972): Antropología Aplicada, Amorrortu, Buenos Aires.

Bourdieu, Pierre (1992): “Posfacio”. Paul Rabinow, Reflexiones sobre un
trabajo de campo en Marruecos, Júcar, Madrid, 151-153.
Bourdieu, Pierre, (2008): El sentido práctico, siglo XXI de España,
Madrid.

Bueno, Gustavo (1995): “La función actual de la ciencia”. Fundación Gustavo Bueno, Oviedo.

Desroche, Henri (1993): “Los autores y los actores. La investigación cooperativa como investigación-acción”. Socioscopio, Centro de Investigaciones (CISOR), Caracas, 5-23.

Devereux, Georges (1975): Etnopsicoanálisis complementarista,Amorrortu, Buenos Aires.

Devereux, Georges (1989): Mujer y mito, Fondo de Cultura Económica México.

Devereux, Georges (1989ª): De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento, Siglo XXI, México.

Escandell, M. Victoria (1993): Introducción a la pragmática, Anthropos, Barcelona.

García Canclini, Néstor (1989): Culturas híbridas, Grijalbo, México.

Geertz, Clifford (1994): Conocimiento local, Gedisa, Barcelona.

Geertz, Clifford (1995): La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona.

Girard, René (1997): Literatura, mímesis y antropología, Gedisa, Barcelona.

Hurtado, Samuel (2007): “Hacer ciencia es hacer mundos. La situación en Venezuela”. Thasis, revista de cooperación interfacultades, UCV, Caracas.

Laplantine, Françoise (1979): Introducción a la etnopsiquiatría, Gedisa, Barcelona.

Lefebvre, Henri (1972): La vida cotidiana en el mundo moderno, Alianza, Madrid.

Marina, José Antonio (1995): Teoría de la inteligencia creadora, Anagrama, Barcelona.

Marina, José Antonio (2006): La inteligencia fracasada, Anagrama, Barcelona.

Martínez, Miguel (1991): La investigación etnográfica cualitativa en educación, M. Martínez, Caracas.

Moreno, Alejandro (1993): El aro y la trama, Centro de investigaciones populares, Caracas-Valencia.

Rabinow, Paul (1992): Reflexiones sobre un trabajo de campo en Marruecos, Júcar, Madrid.

Reinoso, Carlos (2000): Apogeo y decadencia de los estudios culturales, Gedisa, Barcelona.

Touraine, Alain (1978): Introducción a la sociología, Ariel, Barcelona.

Vallejo-Nájera, Juan Antonio (1985): Locos Egregios, Mediciencia editores, Caracas.

Varios Autores (19771977): Análisis institucional y socioanálisis, Nueva imagen, México.

Villasante, Tomás Rodríguez (1995): Las democracias participativas, Ediciones HOAC, Madrid.

Weber, Max (1974): Historia económica general, Fondo de cultura económica, México.



[1] Véase el programa Cultura y Sociedad en este blog día Jueves, 29 de Julio de 2010.

[2] Se puede acercar a este modelo expuesto, el modelo de formación/información tal como lo formulamos en la formación del pensamiento y la información del pensamiento. La información correspondería a la ejercitación del pensamiento en el recurso de éste como conocimiento. Hoy día nos encontramos bombardeados con la proposición de la “producción del conocimiento” (muy socorrida además en nuestro postgrado), cuando en realidad lo que se lleva a cabo, expresando como complejo social, es la ejercitación del pensamiento. Con la ejercitación lo que se hace es obtener noticias de las realidades que pasan o existen. El uso del Internet proporciona en abundancia dicho conocimiento que no es más que información. El alumno puede alcanzar y comprobar más conocimiento que el mismo profesor. El desempeño de éste puede pensarse rebajado en cuanto a ser o quedarse en un facilitador. Cuando la formación consiste en producción del pensamiento que es la que proporciona la función de orientación, es decir, el de propiciar el crecimiento o maduración del alumno. Es lo que identifica el núcleo de la auctoritas.

La pro-acción lleva inscrita en sí una performace. Concepto traducido muchas veces por desempeño. Lo performativo en la pragmática (subsistema de la lingüística, cf. M. Victoria Escandell Vidal, Introducción a la Pragmática, Anthropos, 1993), significa que decir es hacer: digo lo que estoy haciendo o el asunto que tengo entre-manos, o lo que proyecto hacer. Para nuestro ámbito vital venezolano (tal como se describe con el concepto de matrisocialidad), es necesario distinguir, para entendernos bien, dos tipos de pro-acción, la pro-acción con carácter mágico y la pro-acción con carácter social. La mágica detenta algunas variaciones importantes, con cuyo conjunto se puede ver su diferencia con la social:

-en la pro-acción hay una identificación cuasihipostática del decir con el hacer. El anuncio de algo (promesa) realiza ya la acción, de suerte que no es necesario el seguimiento serio de sus consecuencias o resultados. Éstos no tienen interés.

-la pro-acción esconde una excusa (justificación negativa) de que lo dicho que se va a hacer es para no hacerlo (y se sobrentiende así para buen entendedor). Con ello se pretende socialmente “salir del paso” tal como se enuncia en el argot coloquial, con relación a un compromiso que no se quiere enfrentar o cumplir, porque además no está en la intención del actor.

-la pro-acción puede ser sintomática de una perturbación mental, de carácter esquizoparanoico, Se dice o se pronuncia un hacer como motivación instrumental desconectada (esquizofrenia) de la realidad fáctica enunciada que ya trae de por sí como existente qua tal una problemática que puede agobiarnos (paranoia).

Examinada en clave de pro-acción social: lo que digo lo cumplo, la pro-acción mágica guarda la relación esquizoparanoica con gravedad mental diversa en cada variación. Se torna fuerte cuando se usa (pragmática) como motivo instrumental definitivo o profundo. Los subterfugios de la identificación cuasihipostática y la excusa pueden ser transitorios o superficiales como estrategias de la acción comprometida y su complicación resolutoria; pero pueden ser una costumbre (etnocultura) en un colectivo social como el matrisocial venezolano, que termina siendo un síntoma permanente de una instrumentalidad de desconexión con la acción.

Cuando la producción de un sentido de desconexión representa un obstáculo firme para la producción de una pro-acción social que debe ser innovadora consistentemente de las relaciones sociales, estamos en presencia de una perturbación mental colectiva gravísima. La gravedad que representa la pro-acción mágica, (y debemos enjuiciarla en términos de la pro-acción social, no hay remedio) la diagnostica la Psiconeuroinmunología, según la entrevista, que comentamos en la clase pasada, que le realizó La Vanguardia Digital al Dr. Mario Alonso Puig titulada: “Lo que el corazón quiere, la mente se lo muestra”.

La pro-acción social muestra que la palabra se inscribe en el hacer o el hacer se inscribe en la palabra. Hay un “ritornello relacional” que soporta la realidad total performativa. El compromiso de la palabra qua tal sella el cumplimiento (desempeño) con la palabra empeñada. Lo que quiere decir que el desempeño realiza el empeño o lo empeñado, como lo real social performativo en su verdad pro-activa.

[3] Weber sostiene frente a Engels que la teoría del matriarcado y la doctrina socialista basada en ella no tienen soporte válido. Sin embargo, Weber concluye: “A pesar de que es insostenible en detalle, considerada en su conjunto constituye una valiosa contribución al esclarecimiento del problema; una vez más se evidencia la antigua verdad de que un error ingenioso es mucho más útil para la ciencia que una tesis exacta desprovista de ingenio” (Weber, 1974, 44).

[4] “No se trata solamente de hacer del análisis de la posición social a partir de la cual se producen los discursos del mundo social”…”el análisis sociológico…hace posible una verdadera reapropiación de sí mediante la objetivación de la objetividad que asedia el pretendido lugar de la subjetividad”(Bourdieu, 2008, 39).

“Ninguna unidad social, tanto si se trata de un taller como de una asociación voluntaria, de una colectividad nacional como de lo que podemos denominar un modo de producción o un sistema de acción histórica, puede definirse, pues, como una red de intercambios. Las relaciones sociales siempre se definen a partir de una intervención, es decir, de un poder”. Lo que equivale a decir “a partir de un cierto modo de intervención de una colectividad sobre sí misma” (Touraine, 45).

“La exploración de las situaciones cotidianas supone una capacidad de intervención, una posibilidad de cambio (de reorganización) en lo cotidiano, que no tiene por qué implicar una institucionalización racionalizadora ni planificadora. Tal tipo de praxis puede prepararse por análisis conceptual, ya por experiencias socio-analíticas” (Lefebvre, 227). Pensamos que la preparación por análisis conceptual puede equivaler a lo que Bastide anuncia como aplicación conceptual o sociología aplicada.

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Papel de Trabajo, Dictado en el Seminario de Investigación de la Línea de Investigación: Antropología, Cultura y Sociedad del Doctorado en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, Universidad Central de Venezuela. PARTE I, Tema 4 (Véase el Dossier en este blog, día 3 de junio de 2011).